Entre espinas creciste,
fuerte y hermosa.

Derrotando las adversidades
te caíste,
pero renaciste,
más fuerte, más segura.

Las espinas se clavaron en tu cuerpo,
algunas llegaron al corazón.

Te desangraste,
lloraste.

Rendirse llegó a ser una opción,
pero acostumbrada a las espinas
y a su dolor,
las abrazaste e hiciste de ellas tu trampolín.

Para salir.

Para respirar libertad.

Para seguir adelante.