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Poemas de Jaroslav Seifert

El tímido susurro de la boca besada…
 
El tímido susurro de la boca besada
que sonríe: Por un sí,
que hace tiempo no escucho.
Ni tampoco me toca.
Sin embargo quisiera encontrar aún palabras
que estén amasadas
de miga de pan,
o de olor de tilos.
Pero el pan se ha puesto mohoso
y el perfume amargo.
Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas
y me ahogan,
cuando quiero asirlas.
Matarlas no puedo,
y a mí me matan.
¡Y retumban las puertas a golpes de maldiciones!
Si pudiera obligarlas a bailar para mí
se quedarían mudas.
Y aún cojearían.
Sin embargo sé muy bien
que el poeta está obligado siempre a decir más
que lo que esconde el rumor de las palabras.
Yeso es la poesía.
De lo contrario con la palanca del verso no podría
hacer saltar el capullo de los melosos goznes
y obligar al escalofrío
a que nos recorra la espalda
mientras desnuda la verdad.

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En la calma de la memoria
 
En la calma de la memoria y sobretodo cuando cierro fuertemente los ojos,
en el momento que quiero,
veo los rostros de muchas bellas personas que he conocido en la vida y
de algunas de las cuales fui amigo, entonces me vienen los recuerdos,
uno trás otro, cada vez más hermosos.
Y me parece que fue ayer cuando hable con toda aquella gente.
Aún siento el calor de las manos que estreché.
Todos están en mi recuerdo;
pero no me pondré a llorar, aunque las lágrimas, según dice Juvenal,
representan la parte más hermosa de nuestros sentidos.

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El tímido susurro de la boca besada…
 
El tímido susurro de la boca besada
que sonríe: Por un sí,
que hace tiempo no escucho.
Ni tampoco me toca.
Sin embargo quisiera encontrar aún palabras
que estén amasadas
de miga de pan,
o de olor de tilos.
Pero el pan se ha puesto mohoso
y el perfume amargo.
Y en torno a mí se arrastran palabras de puntillas
y me ahogan,
cuando quiero asirlas.
Matarlas no puedo,
y a mí me matan.
¡Y retumban las puertas a golpes de maldiciones!
Si pudiera obligarlas a bailar para mí
se quedarían mudas.
Y aún cojearían.
Sin embargo sé muy bien
que el poeta está obligado siempre a decir más
que lo que esconde el rumor de las palabras.
Yeso es la poesía.
De lo contrario con la palanca del verso no podría
hacer saltar el capullo de los melosos goznes
y obligar al escalofrío
a que nos recorra la espalda
mientras desnuda la verdad.





Jaroslav Seifert


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