prólogo
—Ya podéis iros a casa, ha sido un largo día.— sonrió una pelinegra de labios carnosos rojos, y ojos grandes.— Jungeun, ven, quiero hablar contigo.
La adolescente ya se temía lo peor, pues ella se consideraba como la peor estudiante de su clase. Sin embargo, al llegar fue felicitada por la mujer de sus sueños. Desde hacía dos años, Jungeun había caído en las redes de Jeong Jinsol, su profesora de Latín y Griego. Sabía que eso estaba más que mal, por el simple hecho de que no podía verla con otros ojos que no fueran de admiración y respeto.
No sabía lo duro que sería para ella el tenerla cada día a su lado, y no poder abrazarle ni decirle todas esas cosas que escribía en su libreta llena de poemas. Estaba completamente enamorada de ella, y sin más palabras que añadir, se fue hacia la salida, bajo la mirada graciosa de su profesora.
Era muy poco común encontrarse con una alumna enamorada de su profesora, cuyas razones eran muy válidas para sentirse así; Jinsol era atenta, amable, graciosa, y aparte de su belleza natural, trataba a los alumnos como si fueran pedazos de cielo. Era tan servicial, única e inigualable, que hizo a Jungeun enamorarse de ella tan rápidamente. Llevaba mucho tiempo ocultándose entre las risas y lloros.
Risas por haberse creído que esto podría ser fácil, y lloros al saber la cruda realidad desde hace meses. Un duro golpe fue el haber visto al padre de sus hijas llevándoles a clase. Que si sus amigas decían que Jinsol estaba soltera, divorciada o incluso viuda... Pero no fue así, todo ocurriendo tan rápido como para darse cuenta de que aquel hombre llevaba a las hijas de Jinsol en su coche.
Ella era madre de dos hermosas e inteligentes hijas, siendo la mayor compañera de clase de Jungeun. La menor estaba un curso por detrás, aunque eso no le impedía ver a su hermana mayor entre los cambios de clase. Eran tan unidas que nadie podría romper esa confianza.
Y para más confianza todavía, Jinsol y Jungeun siempre fueron muy unidas también. Mucho antes de que Jungeun fuera alumna del Seoul Catholic Center, ella estudiaba en un instituto público. A su vez, fue yendo a una academia para mejorar sus habilidades con el idioma inglés, puesto que su padre le ofreció ir para sacarse un futuro mejor.
Mientras ella iba a la academia, tenía una compañera que le facilitaba mucho las cosas. Cuando esa compañera salía de la academia, su madre siempre iba a recogerle y de paso saludaba a Jungeun. Pero cuando en su instituto pasó una desgracia, Jungeun fue llevaba al Seoul Catholic Center para comenzar segundo de secundaria. Ahí, se dio cuenta de que su compañera de la academia también estaba ahí.
Y mucho peor dándose cuenta de que su madre era profesora allí, apartando la mirada en el acto cuando cruzaron miradas. No fue hasta dos años más tarde cuando Jinsol fue tutora de Jungeun, y cogieron confianza rápido. La menor le contaba su pasado como si fuera un hobbie, y la pelinegra le escuchaba tan firmemente. Podrían haberse pasado horas y horas hablando, hasta que los dos años optativos de estudios llegaron.
Eran dos años más de estudios donde los alumnos tendrían que dar lo mejor de ellos, para acceder al examen para entrar a la universidad deseada. Jungeun se encontraba en ese último año de estudios, sin tanto apoyo como esperaba.
Estaba nerviosa después del rato con Jinsol a solas, nunca antes había pasado eso y por mucho que lo hubiera deseado, sus plegarias se hicieron realidad. Cada día soñaba con ella, y con lo mucho que deseaba ser su marido. No sabía cuántas noches se había quedado en vela, todas y cada una de ellas pensando en Jinsol. Y en todos los poemas griegos que le había escrito, encima en sus clases.
Nadie sabía el amor que le tenía a su profesora de cuarenta años, aún así también sabiendo que sus hijas le llevaban meses y un año. Pero de todas formas, sabía que un amor así nunca acababa bien, y aún más cuando su profesora hablaba cada día de su familia, como orgullosa mujer que debería ser.
Con todo el permiso, al irse de clase, fue hacia los baños para meterse y llorar sobre ello, pensando otra vez en los feliz que se veía siempre hablando de su esposo y sus hijas. Un amor que nunca podría hacerse realidad, bajo ningún sueño ni circunstancia.
El amor así dolía, y las nubes llovían tristes al ver que los amados guerreros siempre tenían las peores batallas.
— poem to a never ending dream —
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básicamente esta historia es mierda, por si alguien quiere saberlo.
con el hecho de entretener y reírse de mí un rato, esto es "poem to a never ending dream".
hyun.
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dedicada a mi chikibeibi chuuchatumadre y mi consentida
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