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El ruido de la secadora de cabello es ensordecedor pero es necesario para que mi cabello no chorree. Aún así lo seco completamente sentada en mi tocador con espejo.

En mi rutina diaria no hago nada realmente, uso protector solar y me hago una coleta. No me esforzaré para arreglarme o verme "linda" para una vida que no tiene nada de emocionante.

Antes de tomar mi mochila y salir de mi habitación miro el frasco de ahorros con una foto de la Torre Eifel* pegada.

-Muy pronto- susurro para mí misma.

Ya debo salir, en otro momento tendré tiempo de fantasear.

-¡Feliz cumpleaños a Dany, feliz cumpleaños a ti!

Apenas pongo mi trasero en la silla del comedor mi tía canta esa tonta canción trayendome una torre de panqueques con una candela encima.

-¡Melissa! Ya cálmate, por favor- me cubro la cara apenas veo como sostiene su celular apuntando la cámara a mí.

-Sonríe, es para tu abuela- no lo hago -No me voy a calmar. ¡Dieciocho años no se cumplen todos los días!

Pone el plato frente a mí y apagó la candela de un soplido.

-¡No lo puedo creer! Hace dieciocho años te estábamos esperando ansiosamente.

-Sip, hace dieciocho años le partí la vagina a mi mamá...- pruebo la crema batida con mi dedo.

No quiero ver hacia la cámara, es tan vergonzoso, pero mi tía es así, esa es su forma de quererme.

Apaga el celular y trae su desayuno para sentarse a mi lado.

-Gracias, tía, los panqueques están ricos.

-De nada, mi amor- me soba la espalda.

Mi tía tiene una sonrisa cálida digna de una madre y un positivismo que quisiera haber heredada.

-¿Si vas a ir al salón esta tarde, verdad? ¿Verdad?- pregunta cuando no le contesto.

-Ya te lo había prometido- me fastidia un poco la pregunta pero le trato de responder lo mejor posible.

Hace como un mes le había prometido que la dejaría arreglarme y hacerme lo que ella desease* en el cabello y las uñas para este día.

-¿Me vas a dejar hacerte lo que quiera?

Pelo los ojos y la señalo -No me pintes el cabello de color neón- le advierto.

Levanta la mano -Lo prometo- se cree la graciosa.

Sigo disfrutando de mi desayuno y el café con le ve es realmente bueno.

-¿Hoy es la fiesta de Stacy Mckenzie?

Sé lo que insinúa.

-Sip, es mi tocaya* de cumpleaños- trato de no darle importancia. Me lleno la boca y comida.

-¿Vas a ir?

-¿A la fiesta de la odiosa y presumida Stacy?

-Vamos, es tu compañera de generación, aparte sus fiestas son increíbles.

-¿Cómo sabes eso? Ni siquiera vas a la secundaria...

-Todo mundo sabe que sus padres la dejan hacer fiestas porque es una berrinchuda. Aún así todos se divierten en sus fiestas.

-¿Estás sugiriendo qué vaya a una fiesta de adolescentes sin supervisión adulta donde los chicos se embriagan, drogan y tienen sexo?

-No te estoy pidiendo que salgas te emborraches y tengas sexo, pero jamás te jugaría... Sobre todo cuando yo ya lo hice...- dice lo último tapándose la boca con la taza de café.

Así es mi tía, demasiado abierta y liberal. Tiene espíritu de hippy.

-No quiero acostarme con uno de los idiotas de la generación.

Me llevo una fresa a la boca.

-Y no estoy diciendo que lo hagas... Es sólo que...- deja los cubiertos a un lado -Creo que deberías salir a divertirte más seguido.

Lo dice despacio para no decir algo que no deba y lastimarme. Lo sé.

-Me divierto, tía, en serio... Es sólo que tú y yo tenemos ideas diferentes de la diversión.

No ha sido del todo fácil criar a una nerd para ella.

-Ve a la fiesta, por favor- pone su mano en mi hombro -. Por mí.

