En el lienzo de mi alma trémula y vibrante, 

pinto con pasión mis sueños y mi ser, 

mas al mirar al mundo, mi corazón se inquieta, 

pues siento que mi arte no encaja en su saber.

Mis pinceladas bailan con audacia y locura, 

colores rebeldes desbordando fantasía, 

pero en la sociedad, susurros de duda y censura, 

me hacen temer si mi talento vale en la vía.

Mis palabras fluyen en versos profundos, 

poesía que escapa de los moldes establecidos, 

más las miradas frías y los gestos moribundos, 

me hacen cuestionar si mis letras han perdido.

El lienzo se cubre de sombras y silencio, 

cuando mi voz no encuentra eco en la multitud, 

la pasión se desvanece, se vuelven hielo mis versos, 

y en el abismo de la incertidumbre, caigo en la inquietud.

Pero en la oscuridad, una chispa se enciende, 

una voz interior que se niega a callar, 

me susurra al oído que mi arte es auténtico, 

y que en mi singularidad reside mi poder brillar.

Aunque mi arte no calce en la rígida norma, 

es un reflejo de mi esencia y mi verdad, 

y aunque la sociedad no entienda su forma, 

mi talento persiste, desafiando cualquier realidad.

Entonces, en cada trazo y cada palabra, 

me elevo por encima de los prejuicios y temores, 

y en la belleza de lo único y genuino, 

encuentro la fuerza que mi espíritu enamora.

Porque el arte verdadero no busca agradar, 

sino tocar almas y desafiar los límites, 

y aunque la sociedad se resista a aceptar, 

mi creatividad no se rinde, persiste y asiste.

Así, en la sutil esencia de mis dudas y certezas, 

descubro que mi arte es único y valioso, 

y aunque no calce en las normas y bellezas, 

se eleva libre, desafiante y glorioso.