Marco tiene cientos de hermanos. Puede descartar a todos aquellos que no estuvieron ayer en la cubierta pero todavía deja muchísimos hombres como candidatos. También debe pensar que quizás esa persona tiene un cómplice, eso o es lo suficientemente valiente como para arriesgarse a acercarse a tres comandantes para dejar el mensaje.

Aún no está seguro de si es una broma o no. Thatch está demasiado emocionado y, aunque le pese admitirlo, Izo también. Marco no puede discernir sus sentimientos con respecto a las notas, no aún. No sabe cómo sentirse sabiendo que uno de sus hermanos podría estar verdaderamente interesado en él.

—¡Marco! ¡Marco! ¡Marco! —sus pensamientos se cortan cuando Haruta casi choca con él— ¡Marco, Thatch y yo hemos encontrado esto! ¡Thatch dice que es para ti, que es importante!

Marco entrecierra los ojos mirando con sospecha del papel doblado al rostro emocionado del comandante más pequeño. Coge el trozo de papel pero no lo abre.

—¿Lo habéis leído?

Haruta sacude la cabeza. —No lo he hecho pero creo que Thatch sí —arruga la nariz—. Lleva un rato llorando de la risa en la cocina.

Un mal presentimiento se asienta en el fondo de su estómago cuando recuerda la promesa de poesía que su supuesto admirador secreto hizo. Abre el papel lentamente con miedo de encontrar una frase estúpidamente romántica y melosa.

Es aún peor.

«Me convertí en pirata no por el oro ni la plata, sino por el tesoro que llevas entre tus patas.»

Haruta se pone de puntillas para mirar por encima de su hombro y jadea al leer la frase. Marco mira a su hermano con los ojos muy abiertos. Demasiado tarde, Haruta ya ha salido por la puerta y Marco tiene pocas dudas de que para el momento que salga de su habitación, todo el barco habrá sido informado de esto.

Marco se hunde en su cama cuando escucha las carcajadas de su padre.