No quiero rechazarla pero...

-Aunque quisiera ir, no tengo con quien...

-Ve con uno de los chicos del club de robótica.

Sólo imagino lo impactante que será ver un par de nerds llegar a una fiesta.

-Sip, buena idea- no quiero darle más vueltas al asunto.

Voy por la chaqueta del uniforme y la mochila a mi cuarto, ya debo irme.

-Cuídate, te quiero.

Me besa la frente.

-Igual, tía, cuídate.

Salgo del departamento y de la cochera tomo mi bicicleta para ir a estudiar.

Hoy el día se siente diferente, y no lo digo por que sea mi cumpleaños y me sienta especial o alguna tontería así, es sólo que el día se siente raro.

Miro la calle antes de pedalear, nunca se sabe si hay algún loco al volante. Pero aún así siento algo extraño.

Antes de ir a la secundaria hago una parada, quiero una dona, sé que es mucha azúcar por la mañana de hoy pero es mi cumpleaños y al carajo. Además la panadería de Don Roy es mi favorita y sus donas rellenas de dulce de leche son orgasmicas*.

Dejo la bici encadenada a un poste en la calle antes de entrar a la panadería.

-Hola, don Roy- la campana de la puerta suena y lo saludo.

-Hola, Dany, las donas están recién salidas- dice desde el mostrador.

Un impulso de pronto me hace voltear a los ventanales, para ver si hay alguien por ahí, pero la acera está prácticamente vacía.

Voy hasta el refrigerador a tomar una cajita de leche y de una canasta saco una manzana porque se supone que debo comer saludable.

Saco mi celular y veo la notificación de un mensaje, es de mis abuelos deseándome feliz cumpleaños, les agradezco sin mucha emoción y vuelvo a guardar el celular.

-Al fin es viernes, ¿no lo crees, Dany?- me comenta Roy sonriente cuando llego al mostrador.

Iba a hacerle un chiste amigable de cómo el viernes mágicamente nos distrae de nuestras vidas de mierda, pero el sonido de la campana me distrae.

Para mi fue inevitable voltearlo a ver.

Un chico alto con una chaqueta negra entra a la panadería. Su mirada pasa por mí y bajo la mirada avergonzada porque no quiero que sepa que lo miraba.

-Adelante, chico dame un minuto y te atiendo.

-Sip, viernes, en dos día todos volveremos a estar fastidiados- paso mi tarjeta de débito y pago -. Hasta pronto, don Roy.

-Hasta el lunes.

Llego al estacionamiento escolar y encadeno mi bici a la barra para ellas, miro a mi alrededor buscando no sé qué, creo que me siento observada, mierda me estoy volviendo loca. En fin, la mía es de las pocas bicis que aparcan aquí, la mayoría son autos lujosos.

Mi secundaria es muy específica; una escuela de niños ricos básicamente. Soy de los pocos becados, lo cual me hace un bicho raro ante los demás estudiantes, no soy muy popular.

Mientras las porristas, los jugadores de fútbol y los demás chicos con vida social pierden el tiempo recostados en los autos coqueteando, yo aliso la falda me mi uniforme y camino a mi casillero.

-Hola, Dany- escucho una voz detrás de mí.

-Hola, Gray- lo saludo aún metiendo libros a mi bolso.

-¿Me acompañas al laboratorio?- pide -Olvidé mi cartuchera ayer.

-Lo siento pero creo que llegó tarde- cierro el casillero -. Además no tengo ganas- me recuesto en el casillero y sonrió para que me disculpe.

-Vamos, por favor.

Toma mi mano y me jala, obligándome a seguirlo.

Gray es de mis pocos amigos aquí, por cuatro años hemos sido compañeros en el club de robótica hasta que este último año fuimos elegidos como presidente y vicepresidente.

-¡Feliz cumpleaños a nuestra vicepresidente!- exclaman todos los chicos del club al mismo tiempo.

