Me pregunto cómo terminé acostumbrándome a aquel retorcido lugar, fue repetitivo como beber agua al tener sed, sentir miedo es como mirar el cielo algo habitual al escucharlo.

Camino acariciando éstas paredes descoloridas y me pregunto si está bien sentir miedo al recibir un abrazo, intento sonreír al ver esos brazos aproximándose, como balas que podrían atravesarme.

Un hogar debería sentirse acogedor y tibio, como tomar un café caliente que se siente reconfortante, pero ¿Qué haces cuando no es así? Cuando se siente frio y desolado.

La suave arena del camino me hizo pensar que un hogar debería ser un lugar cómodo para descansar, pero mi cama está fría y se siente solitaria, en mi hogar los brazos parecen balas y las voces hacen temblar tu alma.

Descubrí que no tengo casa o una familia, los pájaros del cielo lo confirmaron porque un hogar es como el color amarillo, alegre vivaz y seguro.

Eso no se sentía como un hogar, era sombrío como las sombras oscuras del horizonte que veía mientras me alejaba de aquel lugar en el cual nunca sentí la calidez del color amarillo.