Mi corazón que por ti latía,
sentí de repente cómo se rompía.
Mis ojos que solo a ti te miraban,
sentí de repente que lloraban.

Yo, que al fin del mundo te seguía,
sin darme cuenta, al vacío caía.
Tú, que no querías lastimarme,
terminaste por destruirme.

Pero todo es mi culpa.

Tú nunca podrías amarme,
pues tu corazón por mí no late,
tus ojos nunca fueron para buscarme,
sino para ilustrarte,
que para ti no soy importante.

Al decir mi nombre lo hacías indiferente,
pero eso solo me hacía caer más,
quedándote en mi mente,
queriéndose cada vez más.

Pero todo es mi culpa.

Me perdí en una ilusión,
en algo que jamás pasaría,
no estaba listo para la revelación,
y veo que eres algo que jamás tendría.

Aunque desde un inicio lo sabía,
albergué una absurda esperanza,
de que nuestro amor sí sucedería,
pero la realidad me llegó cual lanza.

Pero todo es culpa.

Duele ver cómo otras manos te tocan,
cómo otros labios te besan,
cómo a otro nombre llamas,
cómo a alguien más amas.

Ese debería ser yo,
ese quería ser yo,
ser la única razón,
por la que latiera tu corazón.

Pero todo es mi culpa.

Es mi culpa por engañarme,
por verte de esa manera,
sin razón quise entregarme,
lo cambiaría todo si pudiera.

Sufro porque no tuve una oportunidad,
lloro porque no soy tu primor,
me mata la cruda verdad,
pues jamás seré el guardián de tu amor.

Pero todo es mi culpa,
mi completa culpa,
por mi culpa,
por mi grande culpa.