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Que Le Volvieron Loco

[...]

Sabía que su día sería agotador cuando al salir a su balcón no encontró la hoja, y en cambio, encontró ese mismo trozo amarillo de papel con un texto extra.

"Pediste una explicación
Y sin notarlo la entregué
Hice lo que el rey ordenó
Aunque sé que me arrepentiré

Ahora que su alteza ordena
Que por favor me aleje
Quiero jugarme la condena
Pidiendo que junto a usted me deje."


Lo que hizo después de leer aquello simplemente no pasa por su mente; como si sus pensamientos y recuerdos se hubieran quedado en aquel instante. Se sentía muy confundido, ¿de verdad Lordbug le había respondido?, porque había sido él, ¿cierto?

—¿Pasó algo bueno?

—No, para nada.

—¿Nada bueno?, ¿en serio?

—Mario, estás insoportable y solo llevamos hablando unos segundos.— se cruzó de brazos, molesto.

—Me rindo...— se sentó junto al rubio. Era hora del almuerzo y la mayoría de sus compañeros habían salido. —Eres exasperante.

—¿Yo?, ¿disculpa?

—¿Por qué no puedes ser amigable una vez en tu vida?, cuéntame cómo te fue, que hiciste... o algo.— se dejó caer en la mesa con frustración.

Colín suspiró, era obvio que no quería hacerlo.

Pero al contrario de los pensamientos del azabache, la razón era más compleja de lo que parecía. No quería hablar con él, ser su amigo, ser cercanos porque sabía perfectamente cuáles eran los riesgos de eso.

Porque podía ser que aquella pequeña chispa terminara por incendiarlo todo.

Colín no estaba listo para eso. No pensaba aceptar en un futuro cercano que aquel cosquilleo no era de molestia o que su mirada terminaba buscándolo entre la multitud porque lo detestara. No podía permitir que ese algo se convirtiera en más.

No debía.

Pero ahí estaba el causante de todo, siendo insistente y terco como nunca antes lo fue, pidiendo dulcemente su amistad y una oportunidad de acercarse; igual que cuando se conocieron por primera vez. No le aceptaba un no por respuesta sin justificación, y justificación es exactamente lo que le faltaba.

—Si, pasó algo bueno...—comenzó a contar. Mario le miró con atención. —Pero no te diré que es...— se mordió levemente el labio, regañandose mentalmente por haber hablado.

—¿Por qué no?— se acomodó de nuevo. —¿Es un secreto?, soy bueno guardando secretos...

—¿Tu?, ¿bueno guardando secretos?— soltó una carcajada. —Señor obviedad, creo que mientes.

Mario entendió perfectamente la indirecta.

—Bueno, no soy del todo bueno guardando ciertos secretos...—rió. —Me vuelvo un poco tonto cuando me enamoro.

—Vives enamorado, entonces. Mis condolencias.

—Estar enamorado es hermoso.— le aseguró.

Y lo apoyaba... todo lo que alguna vez leyó sobre amor lo hacía, pero su experiencia no le dejaba creerlo sinceramente.

El amor le gritó más de una vez en la cara que no era suficiente, lo golpeó tan fuerte hasta dejarlo en cama en agonía, le dejó miles de veces en espera de que el sueño le tuviera lástima, le había torturado en incertidumbre toda su vida y le había hecho sentir un fenómeno.

A Colín el amor lo había matado.

—No lo es...—habló. —Tu lo dijiste, el amor te vuelve tonto.

La mirada curiosa de Mario lo decía todo, y aún así, se atrevió a preguntar.

—¿Nunca te has enamorado?

—No vale la pena gastar sentimientos en algo tan absurdo y molesto.

—Qué lástima que pienses así...— se volvió a recostar en la mesa. —Espero que algún día encuentres a alguien que te haga ver lo equivocado que estás.

La risa burlona salió casi sin pensar de sus labios.

—No voy a encontrar a nadie, porque no planeo buscar nada.

—Entonces espero que te encuentren...

—Eres un terco de lo peor, Dupain.

