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9. Llamada y comida

Mientras desayunaban, Ferran propuso la idea de ir al parque de la zona para disfrutar del buen clima, pero Fermín y Gavi se negaron, alegando que tenían que regresar a sus departamentos para ocuparse de algunas cosas pendientes.

Después de que Fermín y Gavi se despidieran y se fueran, Ferran y Ansu quedaron solos en el parque. Ferran aprovechó el momento para sacar el tema que lo había estado inquietando.

—Ansu, tengo una pregunta. ¿Cómo es que Gavi conoce a Pedri? ¿Y cuál es el apellido de Pedri? —preguntó Ferran, mirando a Ansu con curiosidad.

Ansu frunció el ceño, sorprendido por la pregunta de Ferran.

—¿Por qué quieres saber eso? El apellido de Pedri es González. ¿Por qué la pregunta? —respondió Ansu, intrigado.

Ferran sintió un nudo en el estómago antes de responder.

—Porque ese mismo Pedri, el doctor Pedri González, es mi compañero en el hospital. Además, es mi mejor amigo —confesó Ferran, mirando a Ansu con expresión seria.

Ansu se quedó boquiabierto ante la revelación de Ferran. No podía creer que Gavi y Pedri estuvieran conectados de esa manera, y mucho menos que Ferran conociera a Pedri tan íntimamente.

—¡Vaya! ¡Qué casualidad! No tenía ni idea de que fueras amigo de Pedri. Y mucho menos que trabajaras con él en el hospital. Esto es... sorprendente —comentó Ansu, asimilando la noticia.

Ferran asintió, sintiéndose aliviado por haber sacado el tema a la luz.

—Sí, lo es. Y ahora todo tiene más sentido. Pero, ¿cómo es que Gavi conoce a Pedri, terroncito? —insistió Ferran, deseando obtener respuestas.

Ansu le contó a Ferran cómo Gavi y Pedri se habían conocido y desarrollado una amistad a lo largo del tiempo, mientras ellos dos continuaban su conversación en el parque, procesando la nueva información y fortaleciendo su vínculo como pareja.

...

Había pasado un mes desde que los caminos de Pedri y Gavi se habían cruzado en el hospital. En ese tiempo, se habían hecho muy amigos, compartiendo momentos de comida, cine y largas conversaciones nocturnas por teléfono. Para Gavi, esas llamadas eran el momento más esperado del día, donde Pedri le contaba sobre su trabajo en el hospital y él compartía sus experiencias en la universidad, especialmente sobre sus clases de literatura, que tanto le apasionaban.

Era viernes por la noche, y Gavi, después de terminar su rutina nocturna para cuidar su piel, se tumbó boca arriba en la cama con el móvil en el pecho, esperando la llamada de Pedri. Sabía que en cualquier momento sonaría y la voz de su amigo llenaría la habitación, trayendo consigo la calidez y la cercanía que tanto apreciaba.

El móvil finalmente vibró, indicando una llamada entrante. Gavi sonrió y contestó.

—¡Hola, Pedri! ¿Cómo ha sido tu día? Cuéntame todo.

Pedri respondió amablemente diciendo que no había pasado nada fuera de lo normal y le preguntó a Gavi si ya había cenado. Gavi, con una sonrisa, admitió que aún no lo había hecho, pero Pedri lo regañó suavemente, diciéndole que debía cuidar su alimentación.

—Tranquilo, Pedri, ya comeré algo más tarde —respondió Gavi, tratando de calmar las preocupaciones de su amigo.

Pedri rió levemente y le dijo que eso se solucionaba fácilmente. Gavi, confundido, preguntó cómo, a lo que Pedri respondió enigmáticamente:

—Ve a abrir la puerta y lo averiguarás.

Gavi frunció el ceño, preguntándose qué quería decir Pedri con eso, pero decidió no pensar demasiado en ello y simplemente obedeció. Se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta de su departamento, preguntándose quién podría estar allí a esa hora de la noche.

Al abrir la puerta, se encontró con una agradable sorpresa que lo dejó sin palabras. Del otro lado de la puerta, aún con su uniforme de color rojizo del hospital, estaba Pedri sosteniendo dos bolsas en las manos que Gavi supuso que eran comida. Pedri, con una sonrisa, dijo: "Alguien llamó al delivery, del Doctor González".

El sevillano soltó una carcajada y se lanzó a abrazar a Pedri por el cuello, agradecido y emocionado por la visita inesperada y la comida que había traído.

—¡Pedri, no sabes lo feliz que me hace verte! ¿Qué has traído? Huele delicioso —exclamó Gavi, aún abrazado a su amigo.

Pedri correspondió al abrazo de Gavi y le mostró las bolsas.

—Pues he traído algo de comida china. Pensé que te apetecería. Además, es importante que comas algo antes de que te conviertas en un fantasma de tanto estudiar —bromeó Pedri, guiñándole un ojo.

Gavi rió y le dio las gracias a Pedri por su preocupación y por el gesto tan especial.

Al entrar al departamento, los recibió la pequeña sala de estar. La mesita para café del medio estaba llena de libros, folios, carpetas, hojas y rotuladores esparcidos por el lugar. Pedri sonrió divertido al ver el desorden, mientras Gavi se mostraba apenado, con los mofletes encendidos, y le afirmó que de saber que él iba a ir de visita, habría limpiado. Pedri negó con la cabeza, restándole importancia al desorden.