Malditos. Me tenían una sorpresa planeada y me emboscaron apenas entré al laboratorio.

Todos los siete chicos y las cuatro chicas del club, incluyendo el profesor Carson se reunieron por mí. Incluso hay un pequeño cartel con "felices 18" pegado a la ventana.

-¡Maldición! No puedo creer que hicieran esto.

-No maldigas, Dany- el profesor Carson me regaña.

Eliot Carson es mi profesor favorito en todo el mundo, siempre es muy positivo y amigable con todos, es uno más de nosotros, lo reconocerías por el broche del LGTB+ que siempre carga.

-Gracias, profe.

Lo abrazo. De hecho abrazo a todos mis compañeros.

-Mi mamá nos hizo galletas.

-Aw, gracias Michelle- es una de las chicas de primer año, es muy dulce -. Al parecer hoy es día de engordar a Dany.

Camino hacia la mesa de las galletas pero siento a Grey rodeando mis hombros.

-Cooperamos para comprarte esto- me da una cajita crema con un moño rosa.

-Ay, Gray, carajo, no debieron.

Abro la caja y dentro hay un brazalete con un dijen de la cara de Garfield*.

-¡Oh por Dios, lo amo!- exclamo de la felicidad y lo abrazo con fuerza.

-Me alegra que te encantara- me susurra embobado.

Gray, ha estado enamorado de mí por no sé cuentos meses, o años. Al principio disfrutaba de sus atenciones pero jamás pude sentir lo mismo que él, me di cuenta que era muy injusto seguir recibiendo los beneficios mientras lo ilusionaba sin dar nada a cambio, así que deje de aceptar la mayoría de sus atribuciones*.

Él no se merece eso y en serio espero que encuentre a una buena chica y sé olvide de mí.

-Me encanta chicos, muchas gracias- digo en general -. Pero en serio no debieron.

-No digas que no debíamos- me responde el profesor tomando una galleta -Dieciocho años no se cumplen todos los días.

-Justo mi tía dijo lo mismo...

Entonces tal vez si tenga razón.

No importa, igual demoramos las galletas rápidamente antes de llegar tarde a nuestras clases.

Mis mejores amigos en toda la secundaria son Gray, Eiby, Jaz y Ale, están en mi mismo grado, nos conocemos desde el año uno y nos vamos a graduar juntos en unos pocos meses, nos iremos de este infierno.

Si tengo que ir con alguien a la fiesta de Stacy sería con ellos.

-Oigan, ¿recuerdan la fiesta de Stacy?- le digo mientras caminamos por el pasillo.

-¿No me digas que quieres ir?- pregunta Ale con obviedad.

-Bueno...- trato de recordar alguna escusa que mi tía Melissa usara contra mí.

-¿Por qué quieres ir a la fiesta de la odiosa Stacy?- básicamente me reclama Eiby.

-Porque nunca salimos y deberíamos hacer algo diferente...

-Podemos ir a otro lado- sugiere Eiby.

-Vayamos al billar- apoya Jaz.

Llegamos a final del pasillo donde solo quedan dos opciones, subir las escaleras o dar vuelta a la derecha, yo debo subir sola y ellos dar la vuelta.

Suspiro -Chicos, miren, Melissa cree que deberíamos ir a divertirnos y creo que tiene razón- les explico desde el primer escalón -. Y creo que tiene razón, es nuestro último año y nunca hemos ido a una fiesta.

Trato de convencerlos con los mismos argumentos que usé conmigo misma.

-¿En serio quieres ir, Dany?- pregunta Grey.

-Melissa me está obligado- me sincero - y no quiero ir sola. Ademán imaginen cómo joderiamos a Stacy y el resto de los imbéciles si aparecemos allá y nos divertimos.

-De acuerdo, yo voy- Gray me apoya si dudar.

Me hace sonreír.

-Vamos, chicos, hay que ir a tomar y bailar y comer polvo por la nariz...

