Algunos días, las notas son increíblemente dulces:

«Me puedes decir dónde está la tierra? Desde que te conocí, vivo en las nubes.»

Otros días, son un poco más subidas de tono...

«Si todo lo que brilla fuera oro, tu culo sin pelos sería mi tesoro.»

Ace responde cada nota de la misma manera que ha estado haciéndolo durante este tiempo, alternando comentarios dulces y sugerentes dependiendo de cómo de intensos sean sus sentimientos cada día.

Deja la siguiente nota entre barriles de sake en la próxima fiesta. Todos están borrachos, y los sentidos del mismo Ace está tan inhibidos que ni siquiera se avergüenza cuando apoya su cabeza en el hombro de Marco mientras este lee la nota.

«Si ser sexy fuese un delito, te pasarías la vida en Impel Down.»

—Soy un pirata, Ace", dice Marco lentamente. Está sobrio, pero su rostro está sonrojado por el repentino calor detrás de su cuerpo. "Por supuesto que me pasaría la vida en Impel Down..."

—Pero eres más sexy que pirata, créeme —expresa Ace con convicción.

Marco se ríe y suena maravilloso para sus oídos. Cuando una pequeña oleada de vergüenza lo recorre de arriba abajo, Ace tapa la boca del rubio con su mano.

—¡No te rías! ¡Era un halago!

Siente como las comisuras de los labios del mayor se fruncen bajo su palmas y Ace lo fulmina con la mirada. Marco se mueve lentamente para apartar la mano de su boca descubriendo una sonrisa extrañamente atractiva. Aún así, no suelta su mano. Ace mira, impotente, cómo el rubio tira de la mano para devolverla a sus labios, pero en vez de taparlos, besa el dorso de su mano.

La respiración de Ace se entrecorta. Marco mira hacia arriba y sus ojos son del más profundo azul, como dos charcos del mismo océano. Toda la palabrería valiente de Ace desaparece de la punta de su lengua mientras su cerebro se convierte en masilla. Ni siquiera la cabeza de Luffy está tan vacía como la suya en este momento.

Marco se inclina hacia delante y el simple movimiento hace que el pecho de Ace retumbe como los Tambores de la Liberación. Ruidoso. Alegre. Caótico. Mareado, Ace cierra los ojos y deja escapar un solo aliento.

Y Marco lo atrapa.

Los labios del primer comandante se mueven contra los suyos. Es un movimiento suave, dulce y dolorosamente lento. Ace sigue el ritmo sin pensarlo, su cabeza vacía y su corazón cálido. No sabe exactamente cuánto dura, pero en algún momento sus labios ya no se tocan realmente. Sus caras están cerca, sus narices alineadas y sus frentes apoyadas una contra la otra. Es más de lo que Ace esperaba, más de lo que cree merecer. Egoístamente, Ace pide más. Y Marco se lo da.

Lindo, ¿verdad? Sería una pena que alguien cometiera un asesinato en el próximo capítulo jijiji