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Ace está hablando con Thatch y Oyaji. Marco ha estado intentando atraparlo los últimos días, pero por una cosa o por otra, siempre está ocupado. Cuando ve su oportunidad, no duda en acercarse a él.
—Ace.
El azabache se gira para mirar a Marco. Parece un poco desorientado por la repentina llegada del primer comandante y abre la boca para saludar. Marco lo interrumpe antes de que pueda soltar una sola palabra.
—¿Sabes cómo dicen hola los patos?
Ace parpadea con confusión. —¿Qué...?
—Konichi cuack.
La cubierta se queda en silencio. Por primera vez desde que ha llegado, Marco mira a su hermano y a su padre. Thatch tiene esa expresión que hace cuando está a punto de reír escandalosamente. Oyaji se frota el puente de la nariz con sus dedos gigantes como si estuviera reconsiderando algunas cosas.
Marco se sonroja levemente, pensando que quizás no fue una gran idea decir eso delante de todo el mundo. Sin embargo, se mantiene dignamente frente a Ace.
Entonces el chico rompe en carcajadas. Marco nunca había pensado en lo bonito que es el sonido de la risa de Ace, la forma en que sus ojos se arrugan y sus pecas se estiran. Queda hipnotizado por todo en el joven hasta que vuelve a mirar a Marco, limpiándose las lágrimas de risa que han escapado por el rabillo de sus ojos.
—¿Qué bicho te ha picado, Marco? —dice soltando algunas risitas— Es lo más divertido que te he oído decir desde que te conozco.
(—¡Esto vale oro! Haruta, dime que lo has grabado.
—Por supuesto que sí, Thatch, ¿quién te crees que soy?)
Marco ignora deliberadamente a sus hermanos, anotando mentalmente que debe enseñarle una lección a un par de comandantes más tarde. Por ahora, Marco le da una sonrisa ladina a Ace y se cruza de brazos.
—Estaba tratando de demostrar algo.
La curiosidad brilla en los ojos de Ace. —¿Si? ¿Demostrar qué?
—Que no eres el único que puede ser ridículo, Ace —Marco sonríe con confianza y saca un trozo de papel de su faja para dejarlo en la palma del más joven. Luego se acerca y le susurra—. Este es mi contraataque.
Dejando a Ace congelado en el sitio, Marco se aparta para dirigirse a cualquier otra parte y recuperar la poca dignidad que le queda. Mira a su padre por el rabillo del ojo, casi con temor.
Cuando le preguntó, Barbablanca se negó a traicionar la identidad de su admirador secreto, por lo que Marco decidió seguir sus instintos y arriesgarse con Ace. Ahora, al ver la sonrisa satisfecha de su padre, Marco no se arrepiente de haber hecho el ridículo.
—¡Y luego Marco se acercó y dijo...!
Y además, Marco sonríe siniestramente al oír la voz de Thatch, ahora tiene una víctima sobre la cual descargar todo el estrés que ha estado sintiendo por su admirador.
Estoy indecisa sobre si narrar ahora los capítulos desde el punto de vista de Ace, continuar con el punto de vista de Marco o ir alternando entre ambos. ¿Qué decís?
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