Creo que ahora por la insistencia, los demás aceptaron. Al final nos pusimos de acuerdo, ellos llegarían juntos en la camioneta de Ale y yo llegaré y probablemente me iré en el auto de Melissa. Si ella me está obligando a ir, ella me llevará.

Al final el día fue enteramente normal, es viernes así que todo mundo trata de salir por todos los medios lo más temprano de este infierno. Son las tres y cuarenta, debo ir al salón directamente, no voy a casa a cambiarme el horrible uniforme.

Pero en cuanto salgo al estacionamiento por mi bicicleta se me hace raro ver a un tipo frente a ella mirándola o más bien examinándola.

-Disculpa- le digo para que se aparte de ella.

El tipo voltea a verme.

-Linda nave. ¿Es tuya?

Es la pregunta más malditamente desconcertante que me han dicho. ¿Quién rayos llama nave a una bicicleta común?

-Ah... Sí.

Tiene las manos metidas dentro de la chaqueta negra de cuero. La misma que usaba el chico en la panadería de Roy.

-Espera, ¿tú estabas en la panadería de Don Roy esta mañana?

Aprieta los labios como pensando -Mmm... No, no recuerdo haber comprado pan hoy.

Es un muchacho alto de piel blanca y pocas pecas en el rostro y cabello rizado y castaño que en un principio pensé que era negro al verlo con poca luz en la panadería. Es guapo, pero nunca lo admitiría, menos sabiendo que da la típica pinta de chico malo.

Lo que me extraña es verlo aquí, en el estacionamiento escolar, por obvias razones no es un estudiante y tampoco creo tenga un título de educador, ni siquiera creo que tenga un título de secundaria.

-Si, bueno, te puedes apartar, necesito irme...

Da un paso atrás extendiendo su mano en un gesto de "caballero" dejándome pasar. Tan raro.

-Si me permites decir una última cosa- me vuelve a decir cuando tengo mi trasero listo para irse -. Yo la pintaría de negro, no creo que el naranja sea un buen color para un vehículo.

Tengo mis pies en los pedales y podría simplemente irme, pero no acepto su comentario.

-El naranja Garfield es el mejor naranja que podrías encontrar- retrocedo para largarme -. Si me permites decir una última cosa- uso sus mismas palabras -. No deberías usar una chaqueta y negro en un día soleado, es lógica común.

Antes de que pueda decirme algo más o se enoje a mi insulto con clase, me largo del sitio a todo lo que mis piernas dan.

Encadeno mi bici afuera del salón de belleza de mi tía y entro como perro por su casa.

El salón de Melissa está ubicado cerca del centro de Seattle, un poco lejos de la zona residencial donde vivimos, y no sé cómo ha hecho para pagar una renta tan cara durante tanto años.

Mi tía ha sido esteticistas desde que tengo memoria, su salón ha estado ubicado en varios lugares, pero este punto es el que más le a durado.

-Hola, Lu- saludo a la chica que ayuda de recepcionista.

Miro hacia atrás para verificar que nadie esté mirándome.

-Hola, Dany, tu tía está en su oficina.

-Gracias.

También saludos a Kay, la experta en trenzas y uñas y a Isabel, una señora que está obsesionada con los permanentes y el volumen.

Dejo mi bolso, chaqueta y camisa, en la oficina de mi tía mientras las dos salimos a la zona importante.

Subo a una de las sillas de estilismo y mi tía me pone una manta para proteger mi camiseta blanca.

-Vamos a ver- me quita la coleta y revuelve mi cabello -. ¿Qué te hacemos?

-¿Qué tal un permanente en ese lindo cabello azabache?- pregunta Isabel.

-No se les ocurra.

Sé que sólo me están molestando pero no está de más advertirles.

-Tienes un hermoso cabello virgen- me alaga Isa.

-No es lo único que tiene virgen.

-¡Melissa!- la regaño.

Isa solo ríe, pero tengo que mantener a raya a Melissa, algunas veces creo que yo soy la adulta.

