Oh insuperable esclavo de la perdición, gran ímpetu de placer y seducción.

Oh espléndida dominatriz,
Qué del elíseo nació.
Como una bella doncella,
En busca de su anhelado amor...

Un amor, que al pasar del tiempo,
Logró comprender su soledad y la tristeza de su alma.

Aquel abismo de ilusiones,
Como un simple sacrificio
Se desvaneció.
Dejando nostalgia en su sendero.

Como la más delicada dominatriz,
Alguna vez posible.
Junto con el dueño de su temple,
El perfecto esclavo,
Qué toda opresora desea.

Un mar de melancolía,
Como la fuerte ventisca,
Qué azota su fuente de vida.

Hasta acabar,
Con la pequeña luz,
Qué un día,
Surgió como una invencible combinación,
De encanto y hermosura.

« No dejes, que mí tristeza, arruine tú vida, porque sí lo haces, te hundirás conmigo »