—No te preocupes, chico rinoplastia. Me gusta verte así, rodeado de libros y papeles. Me recuerda a mi propio caos en el hospital —comentó Pedri con una sonrisa, mientras seguían hacia la cocina.

En la cocina, dejaron las bolsas en la encimera, y Gavi observaba a Pedri, notando lo bien que le sentaba su uniforme. Aunque en lo personal prefería verlo con su bata blanca, no pudo evitar apreciar lo guapo que se veía.

Pedri notó la mirada de Gavi y le cuestionó con una sonrisa:

—¿Qué ocurre, chico rinoplastia? Pareces perdido en tus pensamientos.

Gavi, muy sonrojado y entre tartamudeos, le dijo que solo veía el uniforme que le quedaba muy bien. Pedri arqueó una ceja, divertido por la reacción de Gavi.

—¿El uniforme o yo? —preguntó Pedri con una sonrisa pícara, disfrutando de la incomodidad de su amigo.

Entre tartamudeos, Gavi intentó aclararse:

—N-no, yo d-digo... el uniforme... n-no tú... D-digo, no digo que t-tú estuvieras f-feo...

Pedri soltó una carcajada, divertido por la situación.

—Tranquilo, chico rinoplastía. Entendí lo que querías decir. Y gracias, supongo, por el cumplido al uniforme —respondió Pedri, riendo.

Gavi suspiró aliviado, sintiendo cómo se le pasaba el rubor de las mejillas, le ofreció a Pedri algo de ropa para que pudiera cambiarse y así no manchar su uniforme. Pedri, bromeando pícaro, le dijo que si se quitaba el uniforme, él ya no lo iba a mirar. Gavi se sonrojó y bufó enfadado, diciéndole que hiciera lo que quisiera.

—Vale, vale, tranquilo. Solo bromeaba —dijo Pedri, riendo.

Gavi se giró hacia el refrigerador para sacar zumo, y en ese momento, Pedri lo abrazó por la espalda.

—Eh, ¿qué haces? —preguntó Gavi, algo nervioso por la cercanía.

—Solo quería decirte que te ves tierno cuando te enfadas —respondió Pedri, con una sonrisa sincera.

Gavi se quedó unos segundos sin saber qué decir, sintiendo el calor del abrazo de Pedri y su corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. 

Finalmente, Pedri aceptó y Gavi lo guió hasta su habitación para dejarle algo que ponerse. Podía sentir la mirada intensa del canario detrás suyo mientras caminaban hacia la habitación. Gavi trató de no estar tan nervioso, o al menos de que el canario no lo notara.

Una vez en la habitación, Pedri se sentó en el borde de la cama, observando con curiosidad la bandera colgada en la puerta de Gavi. Era la bandera gay, y Pedri decidió sacarle plática al respecto.

—¿Qué hay con la bandera? Es bastante llamativa —preguntó Pedri, con curiosidad genuina.

Gavi se sintió un poco incómodo con la pregunta, pero decidió evadir el tema, no estaba listo para hablar sobre su sexualidad con Pedri, al menos no en ese momento.

—Oh, es solo algo que encontré y me pareció interesante. No tiene mucha importancia —respondió Gavi, tratando de restarle importancia al asunto.

Pedri notó la evasión de Gavi, pero decidió no presionarlo. Sabía que su amigo hablaría cuando estuviera listo.

Seguidamente, Gavi le entregó las prendas a Pedri y le ofreció que se diera una ducha, cosa que el mayor agradeció. Mientras Gavi se disponía a salir de la habitación, Pedri lo llamó y le dejó un beso en la frente, agradeciéndole que se preocupara por él. Aquel gesto hizo que las mariposas revolotearan en el estómago de Gavi, y sintió cómo un cálido rubor le subía por las mejillas, incapaz de disimular la emoción que le embargaba en ese momento.

—Gracias, Gavi. Siempre tan atento —dijo Pedri, con una sonrisa cálida que parecía iluminar toda la habitación.

Gavi asintió, pero por dentro, su corazón latía con fuerza, como queriendo escapar de su pecho. Cada gesto amable de Pedri le recordaba por qué se había enamorado de él en primer lugar, y a la vez, le recordaba lo doloroso que era guardar esos sentimientos en lo más profundo de su corazón.

—No es nada. Siempre estás ahí para mí también —respondió Gavi, tratando de mantener la compostura, aunque por dentro, sentía que un torbellino de emociones lo envolvía.

Tras aquello, Gavi se encaminó hacia la sala, donde comenzó a arreglar el desorden, perdido en sus pensamientos. Desde que conocieron, Gavi se había enamorado perdidamente de Pedri, pero nunca se había atrevido a confesarle sus sentimientos. Prefería mil veces tenerlo como amigo que arriesgarse a perderlo para siempre.






Como si no fuera suficiente su desgracia se enamoró 

—Oscar Wilde


Volviiii!!!!!!!!!!

Tenía muy abandonada esta historia el último cap lo sentí soso.

Amando a estos dos <3

En fin.

Los leo.

Lai una poeta enamorada <3

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