-Que tal si empiezo con el tinte y Kay contigua con las uñas mientras el color se asienta.

-Tú eres la experta.

Dejo todo en sus manos aunque me da un poco de temor. Los químicos huelen horrible, como nada que haya olido nunca, pero a Melissa ya no le molesta.

En un momento ella me atrapa viendo por el ventanal mientras embarra tinte en mi cabello y lo envuelve en aluminio.

-¿Qué tanto miras?- me pregunta.

-Nada, es sólo que...

-¿Sólo qué?

Miro mis manos sobre mi regazo -Hoy me he sentido rara...

-¿Rara como de especial?- sonríe.

-Rara como de observada...

Niega con la cabeza sin mirarme, pero yo la miro a través del espejo.

-¿Recuerdas esa vez que dijiste que un gnomo de jardín te veía por la ventana?

-¡Eso fue hace doce años!- me defiendo.

-Debe ser tu imaginación...- no le da importancia.

-Aparte hoy me topé con un muchacho raro.

-¿Un muchacho raro?- frunce el entrecejo.

-Sí, un muchacho alto de cabello castaño. Me dijo que mi bici era linda.

-Mmm... ¿Estaba guapo y tenía tatuajes?

-Tía concéntrate, por favor.

-Pues no sé qué decirte- exclama -. Probablemente sólo intentaba coquetear- acaba de cerrar un envoltorio de aluminio -. Terminé con esto. ¿Quieres pedir tacos del sobrino de Isa?

-Sip.

-¡Isa, llama a tu sobrino!- dice en voz alta para que la escuche desde el otro lado del lugar -. Ve a sentarte al bar de uñas. Tengo que ir a la oficina.

Le hago caso mientras ella se encierra en su lugar de trabajo.

Noventa porciento* de las veces que ordenamos comida lo hacemos de algún lugar mexicano o texmex, a mí tía le encanta ya que ella creció en Texas y yo aprendí de ella.

-Estos son para ti- me dice Melissa trayendo dos bolsas de regalo a la mano.

Ya casi terminamos con mi cambio radical, Isa me seca el cabello y supongo que querrán peinarme.

-¿Un regalo?

-Obvio, es tu cumpleaños, mi amor.

Trato de sonreír, pero estoy sonrojada la verdad es que no estoy acostumbrada a tantas atenciones.

-¡Abrelo, qué esperas!- me insiste Malissa.

-Lo escogimos entre todas- me comenta Isa.

La primera bolsa trae papel seda por encima, lo quito y lo primero que veo es tela negra, la toco y se siente muy suave.

-¡Sacalo, me tienes con el corazón en las manos!

Lo hago, es un vestido corto y apretado de una sola manga.

-Ja. ¿Tía qué es esto?

-Es un vestido- dice obvia.

-¡Le falta la mitad de abajo!

-No, así se usa, señorita. Espero que traigas las piernas depiladas o sino te lo haré con cera.

Gracias a Dios si usé el rastrillo.

-¡El otro!

En la otra bolsa que es más grande que la anterior hay dos cajas muy lindas. Saco la más ancha de estas, no son pesadas, al contrario.

La destapo encontrándome con unas sandalias de plataforma cubiertas de brillantina plateada.

-¡Estás loca!- le exclamo.

He usado tacones pero ningunos tan llamativos como este.

Me apresuro a sacar la otra caja porque con la ansiedad que se carga y con esos gestos que hace con los ojos, le va a dar un ataque.

La abro y...

-¡No puede ser, Melissa! ¡Estos cuestan una fortuna!- le digo entre sorpresa y reclamo por gastar en una vanidad tan costosa solo para mí.

-Lo compré en oferta, además es tu cumpleaños.

Un bolso Prada, un baguette cubierta de cristales, es precioso.

-¿Y qué voy a hacer yo con esto?- le pregunto.

Por más que me guste, no siento que sea mío.

-Combina con el vestido y los zapatos- me dice.

