Ella.
Mírala, ya ni siquiera es una sombra.
No es ni el reflejo de la persona que una vez fué.
Una mota en el aire, una mancha casi imperceptible al ojo humano.
Una composición de células con un corazón que late pero ya no está vivo.
Ella sólo es el deseo que le clama al cielo cada noche.
Una ínfima parte de un grano de arena esparcido en el mar.
Ella es su dolor, lo único que le queda cuando las luces se apagan.
Ella es una rosa envuelta en llamas, ni siquiera es el recuerdo que los demás guardan de ella.
Su alma ha sido fragmentada a través del tiempo hasta casi desaparecer.
Ella es lo que no sabe que es.
La que se esconde tras una máscara de sombras.
Camina y ríe, inhala y exhala pero no está viva.
Ella es ella y nadie la conoce, ni siquiera ella.
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