Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Que Le Creyó

[...]

—Entonces...— soltó confundido ante la bizarra imagen que tenía en frente. —Estás diciéndome que en los últimos seis meses, desde que empezaron las clases, cuando te pregunté si había algo nuevo... ¿no se te ocurrió contarme esto?— señaló a Mario, quien no solo estaba sentando junto a Colín, sino que también se atrevía a recargar su cabeza en el hombro del otro para poder leer del gran libro.

—¿Disculpa?— soltaron ambos ante la repentina voz de Samuel.

—¿Incluso se sincronizan?— cubrió su boca con espanto y pudo jurar que un escalofrío le recorrió. —Que aterrador...

—¿Ya es hora?— ignoró el drama y se levantó de su asiento, empujando brusca y repentinamente al azabache.

–¿Disculpa?– repitió con tono indignado. —Seis meses, Colín...— frunció el ceño. —¿Llevamos seis meses juntos y nunca le hablaste de mi a Samuel?

¿El comentario había sorprendido a todo aquel que lo escuchó?, efectivamente. Y aunque la mueca asqueada del rubio escondió perfectamente su nerviosismo no pudo evitar esconder sus manos en las bolsas de su suéter.

—¿Cómo?— elevó la voz el pelinaranja. —¿Llevas engañandome seis meses con Mario?

Esta vez la mueca asqueada no fue fingida.

—¿Qué?

—¿Hemos sido engañados por este tirano?— siguió. —Oh, Samuel, ¿qué haremos?

—La pregunta es; ¿qué harás tú?— se apresuró a colgarse del brazo del rubio, que estaba congelado en su lugar sin entender nada. Los compañeros de clase que aún quedaban veían la escena divertidos. —Colín es mío.

Frunció el ceño ante el acto.

Samuel ya sabía que mantenía una amistad con Colín, Mario se lo había contado hace una semana exactamente, cuando se quedó jugando de más con Maxi y la había hecho olvidar que tenía una cita con él; la había acompañado para poder disculparse junto a ella por las dos horas de retraso.

Así que entendía perfectamente que toda la escena dramática que estaban montando era una broma para molestar al más alto, pero que difícil era ver y escuchar ese tipo de cosas sin poder decir nada en contra.

–Deja de tocarlo...— se acercó para poder separarlos, tratando de controlarse y de que siguiera pareciendo una ridícula actuación. —Lo contaminas.

—No, tu deja de tocarlo... — sonrió al ver la expresión en el rostro de su mejor amigo. —¿No ves que no soporta tenerte cerca?— lo jaló de nuevo hacia él, abrazandolo esta vez de los hombros.

Y ver que Colín no hacía nada por apartarse solo le recordó lo cercano que era a Samuel. Y lo entendía, sabía que él era el único que tenía permitido hablarle casualmente, abrázarle, regañarle e incluso en ocasiones golpearle levemente cuando fuera necesario para devolverlo a la realidad.

—¿Qué parte de no lo toques no entiendes?— repitió, jalandolo de vuelta. Entonces lo abrazó por los hombros, como el pelinaranja hacía hace un momento, porque era tan infantil e inmaduro que se había sentido celoso de ese simple acto y quería hacerlo también. —Lo contaminas.

—Pero que terco eres. —comenzó a manotear para separarlos a base de leves golpes. —Ven, bebé, el panadero feo ya no te va a molestar. - fingió limpiarlo y fingió un beso en la frente.

Colín soltó una risa.

Tal vez ante el tonto tono de voz que Samuel había usado, tal vez por el infantil apodo o ante lo exagerado de sus actos. Aún sin importar la razón, Mario envidió el no haber sido el causante esta vez.

—¿Qué les parece si los dos dejan de contaminarme y se van juntos como los engañados que son?

—¿Aceptas que me estás engañando?

—Acepto que me contaminas.

No supo porque hizo aquello.

Tal vez porque comenzó a sentirse inseguro ante Samuel, porque Colín parecía genuinamente cómodo con él, porque le seguía las bromas y le miraba con esa leve sonrisa que desde hace un rato no desaparecía de sus labios.

Tal vez porque las palabras que Colín le había confiado a Lordbug aparecían en su cabeza de repente. Aquellos lamentos de que nunca sería correspondido por el chico que amaba porque él no le veía de esa forma y porque él no tenía esas preferencias parecieron tener sentido. El pensamiento de; ¿Y si se trata de Samuel? apareció de repente, haciéndolo sentir como tonto por no haberlo notado antes.

