
Perdido y Jodido
He perdido la cordura,
pero no como esos pobres diablos que vagan por las calles
hablando con fantasmas.
No,
la he perdido por ti,
y eso es lo que jode.
Tus labios guardan secretos
cual cofres cerrados con candados oxidados,
y yo,
un idiota con la llave rota,
sigo intentando abrirlos en vano.
He pasado noches enteras esculpiendo tu rostro en libretas ajadas,
un escultor de sueños fracasado,
decorando versos
con tu imagen,
dibujando tu esencia
en cada final de poema que no te dejo ver.
No soy un maldito obsesivo,
solo un amante desquiciado,
atrapado en esta trampa que es la espera,
anhelando verte,
sentirte,
tenerte aquí,
maldita sea,
justo a mi lado.
La locura se ha vuelto mi compañera,
esa amiga perversa que me susurra
en la oscuridad,
recordándome que no puedo deslizar mis dedos por tu cabello,
que no puedo perderme en el abrazo
que debería ser nuestro,
donde nuestros cuerpos deberían fundirse
en una danza que solo los enamorados
entienden.
Pero no,
lo único que tengo es está
distancia infame,
este espacio vacío entre nosotros que me empuja
más y más hacia el abismo.
¿Y qué más da que seamos jóvenes?
Aquí estamos,
soñando como tontos
con un perro que no existe,
una casa
que nunca será nuestra,
e hijos
que solo viven en nuestros delirios.
La cordura,
esa puta cruel,
se ha marchado,
pero aun así,
cada noche,
cada jodido día,
te escribo poemas
que se niegan a desaparecer,
porque sé que amas esos pequeños detalles,
como la forma en que tu cabello cae sobre tus hombros,
como un río de café que se desborda,
y esos ojos tuyos,
que parecen anhelar los míos
a solo dos centímetros
de distancia.
He perdido la cordura,
pero en el fondo,
sé que tú eres mi única esperanza.
Eres el maldito antídoto
que necesito en esta distancia
que nos tortura,
que nos mantiene separados por metros que parecen millas.
Sí,
he perdido la cordura,
pero también sé que solo tú,
amor mío,
eres mi cura.
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