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Mi corazón aún sostiene
tu esencia de vino,
tu imposible amor divino,
más ya no te siente.
La distancia es fiera
y agudamente filosa
como espinas de una rosa
en un jardín sin primavera.
Mi alma decae, marchita
cayendo a una fosa mortal,
añorando tu presencia celestial
que duele y no se quita.
Mi mundo cae, se seca,
partiéndose en prismas negras
para ser arrastradas por el viento gélido
que tu rastro dulce deja.
Ya nada queda...
diste fin a esta crueldad loca,
diste fin a mi alegría tosca
sin que hacer nada se pueda.
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