La campana que anunciaba el final del almuerzo sonó, obligando al zabache a volver en silencio a su lugar. Colín bajó la mirada, repitiendo las palabras de Mario en su mente.

"Encuentrame."

Pensó entonces, se dió cuenta muy tarde de lo estúpido que había sonado.

(...)

¿Por qué las personas seguían atreviéndose a pensar que él era tonto?, ¿de verdad lo parecía?, porque si su respuesta era si será mejor que busquen otro país en donde vivir.

Si, estaba absorto en su libro hasta hace un segundo, pero la nada discreta mirada de Lordbug lo había distraído. ¿Se supone que estaba escondido o solo fingía?, esperaba de verdad que estuviera jugando, porque sería absurdo si él creyera fielmente que las hojas de la planta le cubrían por completo.

Bajó el libro fastidiado.

—¿En serio?, ¿y tú salvas París diariamente de peligrosos villanos?— le dijo, asustandolo en el proceso. —Disculpa pero comienzo a dudarlo.

El azabache lo único que hizo fue agacharse más, tratando tal vez de esconderse inútilmente. Colín bufó exasperado, se levantó de su cómoda cama y fue a enfrentarle; se paró frente a él de brazos cruzados y el ceño fruncido.

—Entonces si me viste...— susurró.

—¿Qué crees que soy?, ¿ciego?, ¿tonto?

—¿Sigues molesto?— ignoró la molestia del otro.

—Yo no estaba molesto, ya te expliqué que...

—No lo hiciste, me echaste de tu habitación y tratas de hacerlo de tu vida por medio de un postic amarillo.

El rubio soltó una pequeña risa sin querer, el héroe tenía un tono mezclado de enojo, frustración, burla y reproche en su voz; como un niño que está siendo regañado pero intenta defenderse.

—Un postic amarillo y un pequeño verso, de hecho.

Lordblog pareció recordar algo, dejó de lado su gran escondite y se paró correctamente frente al más alto.

—¿Lo leíste?, ¿leíste mi respuesta?

Colín bajó ambos brazos, escondiendo ambas manos en las bolsas de su suéter.

—No sé de qué hablas.

—Lo hiciste. — sonrió ante la mala actuación. —¿Qué dices?, ¿vas a responder con otro verso?, ¿en algún otro postic...

—¡Pero como hablas, hombre!— interrumpió elevando la voz. —¿No te cansas de hacer preguntas tontas?

—Dicen que preguntando se llega a roma.

—Prefiero pagarte el viaje...— tomó el puente de su nariz con cansancio.

—Pero no quiero llegar a Roma...— el héroe agrandó su sonrisa. —... Quiero llegar a ti.

Se sintió incluso un poco ofendido cuando las carcajadas del otro se escucharon sin pena alguna. Ahora que analizaba sus palabras, se sentía un poco avergonzado. Se cruzó de brazos con fingida molestia para esperar a que se calmara el burlesco sonido.

—Quiero llegar a ti...— repitió, aún riendo y tratando de recuperar el aliento. —¿Quién eres y qué hiciste con el valeroso, frío y calculador héroe que dice que encariñarse con alguien usando la máscara es peligroso?

Quedó callado unos momentos porque era ignorante de la respuesta. Era cierto, él miles de veces dijo a sus compañeros que apegarse a alguien usando su alterego era muy peligroso y que estaba prohibido; que algún villano podía descubrirlo y usarlo en su contra.

Pensó en alguna excusa; "ya rechazase a mi yo civil", "Mario intenta acercarse pero es difícil", "solo quiero ser tu amigo".

¿Por qué cada vez que lo repetía en su mente sonaba más absurdo que antes?

—Soy un egocéntrico con insomnio... — usó sus palabras en su contra. —Que quiere saber más de este vil poeta...

Lo pensó una y otra, y otra vez...

Seguía sin entender porque no podía negarse a sus peticiones, por más tontas que éstas fueran. Porque le escuchaba a él,  pero pensaba en alguien más.

Las palabras de Lordbug no fueron las que le volvieron loco, fue su locura la que hizo que esas palabras no fueran del héroe.

[...]

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