Una total mentira, ningún padre ni ninguna madre podrá ser el confidente y aún menos el mejor amigo o la mejor amiga de sus hijos.

La fe en esta creencia errónea tan sólo llevará a decepciones, lágrimas, ira y finalmente a una inevitable ruptura.

Mejor que cada uno ocupe el lugar que realmente le corresponde.

O al menos eso es lo que debo decir cuando me consulten sobre el tema.

Si alguien me dice que mis palabras están equivocadas, no sólo se lo agradeceré sino que guardaré su nombre como un tesoro preciado.

Que sepa todo el mundo que la única etapa realmente feliz en toda mi existencia fue la infancia cuando aún tenía verdaderas amigas en multitud y no cometí el error de buscar consuelo vital en quien, ahora sé, sólo me ve como un modo de lograr prestigio familiar.