-Vamos, Dany, eres una niña preciosa, te lo mereces- me dice Isa poniendo sus manos en mis hombros.

-Ve a cambiarte para que pueda terminar contigo- me pide amorosamente.

Melissa acabó maquillándome como yo nunca lo había hecho, en el proceso de mi transformación, mi tía cambió mi cabello negro por iluminaciones en tonos chocolate y dorado.

Es raro cómo la gente tiende a cambiarse o "verse mejor" en ocasiones especiales como en su cumpleaños, yo no suelo hacerlo, pero para Melissa parecía muy importante y ella me ha tratado de hecr feliz tods mi vida, así que yo ahora la trataré de hacer feliz.

-Bien, unas cuantas cosas antes de que te vallas...

Como dije, mi tía me llevó hasta la fiesta, justo había estacionado frente a la casa de Stacy, pero aún así yo no había bajado.

-Te escucho.

-Mira, ya tienes dieciocho años- toma mi mano sobre mi regazo -, ya eres adulta y puedes hacer lo que tú consideres bien. Y esta es tú última noche como un niña por eso quiero que te diviertas esta noche.

Bajo la mirada, no sé qué responderle.

-Ey- continúa diciendo -, y está bien si Cenicienta conoce a un príncipe esta noche y decide regresar tarde a casa o no regresar hasta la mañana siguiente, sólo envíame un mensaje para que no me preocupe.

-Tía- levanto la cabeza-, Cenicienta no conocerá a ningún príncipe esta noche, ella volverá a casa en la camioneta de su amigo...

Sonríe.

-De acuerdo, Cenicienta- se reclina a darme un beso en la frente -. Te amo, Dany.

-Te amo, tía.

Eso fue lo último que nos dijimos.

Stacy Mckenzie tiene una casa enorme repleta de columnas griegas, con un igualmente enorme patio y piscina, organiza fiestas cada tanto y a todos les encantan porque pueden beber y hacer lo que les dé la gana, sin que ningún adulto moleste porque los padres de Stacy se van y los vecinos quedan muy lejos de la propiedad.

Desde el primer momento en que entré pude ver la habitación atiborrada de gente, ya que Stacy no invita a nadie, no tiene necesidad, todo estudiante que quiera venir está invitado.

Ver tanta gente amontonada y haciendo ruido o desorden me pone incómoda. Saco mi celular de la baguette y le envió un mensaje a mis amigos para saber donde están; Gray me responde que están cerca de la piscina, así que salgo al patio a buscarlos.

El lugar está igualmente lleno, personas conversan, ríen, bailan y hasta hay personas nadando o jugando con los globos y flotadores decorativos.

Mis amigos están en el césped sentados tomando bebidas, los miro desde el porche. Bajo los pocos escalones y piso el césped con cuidado de no caerme y hacer el ridículo.

-Chicos, hola- los llamo.

Todos me miran, pero Gray es el primero en levantarse.

-¡Dany! ¡Wow! ¿Qué te pasó?- pregunto totalmente sorprendido.

-Ah... ¿Es un cambio muy radical?- pregunto.

Aún no sé cómo sentirme con respecto este nuevo look.

-No, claro que no. Te vez muy muy bien- le levanta Ale a darme un abrazo y alagarme, incluso me dio la mano y me hizo dar la vuelta.

De todos mis amigos ella es la más animosa. Pero los demás tampoco reparan en alargarme.

Siento que desentono rodeada por ellos, todos visten camisetas y jeans anchos, incluso camisas a cuadros y estampas de Starwars*, yo soy la única que parece ir a la discoteca.

-Voy por algo de beber- les aviso.

-Te acompaño- ofrece Gray.

-No, quédate, volveré en un minuto- declino.

Me devuelvo por donde vine hasta llegar a la espaciosa cocina donde sobra decir que hay comida y bebidas infinitas.

En la isla hay botanas y un barril de cerveza, entre otras cosas repartidas por el lugar.

