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poem

—¿Y acaso también sabías que puellae significa niña?— y ahí iba Heejin, la sabelotodo de Latín.

—Sí, eso lo dimos hace dos años, santa madre... ¡Deja el diccionario de una vez, coño!— habló en alto Jungeun, asustando a sus demás compañeros.

—¿Ves?— rio Heejin.— Has asustado a Hyunjin, así nunca querrá nada contigo.— mosqueando a Jungeun, esta le agarró de la manga de la camisa como advertencia.

—Creo que ya lo sabes lo suficientemente como para callarte esa boca que tienes, pero a mí me gusta su madre, no ella.— repitió avergonzada.

—No no, si eso ya lo sé perfectamente. El problema es que no entiendo cómo te fijaste en ella, tiene cuarenta tacos y dos hijas... Encima marido, un marido que le habrá metido de todo ahí dentro.

—Eres una hija de puta, ¿cómo puedes jugar con los sentimientos de los demás, maldita zorra?

—Al igual que tú me dijiste que aquella chica no valía la pena, te digo lo mismo con Jinsol.

—¡Porque aquella chica con la que salías era tóxica, literalmente te rompió el móvil por hablar con tu madre!

Al escuchar el silencio repentino de sus compañeros, ellas también se callaron. Vieron cómo Jinsol entraba por la clase, así haciendo una reverencia. Jungeun se fijó en todo lo que la pelinegra portaba; su mochila, su bolso, una chaqueta fina y los libros en su mano. 

—Buenos días, ¿cómo habéis pasado este fin de semana?

—Puff, si tuviera que contarte...— dijo Hyeju, otra compañera de clase de Jungeun y Heejin.

—¿Y ese "puff", Hyeju?— preguntó riendo, sin saber la verdadera razón detrás de la expresión.— ¿Saliste de fiesta, o me equivoco?

—Pues no, no te equivocas. ¡Fue la puta mejor fiesta de mi vida!— alzó los brazos chuleándose.

—Bueno, bueno. ¿Y qué tal los demás?— buscó con la mirada hasta dar con la castaña.— ¿Jungeun, qué tal tu fin de semana?

Todos se giraron a ver a esta, cuyo rostro era de sorpresa y timidez, pues era de las primeras veces que le preguntaba Jinsol. 

—Bien, bien...— miró hacia su mesa, en vez de los ojos de su profesora.

—Me alegro Jungeun. Bien, comencemos la clase, que se nos va la hora...— habiendo dicho esto, todos sacaron sus diccionarios y libros de texto, y comenzaron la lección de "El mito de Prometeo".— Perfecto, entonces ahora empezaremos a traducir el texto... ¿Algún voluntario?

Al ver que nadie alzaba la mano, Jinsol apuntó directamente a Jungeun, haciendo que esta se congelara en su sitio. Contestando más que bien a la cuestión, la pelinegra sonrió sinceramente hacia ella, mientras que esta apuntaba la traducción en su libro. 

Varios minutos así, cincuenta para ser exactos, hizo que la campana sonara dando por finalizada la clase de Griego. Era su último curso en aquel instituto católico, más bien dicho, colegio concertado. En el Seoul Catholic Center no perdonaban ninguna, pero tampoco se salía de allí con heridas.

—¿Puedo hablar contigo, Jungeun?— preguntó Jinsol acercándose a su mesa, apoyando ambos brazos en las esquinas. 

—Sí, claro.— respondió mirando hacia la salida, buscando un milagro que le salvara de la situación.

—Como se te da tan bien la literatura y la poesía, me preguntaba si querías participar en un concurso anónimo. Se trata de escribir una poesía, de cualquier género, y presentársela al colegio. Este concurso es aquí, no te preocupes.— puso ojos de diamante.— ¿Qué me dices?

—T-tengo que pensarlo mejor... Me tengo que ir a la otra clase.— recogió todas sus pertenencias, y se fue por la puerta bajo la espera de sus amigas.