¿Él era el sufrimiento de Colín?, ¿era él la razón de su poesía?, porque de ser así, se sentía incapaz de ganar.

Un héroe que había salvado a París incontables veces, que era elogiado a diario por su valentía, fuerza y liderazgo se sentía incapaz de ganarle al amigo de la infancia de su amor unilateral. Y se sintió patético.

Entonces pensó que era injusto, que era terriblemente molesto rendirse solo por eso, sabía que iba a perder; pero se negaba a hacerlo sin haber intentado algo.

Entonces lo tomó de la muñeca, lo jaló hacia él interrumpiendo la plática que mantenían sobre el lugar al que irían y se atrevió, descaradamente, a darle un suave y rápido beso en la mejilla.

—Lo contamine, no lo toques.

Samuel pareció extremadamente sorprendido, pero el ver la retadora sonrisa de victoria en Mario le hicieron creer que solo era competencia y comenzó a discutir nuevamente con él; dándole un discurso sobre bacterias, virus y lo osado que era por hacer aquello.

Ambos ignorando que alguien no podía dejar de marcar un inexistente ritmo dentro de sus bolsas.

(...)

—¿La próxima vez podemos pedir pastel con fresas?

Su reunión había sido simple; un café y unos trozos de pastel en la cafetería de siempre. Samuel le había llamado para contarle que se había confesado por fin a Maxi, su ex compañera de clases, y que ella había aceptado sus sentimientos. Le escuchó contar toda la historia, con detalles y la poca coherencia que su emoción le permitía tener. Se sentía sincera y genuinamente feliz por él, porque a pesar de tener sus momentos malos, seguía siendo el único amigo que tenía y realmente lo apreciaba.

—Samuel, no estoy seguro de que podamos seguir siendo amigos.

El pelinaranja rió y no dijo más, solo se despidió con la mano y se marchó.

Colín entró a su hotel, subió hasta su habitación y se lanzó a su gran cama sin siquiera encender la luz. Cubrió su rostro con la almohada sin poder procesar muy bien todo lo que había ocurrido.

Esa ridícula pelea fue algo que le molestó al comienzo. Luego, tontamente, había decidido imaginar que era algo real, que Mario de verdad actuaba así por él.

¿El beso?, ni en sus fantasías más locas lo hubiera considerado posible. El solo recordarlo le hacía revivir el momento, le hacía revivir el calor y la suavidad de sus labios. Solo recordarlo le hacía sonreír como tonto pero... algo había cambiado.

—¿Por qué tan feliz?, ¿te divertiste sin mí?

—¡Por los prodigios!— elevó la voz asustado. —¿Qué haces aquí?

—¿Lo mismo que todas las noches?— devolvió la pregunta con sarcasmo. —Llegué a la hora de siempre pero al parecer estabas más ocupado. Mira que llegar una hora tarde aún cuando nos reunimos en tu casa me parece muy grosero.

—No puedes culparme, ¿cómo querías que te avisara?

—Pudiste avisar ayer.

—Samuel me pidió vernos en la mañana, ayer no lo sabía.

No pudo evitar que un puchero se asomara al escuchar el otro nombre.

—Claro, y como es Samuel no podías decirle que no.

—Exacto.

Dió un gruñido, cruzando los brazos de manera infantil. Colín sabía que estaba celoso, pero los consideraba celos amistosos e infantiles. Le divertía. Incluso ya estaba esperando que le preguntara; ¿él o yo?, y obvio le respondería que él solo para molestar.

—Traidor, infiel, deshonesto e impuro.

Se relajó y se sintió aliviado al escucharlo soltar sus carcajadas.

—¿Por preferir a mi mejor amigo, a mi compañero, a mi alma gemela, al amor de mi vida?— exageró.

—No me caes bien, creo que comienzo a odiarte.

—Me caes bien, creo que comienzas a gustarme.

Sonrió sin darse cuenta ante la mentira.

—Pero no tanto como él, ¿verdad?

Él se refería a Samuel, Colín creyó que hablaba de Mario. Aún así no supo que responder y eso solo le confundió.

Gustaba de Lordbug, si, pero le gustaba más él... ¿verdad? Estaba enamorado perdidamente de Mario, ¿no?, eran cariños totalmente diferentes.

Su mentira le decía que su amor seguía siendo de su enemigo de antaño.

—¿Puedes hacerme un favor?— pidió.

—Siempre.

—Bésame.

Así que le creyó.

[...]

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro