Me encuentro mirando la nada, reflexionando bajo el techo que está debajo del cielo estrellado sobre el globo terráqueo. Es curioso que una película, basada un compendio de hojas escritas, ambientado en una época hace más de cien años me haga replantearme ciertas cosas de esta sociedad. La obra, para empezar, se titula The limehouse Golem, y se puede resumir en muerte, locura y ambición. Seguramente de alguna de ellas habrán escuchado. El Golem, un monstruo sin ser monstruo, un humano sin ser humano. Víctima del entorno o asesino de cuchillos afilados, da igual, de cualquier manera siempre daba de que hablar. Me planteaba, como decía, la similitud con nuestra realidad, y he aquí donde doy tres ítems para explicar mejor mi pensar. Ambición, dulce y adictiva, dejamos pobres a otros por ella, aplastamos cráneos por ella, nos volvemos obsesivos con ella. Hacemos más cosas por ella que por quienes amamos. Pensamos que estamos ganando pero cada vez perdemos más y más moral por cada acto en el afán de conseguir aquello que deseamos. A CUALQUIER PRECIO, NO IMPORTA EL COSTO, exclamamos, mientras tanto con herramienta en mano le serruchamos el piso al que en el escenario está triunfando.
Locura, emociones en vorágine, vibrantes y descarriadas. Si el primero era malo, me temo que este es peor, porque poseemos las estrafalarias ideas y el tonto ímpetu del valor. Ya no pensamos bien, ya no sentimos nada, ahora salimos como locos y apuntamos con armas cargadas, y ahora salimos como locos y anunciamos que en el medio del teatro hemos dejado una bomba activada. PARA CELEBRAR, decimos, ES QUE NO HAY NINGÚN FUEGO ARTIFICIAL, nos justificamos.
Muerte, gélida y blanca como la nieve, si el primero era malo y el segundo era peor, por favor déjenme decirles que este último y el primer puesto se ganó. Porque bien llevado acabo los dos posteriores pasos es tiempo de llevar acabo la acción. Ya no se trata de querer, ya no se trata de planear o ignorar, pues ya ha llegado el esperado tiempo de salir y ejecutar. Enseñamos nuestras armas cargadas y presumimos con disparos, enseñamos la plateada hoja y exhibimos su filo cortando. FUE UN ACCIDENTE, explicamos, después de patearle el banco al que con una soga al cuello atamos en la rama de un árbol.
Se preguntarán, quizás, por qué que he de hablar en primera persona plural, pues qué bueno que eso es fácil de explicar. Es hora de citar a Dan Leno, quien no sé si lo dijo solo en ficción o también en la realidad, pero qué más da, estoy seguro de que nadie conoce a quien acabo de mencionar. Él mismo decía que quién sabe de lo que un hombre es capaz si máscara de pantomimas es lo que cada día hemos de usar. Señores, ir a la iglesia no los exenta de pecar. Dormir tranquilos por la noche sin culpa alguna no siempre es sinónimo de paz. Todos Golems somos, algunos antes y otros después. Algunos despiertos, otros dormidos, y algunos sonámbulos. Los despiertos gobiernan, los sonámbulos ven e ignoran, mientras los dormidos o esperan despertar o simplente se a merced deteriorar. Hace más de cien años se hablaba de ambición, locura y muerte. Con los años se supone, hemos evolucionado, y sin embargo, aquí otra vez estamos.