Todo comenzó con una gota... Una pequeña gota transparente de lluvia atrevida.
Gota que al verte se exilió del cielo
y se aferró a tu mejilla.
Osadamente comenzó a recorrer tu rostro
y tuve que contener mi ira, cuando la gota atrevida te rozó la boca
sin importarle mi mirada ofendida.
Y me morí de celos al ver ese beso
que mil veces imaginé
robarte a escondidas.
Pero no contento el cielo con esa gota atrevida,
acabó por desplegar todo su encanto con una lluvia de mil gotas atrevidas
y mientras tú mirabas al cielo y sonreías,
ese cielo y sus gotas comenzaron a bailar contigo,
a empaparte en cuerpo y vida, acariciando con lujuria tu piel cetrina.
Llegando incluso a zonas prohibidas,
que ni en mis sueños más atrevidos pensé yo en acariciarte encendida.
Y así extasiada por las caricias húmedas de esa lluvia atrevida, tú te alejaste de mi vista, sin saber que yo quedaba allí muerta de ira, odiando y envidiando a esas gotas y rezando al Infierno para que algún día fueses sólo mía...