Pongo mi bolso en la isla y tomo un papa tostada directo de un bowll*.

-Mm... Jalapeño- digo para mí misma.

Están muy buenas por lo que no es la única que como.

-¿Este bolso es tuyo?

Escucho la pregunta de una voz femenina, estaba muy concentrada en comer, levanto la cabeza y miro a Rachel Harrys, una compañera de clases.

-Ah, sí, es mío- respondo. Supongo que la pregunta era para mí.

-¡Wow! ¡Que lindo, lo amo!- alaga sinceramente.

-Ah, gracias.

-¿Cómo te llamas?

¿Cómo pregunta que cómo me llamo? Estamos en la misma generación y hemos compartido múltiples clases durante cuatro años y no sabe mi nombre.

-Dany Carson.

-Ese nombre me suena- inclina la cabeza a la izquierda.

Es una chica muy bonita, pero supongo que no muy lista.

-Voy a tu clase de biología.

Se queda pensando un segundo -¡Ah, sí! No te reconocí por el cabello. Bueno, sí quieres venir conmigo y mis amigos, estamos bailando en la sala.

Toma un baso de cerveza y se va.

Wow, hasta ahora me vengo a enterar que para ser popular nada más tenía que tener cosas costosas y cambiar mi aspecto. Lo que sea, al carajo.

Tomo un baso plástico, pero no quiero cerveza, esa cosa es horrible así que camino unos pasos a la otra barra donde están los refrescos de uva.

Cuando ya tengo mi bebida volteo para ir por mi bolso, pero me golpeó contra algo dando el primer paso. Carajo, regué un poco del refresco en mi mano. Al mismo tiempo me percato que contra lo que choqué no fue un algo, sino un alguien.

-Perdón, no te vi- me disculpo.

-Descuida, no es tú culpa.

El chico de la chaqueta negra.

Me quedo callada comprobando que si es este, no lo estoy confundiendo.

-¿Me estás siguiendo?- pregunto indignada.

-¿Qué, disculpa?

-No te hagas el idiota.

-No eres muy amable, ¿cierto?- me pregunta como si nada.

No puede ser coincidencia, lo vi en la panadería, en el estacionamiento y ahora a aquí.

-Tienes que dejar de seguirme o llamaré a la policía.

-Wow, eres muy directa.

Yo no me ando con rodeos.

Ruedo los ojos fastidia, lo rodeo y tras haber recuperado mi bolso salgo con rapidez de la cocina. Constantemente en el camino miro hacia atrás para comprobar que no me sigue.

Tanto así que no me percato de que en mi camino se encuentra mi amiga Jaz.

-Ey, ¿qué pasa?- pone sus manos en mis hombros.

Supongo que venía muy distraída.

-No, nada.

Mentí, no sé por qué lo hice, supongo que por no llamar la atención y arruinarles la fiesta preocupándose por mí.

Dije que me sentía observada, ahora sé por qué.

-Venía a ver por qué tardabas.

-Ah, es que me topé con una compañera y me quedé hablando con ella. Vamos.

Tomo su mano y la guió porque sólo quiero salir de la casa. Cuando llegué con mis amigos me senté en el césped intentando parecer como si nada.

-Tengo algo- dice Eiby poniendo su mochila en el circulo que habíamos formado.

Eiby saca una botella grande y sellada de Baileys a lo que todos nos asombramos.

-¿De dónde sacaste esto?- pregunta Gray.

-Cuando fui al baño por error descubrí un armario de licores.

-¿Y entonces decidiste robartelo?- le reclama Jaz en un susurro para que nadie presente oiga.

-No lo robe- se defiende -, Stacy nos deja beber todo lo que queramos, solo la tomé de donde la guardan.

-Rayos.

-Oigan, pero tiene razón, técnicamente- le hago ver.

El Baileys es delicioso y además ahora quiero un trago.

-Ni siquiera tenemos vasos- dice Jaz, la voz de la razón.

