Tan solo con pensar en el abismal universo me invaden, no solo ideas, sino preguntas.
Frases ahora contienen signos de interrogación, complicados asuntos significativamente difíciles de comprender, cuestiones dignas de análisis abundan en mi cabeza como abundan las estrellas en el espacio.

Y la mayor de todas aquellas interrogantes es: ¿encontraré algún día respuesta a todas mis inquietudes?

Me aterran las miliares de preguntas que me invaden sin respuesta al solo observar el cielo, palpar una hoja, oler una bella flor o simplemente pensar en la majestuosidad del cuerpo del hombre.

Y aunque le encuentre explicación a una rara ecuación, otra más complicada viene a mí, atraída por pura gravedad pues soy aquel imán que adhiere cualquier signo de interrogación en cuanto realice el llamado experimento mental... pensar.

Involuntariamente atraigo sus propiedades nutriendome de ellas que me saben a dulce sabia que corre en sus nervaduras, y pasan a ser parte de mis átomos, mis células.
Rompo el espacio y el tiempo, aunque son lo mismo, recargando mi cerebro con luz en línea recta, tratando de convencerme de que todo tiene un "por qué".

El campo gravitacional que me rodea está tan saturado en preguntas que suelen curvar mi dimensión creando un multiverso, entre agujeros de gusano me transporto de análisis en análisis hasta llegar a una conclusión:
aunque quiera nunca terminaré, nunca dejaré de hacerme preguntas, como también jamás dejaré de buscarles respuestas, y pase lo que pase seguiré confiada en que todo el universo, sea curvo o no, tiene un solo propósito: mantenernos con vida y deleitarnos con sus misterios.

Buscando respuestas como toda buena científica ando, tratando de probar cada teoría para volverla una rotunda respuesta a alguna de mis preguntas.
Jamás quedaré satisfecha, eso es seguro. Mi hambre por probar un poco más siempre está presente, como un eterno y perenne antes y después enredado en el tiempo y la mayor Divinidad.