Una Noche De Insomnio
[...]
Agradecía al cielo que la inesperada visita de Lordbug haya sido un viernes. No soportaría ver el rostro del azabache después de ser descubierto, aunque no fuera por él.
"—Tu poema, lo escuché."
El solo recordar esas palabras le provocaba un escalofrío y obligaba a su sangre a subir hasta lo más alto de sus mejillas.
¿Por qué había escrito aquello?, ¿por qué se obligaba justo ahora a releer una y otra vez sus fantasías?, ¿acaso la humillación de ser descubierto por un héroe no era suficiente?
Mordió la almohada para evitar que su grito de frustración fuese oído, después de sentirse un poco mejor se recostó boca arriba dejando a la hoja maldita reposar en su pecho. Miró el techo, tratando de perderse en él como todas las noches. Falló, pues se encontraba preso de su cama y de su desafortunada realidad.
—No dije ningún nombre... está bien...— susurró. —No lo sabe.
Tres pequeños golpes a su puerta de vidrio, la del balcón, le hicieron levantarse con sorpresa. Era el enmascarado, opacando con su figura la difusa luz de la luna.
Colín le miró por unos segundos, creyendo que se trataba solo de una alucinación. Claro, porque era imposible que el héroe tuviera el valor de volver aún cuando ayer lo empujó al vacío. El de aretes le sonrió, saludando alegremente con una mano y señalado con la otra el cerrojo, pidiendo que le abriera.
Por supuesto, justo ahora el rubio deseaba que la "valentía de héroe" fuera solo un argumento barato de las historias y no un requisito necesario en la realidad.
Se levantó de su cama suspirando y caminando a paso lento, sin ganas, le abrió.
—Vaya... sigues vivo...
—No, te equivocaste. — entró a la habitación sin pedir permiso.—Tus palabras deberían ser; ¿estás bien?, ¿cómo estás después de que te empuje desde la habitación más alta del hotel?
—¿Por qué volviste?
—¿Por qué huiste ayer?
—Al parecer no sabes lo que se dice de las personas que responden una pregunta con otra pregunta.
—No, no sé, no me importa, ¿debería?, ¿por qué huiste ayer?— se giró bruscamente, quedando sin querer más cerca de lo que planeaba.
—Me pareció repugnante descubrir que el gran Lordbug es un acosador que escucha a las personas sin permiso.
—Oh, que coincidencia...— soltó, sin borrar esa pequeña curvatura de sus labios. —A mi me pareció maravilloso descubrir que el malvado Colín Bourgeois es un romántico que compone poesía en secreto.
De nuevo, incapaz de poder evitarlo, el calor y la vergüenza le invadió.
—¿Me vas a extorsionar?, que poco moral, ético y heróico de tu parte.— trataba de sonar lo más convincente posible, pero el nerviosismo era tanto que fue imposible.
—Eres más alto que yo...— empezó a decir, reprimiendo los comentarios burlescos que habían pasado por su mente. —Eso me molestaba un poco al principio.
—¿Y eso a mi qué?— se cruzó de brazos.
—Sé un secreto tuyo, te he dicho uno mío. Estamos a mano.— explicó. —Me molesta que seas más alto que yo.
—Te oí la primera vez, ¿por qué me repites...
—Dije mi secreto dos veces. —interrumpió elevando sin querer su tono de voz. Desvió la mirada al notarlo, mostrándose avergonzado por primera vez desde que le conocía. —Déjame escuchar el tuyo una vez más.
La petición había salido casi sin pensar, sorprendiendole no solo al rubio sino que así mismo también.
—¿Qué?
Se sintió cohibido ante el susurro de Colín.
—Quiero... escucharte recitar. — le miró a los ojos, tratando de que eso le ayudara a parecer más serio o que no se estaba burlando como probablemente él creía que hacía.
—¿Por qué?
—Quiero escucharlo, por favor.
—Son solo unos horrendos escritos sin sentido.
—No lo son.— tomó el brazo del más alto, aunque lo hizo por puro reflejo al querer llamar sus atención. —Son muy bonitos.
—Mentiroso.
El azabache se quedó mirando atentamente como aquellas pálidas mejillas eran ahora levemente rosas, como aquellos altaneros ojos se veían cristalizados y supo por fin como es que se escuchaba aquella fuerte voz impregnada en miedo.
Quería seguir siendo espectador de ese tipo de escenas.
—Esta bien, no me muestres tus poemas.— dijo, deslizando lentamente la mano que le sostenía por el brazo hasta dejarla en el cuello, sintiendo como el rubio se tensaba ante el repentino tacto. —Enseñame a escribirlos.
Soltó una risa al escuchar su nueva y estúpida petición.
—Lamento decepcionarte Lordbug, pero no soy un escritor, ni un poeta, ni mucho menos profesor.— quitó con cuidado el agarre del heroe. —Soy solo un egocéntrico y sarcástico con insomnio.
Un puchero se apoderó de él ante la negativa.
¿Qué otra cosa podía pedir para tener la excusa de ir a verle también mañana?, porque no quería que le llamaran acosador de nuevo, ya no lo era.
Colín le miraba sin entender porqué se había obsesionado tanto con el tema, él no era la única persona en París que se desahogaba de aquella peculiar manera.
—Entonces...— le volvió a escuchar hablar después de unos segundos de mutuo silencio. Sus ojos brillaban, su voz se notaba emocionada y su habitual sonrisa le adornó otra vez. —Regalame una...
—¿Una qué?
—Una noche de insomnio.
Dijo que si.
Solo porque cuando sonríe sus ojos se achican, como los de él.
[...]
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