Lo que ya no somos
Nos volvimos un eco distante,
un rumor de lo que nunca fuimos,
prófugos del amor,
con los deseos desbordando la piel,
pero sin saber cómo alcanzarlos.
Éramos corazones torpes,
enredados en la imposibilidad de amar
con la profundidad que soñábamos.
Siento en mis manos el vacío de tu ausencia,
la carne hambrienta de tu tacto,
la distancia que se alarga entre nosotros,
mientras imagino conversaciones que nunca tuvimos,
risas que se ahogan en la memoria
y el abismo de lo que podría haber sido.
Una angustia sorda me devora
en la incertidumbre de lo que somos,
o de lo que alguna vez creímos ser.
Nos entregamos a la caída,
al vértigo de un amor que no comprendimos,
inocentes, ciegos,
nos precipitamos al borde de lo que parecía posible,
sin advertir que sólo a mí me dolería.
Tú, indemne,
con el alma intacta,
como si el amor no hubiera tocado tu puerta.
Lo que ya no somos se disuelve en la distancia,
como un anhelo prohibido,
como el pecado que arrastramos,
sin redención ni consuelo.
Y yo sigo aquí,
presa de la incertidumbre,
aferrada al deseo de verte,
ahogándome en la soledad que me marchita.
El amor joven,
tan inexplicable,
como una herida abierta
que no sabe cómo cerrar.
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