-Eso qué importa- respondo.

Una hora después estábamos tomados en la pista de baile, bueno, Ale y Gray estaba en ella, Eiby, Jaz y yo estamos en un sofá viéndolos.

-¡Vamos a bailar!- me pide Gray.

Toma mi mano animándome a salir del sofá.

-No, no quiero. No sé bailar- le ruego para que me suelte y no me haga pasar esta vergüenza.

-Dany, tú eras la que quería venir- ahora Ale también me intenta hacer bailar.

Bien, al carajo, lo que sea, sólo voy a divertirme.

Salto del sofá para bailar con mis amigos en medio de tanta gente. Ale baila de maravilla, pero Gray y yo sólo les seguimos el paso.

No me di cuenta en qué momento Gray tomó la botella, pero ahora me ofrece bebida de una forma muy particular y yo acepto. Hago la cabeza para atrás y el vierte el líquido directo en mi boca mientras escucho el grito de aliento de muchos a mi alrededor.

Es lo más loco que podría pasar en la noche.

-El otro día estaba aburrida- relata Jaz mientras estábamos las dos en el baño -y me metí a la Ommegle* ¿divina que vi?

Ella está orinando en el inodoro orinando y yo de espaldas a ella. Nos tenemos mucha confianza aparte estamos borrachas.

-Un pene- respondo.

-¡Pero no un pene normal! ¡El pene más horrible que he visto en mi vida! ¡Parecía un garfio!

-¿Por qué en Ommegle siempre hay penes feos?

-No tengo idea, pero los hombres son son asquerosos. Por eso no me gustan.

Tal vez no es la conversación más profunda que hemos tenido, pero somos muy buenas amigas.

Salimos del baño cuando yo también termino de orinar y nos dirigimos al segundo piso porque los chicos se fueron al balcón.

Mi sorpresa fue encontrarme a Stacy de frente en mi camino, a un lado de las escaleras.

-Dany, qué sorpresa verte aquí- se me cruza cortando nuestro paso.

-Stacy, hola, feliz cumpleaños- la trato de rodear para ya irme pero vuelve a cruzarse.

-¿Hoy es tú cumpleaños cierto?- me pregunta.

Trae un vestido rosa con mucho tul para mí gusto.

-Si, también lo es- no me queda más que responder.

-¡Oh por Dios! ¿Por qué no nos habías dicho?

-Am- alzo los hombros -. No pensé que fuera importante.

-Ay no, cariño, obvio que tu cumpleaños es importante- toma el sorbete y bebe del baso que trae.

No sé por qué, pero nada de lo que ha salido de su boca me a parecido sincero nunca.

-No tienes que preocuparte, Stacy.

-Si nos disculpas, Stacy- interviene Jaz por primera vez -, tenemos que ir con nuestros amigos.

-Claro- sonríe dándonos espacio.

Jaz toma mi mano y empezamos a subir los primeros escalones.

-Ve a llamar la atención a otro lado.

Escuchamos que dice en bajo apenas nos damos la espalda.

¡¿Qué?!

-Discupa, ¿qué dijiste?- me volteo a verla.

-Que vivieras aquí están bien, pero que cambiarás tu look... Ja, es obvio que estás desesperada por atención- se recuesta en la baranda y toma del sorbete otra vez.

-No todas queremos imitarte, Stacy- me defiendo.

-Ya vamonos, ignorala- me pide Jaz.

-¿A no, huerfanita?

¡Oh, no, no lo dijo!

-¿Sabes qué Stacy?- digo en alto para que todos nos escuchen -Eres la típica blanca privilegiada que se cree cool por imitar a Regina George. Nadie te quiere y sólo está aquí porque les das de comer y beber de a gratis.

Es obvio que la hice enojar, hasta su rostro se puso rojo.

-¡Lárgate de mi casa!- me grita.

No me iba a quedar donde no me querían, pero el ruido ensordecedor de varias balas nos hacen gritar y agacharnos.

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