El striker se balancea con el mar en movimiento. Ace apoya otro trozo de pergamino en su rodilla y escribe: 

«Quisiera ser sartén para estrellarte los huev»

De repente deja de escribir y mira las palabras. En otra ocasión, la alusión a alguna comida en una carta sucia para su novio le habría parecido divertido. Sabe que al cocinero de su barco también. Ace hace una bola con el papel y lo lanza a un lado. Coge otro trozo y escribe de nuevo:

«Estás para darte como piñata hasta que sueltes el relleno.»

Otra vez no. Rompe el papel en pedazos con frustración mientras las lágrimas de impotencia comienzan a acumularse en sus ojos. Lo intenta una vez más.

«Mi horno tiene la temperatura perfecta para poner a cocinar tu pastel de carne.»

Con rabia, Ace patea el barril lleno de trozos de pergamino desechados y lo lanza al mar junto con la nueva nota. No es su culpa. Muchos de los piropos que ha ido inventando a lo largo de su trayectoria como poeta novato han sido inspirados por el coqueteo ridículo de Thatch. Ahora no puede escribir algo divertido sin recordar a su mejor amigo. Entre sollozos, desiste de los piropos y se decide por escribir:

«¿Cómo están todos en el barco? Espero que bien. Os echo mucho de menos. Y a Thatch. Te quiero.»

Es asquerosamente cursi y deprimente, pero al menos no siente que está follando en la tumba de su hermano de barco. Guarda la nota entre las cuentas rojas de su sombrero y decide que la enviará en el momento en el que llegue a Arabasta. La idea de pisar el reino desértico envía una oleada de emoción a su cuerpo, sabiendo que podría llegar a encontrar a su hermano allí.

No le avergüenza admitirlo: Luffy es todo lo que necesita ahora mismo. Incluso encontrar a Teach y su venganza no son tan urgentes en este momento como la absoluta necesidad de recibir un abrazo de su hermano. El niño amargado que una vez fue se horrorizaría de verlo tan vulnerable, pero ese niño no tenía nada que perder y nada que ganar. Ahora mismo, con la pérdida de un compañero de tripulación presente y una parte de su corazón dejada atrás en la otra mitad del Grand Line, lo único que quiere es volver a los días en los que su única preocupación era que su hermano pequeño no fuera tragado vivo por ningún animal del bosque o lo encontrara chapoteando sin fuerzas en el río.

Para distraer su mente de la soledad en mar abierto, Ace trata de imaginar cómo sería presentar a Luffy y a Marco y se deja llevar fantaseando con que todo está bien: Thatch vivo, llorando por el estrés de tener que cocinar un cuarto plato para alguien que no parece mínimamente saciado. Marco cuidando de que Luffy no se atragante, tratándolo como un polluelo bebé. Oyaji riendo del caos que es el nuevo novato, pasando el mejor momento de su vida con cada reto que el adolescente sin inhibiciones lanza.

Sin saberlo, se queda dormido imaginando algo que jamás va a pasar.

500 palabras de un Ace depresivo, babys.