La hija de Dios
Oh sedosa desgracia,
De perfectas alas,
Qué retumba ante sus poderes.
Oh celestial princesa,
Destinada a la purificación,
Pero también a la atrocidad.
Aquella llamarada de cabellos rojos cual fuego,
Tan fría como alegré,
Qué de un gélido paraíso;
Sentenció.
La máxima condena,
Del santo grial.
Ella; una pequeña luz,
De bondad y maldad,
La belleza y sabiduría resurgida.
Pero un brillo de maldad se reflejo;
Convirtiendo su vida,
En un tornado sinfín.
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