Ironías de mi vida...
No pude escribir un poema
para leer en tu misa,
porque se habían muerto las palabras
junto con tus caricias tibias.

Ya se han ido las semanas
y las palabras torpes
por fin se descongelan un poco
para desahogar el alma
perdida en retazos
de recuerdos de lo cotidiano...
que son los tesoros que me quedan.

... . ... . ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . ... . ...

Vacío.

Si todo muere,
¿por qué se vive?

Te has ido para siempre
a descansar con ángeles sembradores...
en una eternidad verde y celeste.

Yo abracé tu cuerpo frío
y besé tu mejilla
y le robé unos minutos
al implacable tiempo
y me quedé de rodillas
asumiendo la partida,
porque sabía que pronto
te encerrarían
en esa caja de madera
que era tu lecho final
y ya no podría tenerte
nunca nunca nunca jamás...
Y lloré como se debe llorar
a alguien muy querido...
Luego dije:
"En los brazos de Dios
queda tu alma
y tu destino".

Ahora venían los ritos, los ritos...
Ritos que parecen absurdos
como un circo
en que el dolor de tu familia
es el gran espectáculo...
Aunque también
hay gente que te quiere
y sufre por ti...
y te da fuerza
cuando esta se desvanece.

Algunos trataban de entregar
largas palabras de consuelo
cuando la verdad es que
mejor hubieran dado
sólo el acostumbrado pésame
y un abrazo...
porque el viento se lleva el sonido
de sus voces...
y el que sufre al final
siempre se queda solo,
en aquel silencio absoluto
de nunca más escuchar
esa voz amada,
con ese dolor punzante en el pecho...
ese que hace sentir
que el aire falta...

Papá, han pasado los días
y en la tierra se consume
la cáscara del hombre
que un día fuiste.
El tiempo se lleva
el dibujo de tu sonrisa
de mi memoria,
pero hay cosas
que el olvido
no puede quitarme...
Porque me quedan muchos recuerdos
y un amor que la muerte
jamás podrá robar.