Sentada en su sillón estaba

la niña leyendo un libro.

Leía de madrugada

y escuchaba los sonidos

que hacía su taza de café.

Por la ventana al mirar

volvió a su quehacer,

intentando no llorar.

La luna le devolvía la mirada

con el destello directo a su pupila.

Finalmente ella lagrimeaba

cuando dejaba de seguir la rima.

Sufría y se alegraba

en su pequeña inocencia

mientras esperaba

con un rayito de esperanza

a que aparecieran los personajes

que más le gustaban

a esa niña tan amada.