5
La primera vez que soñé con ella mi mente nos llevó a un claro, donde la luz
de un Crepúsculo íntimo
lo envolvía todo,
donde la Luna era nuestra cómplice
y había un suelo bordado tapizado de verdes y ocres,
cual lecho donde ella desnuda me esperaba ansiosa con sus brazos abiertos...
Antes de acercarme y tocarla
la miré impactada.
Me costaba creer que aquel cuerpo de color aceituna,
aún virgen, esperaba por mí para despertar,
para transpirar y entregarse obnubilada.
En mi mente planeaba yo besarla hasta emborracharla,
así eso me llevara toda la noche. Ya estaba preparada.
Pero lo que yo había pensado como preludio necesario para que a mí se acostumbrara,
para que no le fuera extraño que fuera una mujer quien la amara, sólo acabó durando lo que dura una ráfaga
porque en cuanto me acerqué me lanzó sobre ella
y enredó sus piernas en mis caderas
y comenzó sin aviso
una danza ardiente que deseaba nunca acabara.
Mis gemidos se mezclaban con los de ella,
mientras sentía nuestros vientres en húmedo fuego hirviente
y sólo yo podía callar mi gemidos cuando mi boca hipnotizada encontraban sus pechos y mis labios se alimentaban de su néctar
y mordían sus pezones arrancándole más gemidos
y haciendo que esa danza de nuestras caderas duraran
hasta que el sol del nuevo día cruelmente me despertara, hallándome yo sin ella y en completa agonía extasiada...
Salvada por sus besos
Pero por amarla, una eterna condenada...
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