Tres Romances
TRES ROMANCES
I
Hora a destiempo en el tiempo
que no debió de sonar.
La creímos de alborozo
--flores sueltas del gozar.
La creímos de partida
--barquito del buen soñar.
La creímos de retorno
--con la carga de un cantar.
Era la hora de ambos:
pero no debió sonar...
Era la hora de ambos:
de hallar y de separar...
La creímos de alborozo
--fue espina para clavar.
La creímos de partida
--fue adioses para llorar.
La creímos de retorno
--fue senda sin regresar.
Hora a destiempo en el tiempo
que no debió de sonar...
II
Nos parecía la dicha
como si fuera un cristal.
Muro y no muro entre ambos,
viéndonos sin acercar,
se nos rompió, de repente,
quedamos sin separar.
Tu mano supo mi mano,
los labios largo besar.
Yo no quería caricias
--lentos dardos de angustiar--,
ni me quería por playa
que habíase de anegar.
Antes, que el muro existía,
podíamos acercar,
ahora que el muro no existe,
tuvimos que separar.
Rotos y finos cristales
nos hieren de soledad.
III
¿A quién pedirle piedades
óleo activo a este dolor?
Padre Nuestro de los Cielos,
costado roto de amor:
anudaste nuestras vidas
con la soga del dolor,
que es tan fuerte amarradora
como el goce del amor.
No te reprocho presencia
--larga lanza de dolor--,
ni te grito lejanías
para el eco de mi amor.
Me lo pusiste delante
--no supe que era el dolor--,
lo creí para mi dicha
transida por el amor.
Un encuentro y la partida
por senderos de dolor,
despedazados de ausencia,
hecho congoja el amor.
Hacia el mar su ruta sigue
a cuestas con su dolor,
hacia las altas montañas
esquiva voy con mi amor.
Padre Nuestro de los Cielos,
lacerado en el dolor:
milagro yo Te pidiera
--no sé cuál-- para este amor.
Marta Brunet
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