La Verdad
Pregunte a varias personas el porqué de mis desgracias pero sólo recibí sonrisas bobaliconas y unos caramelos a modo de tonto consuelo.
Recurrí entonces a la Diosa de la Fortuna pero no obtuve ninguna respuesta de ella.
Hice lo mismo con la Diosa del Destino pero ella se limitó a encogerse de hombros mientras me dirigía una mirada de compasión.
Completamente desesperada y abatida, sin saber ya a quién acudir, fue entonces cuando recibí su inesperada visita: La Diosa de la Razón. Y estas fueron sus palabras:
"Todos los males que has sufrido no han sido culpa de la Fortuna ni del Destino sino de ti misma, por no escuchar cómo realmente debías a tu propia Razón...."
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