Escríbeme
[...]
—¿Mario?, ¿estás bien?— llamó Tikki, al notar que su portador no se había levantado de su cama. —Sé que es sábado pero no puedes estar todo el día ahí...
—No sé que hacer...— habló por fin, ladeando la cabeza pues se encontraba boca abajo.
—¿Por qué no le dices lo que sientes?
—¿Quién?, ¿Mario o Lordbug?
La pequeña criatura pareció entender.
—Ya veo... — se sentó sobre su cabeza. —No servirá de nada si se lo dice Mario porque él ya no te quiere...— el chico soltó un lloriqueo en reproche. —Pero si se lo dice Lordbug tampoco servirá de nada porque aunque le gustes es imposible porque es un héroe.
—... puedo decirle que soy yo... que Mario y Lordbug son el mismo...
—Sabes que es peligroso...
—Yo lo protegeré, ningún villano se le acercará...
—Mario...— intentó hablar.
—Incluso si no lo hiciera él puede solo, digo, me lanzó de su azotea sin ningún problema incluso sin usar un miraculous...
—Mi niño...
—Arriesgaría mi vida con tal de que estuviera a salvo, lo haría. Lucharía contra todos... contra todo el mundo, en serio. Yo me arriesgaría a todo... por él...
—Ese es el problema... lo harías. —suspiró. —Los villanos no lastimarian a Colín, lo usarían para que tu lastimaras a otros por él... ¿lo entiendes?
—Lo hago.– pareció decepcionado. —Entonces... ¿cómo hago que me quiera otra vez?, ¿cómo hago que Lordbug pueda tener algo formal con él?, ¿qué tengo que hacer Tikki?, yo solo quiero estar con él y hacerlo feliz...
—Lo siento, esta vez no sé que decirte para ayudarte.
Quedó en silencio unos minutos, tratando fallidamente de encontrar una respuesta.
—Vamos a patrullar, Chat debe estar esperando...— se rindió.
Salió de su habitación y corrió por los techos de las casas lo más rápido que pudo hasta llegar a la torre Eiffel. Mantenerse en movimiento solía ayudarlo cuando estaba estresado o ansioso así que creyó que eso le ayudaría, pero cuando llegó a la cima y se encontró con la rubia no solo era incapaz de recuperar el aliento sino que su estado de ánimo no había mejorado en nada.
—Vaya... ¿alguien te perseguía?, puedo prestarte dinero, solo dime cuanto necesitas... — bromeó.
—¿Cuánto dinero se necesita para enamorar a alguien que lo tiene todo a sus pies?
—Oh, ya veo... ejercitandote para olvidar tus frustraciones amorosas. Me pasó.
Él rió.
—¿Y funciona?
—Me volví una gran esgrimista, ¿tu que crees?
—¿Estas diciendo que no resolvere nada pero que al menos me volveré el mejor en algún deporte?
—Te recomiendo el béisbol, tienes un buen lanzamiento.
—Eso no ayuda...
—Ayudaría más si me explicas. — se sentó en la orilla, comenzando a mecer sus pies en el vacío.
—Debemos patrullar...
—Por favor, mi Lord, sabe que aunque patrullemos toda la noche últimamente no hay nada interesante. Vamos, cuénteme sus problemas amorosos...
—No son problemas amorosos. — se cruzó de brazos, indignado ante la sonrisa burlona de la chica. —Pero... si hipotéticamente hablando, los tuviera...— se sentó junto a ella, ignorando la carcajada que soltó. —¿Qué me recomiendas hacer?
—Luchar.
—Ni siquiera sabes la historia.
—¡Lucha!
Rió ante las ocurrencias.
—Bien, lucharé. ¿Y luego?
—Ay, mi niño... —se compadeció, dándole unas dulces palmadas en la espalda. —Nunca se deja de luchar.
—Vaya... ese es un pensamiento que definitivamente él compartiría contigo.
—Claro, puede que incluso lo conozca y...— quedó callada al analizar sus palabras.
Giró a verlo, dispuesta a preguntar si había entendido bien, pensando en cómo no sonar grosera. Lo encontró mirando a la luna, sonriendole como nunca antes le había visto sonreír. Una sonrisa que definitivamente le invadió y le contagió.
Porque se notaba que era sincera.
—Chat...
—¿Si?
—¿Y si lucho y pierdo?
Se atrevió a tomar la mano del chico, sosteniendola con fuerza.
—Aprendes de tu derrota y... luchas otra vez...
—Va a ser difícil, porque incluso si él me acepta... ¿cómo hacemos para que nos acepten?
—Si él te acepta... ¿importa si otros te rechazan?
—No. — le devolvió el apretón con cuidado, entrelazando sus dedos con los de ella —Pero asusta.
—¿Lo hace?
—Me da miedo que lo lastimen, que le hagan creer cosas que no son... que siga sufriendo... ¿qué hago si él también tiene miedo?
Realmente no sabía que responder. No había imaginado un escenario similar en su vida y se sentía incorrecto hablar y aconsejar sin tener idea de lo que realmente se sentía estar en su lugar. Lo pensó por un segundo.
—Abrazalo. — respondió sin más.
La brisa nocturna les invadió, y no pudo recordar un momento en el que se haya sentido tan liberado como ahora.
—Gracias, gatita. Realmente aprecio que...
—¿Por eso me rechazaste todo ese tiempo?— interrumpió. —Ahora que lo analizo era demasiado evidente. Digo, ¿me has visto?, solo eso explica que no me quisieras...
Le soltó bruscamente
—Acabas de arruinarlo. — se levantó, dispuesto a irse.
—¡Espera!, ¡no me has dicho quién es!, ¿lo conozco?, ¿me lo presentas?
Y saltó, huyendo de quien hasta hace poco consideró una amiga.
(...)
Esperó a que el salón de clases estuviera vacío para hablar. Él estaba de pie frente a su mesa guardando tranquilamente sus cosas.
—Colín...— llamó
—Mario.— respondió sin mirarle.
—Creo que me gustas...— vió como los libros caían de sus manos, y le pareció tierno la manera en la que torpemente trató de recogerlos.
—Espera, espera, espera... — dejó todo en la mesa. —¿Qué?
—¿No escuchaste?, bien... me gustas.
—Estas loco...— se sentó, tocando su frente. —No, yo estoy loco. Estoy escuchando cosas...
—Me gustas.— las mejillas de rubio se tiñeron levemente. —Y no como amigos, como probablemente estas queriendo interpretar. —el tono carmín aumentó. —Me gustas de manera romántica; de manera que quiero abrazarte, acariciarte, besarte y todo lo que tu quieras dejarme hacer...
—¿Me morí?, ¿es eso?
—Oye...— frunció el ceño. —Estoy terriblemente ansioso y nervioso, y que sigas en negación que parece muy grosero.
—Mario, yo no....
–Déjame intentarlo.— pidió antes de que le rechazara.
Pensar que él mismo era su rival en el amor era más frustrante de lo que creyó.
—Mario, no... yo...
—Por favor. — pidió otra vez.
No había dicho que no, no le apartó cuando tomó su mano y no se negó a que lo acompañara a casa.
Sabía que estaba siendo egoísta.
Escríbeme
Pidió el poema
Aunque la tinta no fuera nueva
Y su letra se viera tenue
[...]
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