—¿Qué te ha dicho Jinsol? ¿Algo de reuniros en su casa?— rieron, pero Jungeun por dentro estaba nerviosa, pensante y muy desconcertada. ¿Jinsol le había preguntado de participar en una cosa así? ¿Cómo mierda sabía ella que le encantaba la poesía?

Al volver a su clase principal, dejó su mochila y se fue al baño para lavarse la cara. Sin embargo, cuando retornó no se esperó ver a Jinsol sentada en la mesa del profesor. Recibió una sonrisa por su parte, siguiendo confundida se sentó al lado de sus amigas.

—Espero que no me dejéis mucha faena... Vengo aquí a sustituir a Jihyo, así que dejaré en la pizarra anotados varios ejercicios que ha dejado para vosotros.— renegando y con tonos de asco, varios alumnos se quejaron por ello, aunque no obstante hicieron caso finalmente. 

Jungeun dándose cuenta de que Jinsol venía hacia su sitio, decidió cambiarse de sitio, dejando a la pelinegra un poco triste, pues iba a seguir comentándole el asunto sobre el concurso. Aunque no por mucho tiempo, Jungeun se cansó de la neuva compañía con la que se había juntado, por lo que regresó a su sitio principal. Y fue así cómo la mayor aprovechó para sentarse en su mesa, dejando a la castaña nerviosa de nuevo.

—Déjame que te ayude con este ejercicio...— dijo la profesora, incomodando así a Jungeun, quien se alejó por fin de ella.— ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

—¿Puedo ir al baño?— preguntó Jungeun, bajo la afirmación de Jinsol. Yéndose corriendo al servicio, mojó de nuevo su cara, pero lamentó el haber escuchado la voz de la pelinegra retumbar por los pasillos, hasta entrar al baño.

—¿Me tienes miedo, pavor, terror...?— preguntó la inocente profesora.— O quizás no has sido capaz de olvidarme... Sabes que esto está mal, más que mal. Tener sentimientos por una profesora no acaba bien...— habló acariciando el brazo de Jungeun, provocándole de esta forma tan sutil.— ¿Qué dirían mis hijas sobre esto? ¿Acaso has pensado en mi marido?— besó su mejilla, volteando el rostro de la castaña.

Se dieron un beso fugaz, donde las estrellas mandaron sobre sus cuerpos. Los impulsos les obligaron a tomar la boca de la otra, en donde estocadas de amor volaban sobre ellas. Jinsol ya sabía sobre la atraccción que Jungeun sentía hacia ella, por lo que quería jugar un poco con sus sentimientos, sin darse cuenta de lo que ocurriría a partir de ese momento.

—Desde hace mucho tiempo que llevo sabiéndolo, pero sabes que no podemos hacer gran cosa. Que tú tienes la misma edad que mi hija mayor, mi hija menor es novia de una de tus amigas, y que mi marido me ama. 

—¿Y por qué me haces sentir así ahora mismo? Te voy a tener como profesora estos últimos seis meses, me cago en mi puta vida, Jinsol.— agitó su cabeza para librarse de esos pensamientos.— Si tanto lo sabías, ¿por qué jugar con mis sentimientos ahora? 

—No estoy jugando con ellos, te estoy advirtiendo de que el amor puede parecer una mierda, o una desgracia, o ni siquiera que haya amor en tu interior... Solo te pido que por favor, intenta olvidarte de mí, júntate con más gente de tu edad... Sabes que no voy a tener ningún problema en seguir ayudándote, ni aconsejándote ni por nada en el mundo ignorarte... Pero es difícil saber que tu alumna más querida está enamorada de ti, y es un paso muy grande el haberte dicho esto.

—Olvidarme de ti no va a ser tan fácil como piensas, ni como pienso. Y sé que va a ser difícil mirarte a los ojos a partir de ahora... Quiero cambiar y teniéndote al lado no me ayuda nada. Espero que estés contenta, porque acabas de romperme el corazón.— se fue hacia la salida, abriendo la puerta contestó a la pregunta anterior.— Y por si querías saberlo, sí, me presentaré al estúpido concurso.

Dejándole sin palabras, Jinsol se quedó un rato llorando en un cubículo del baño, simulando que sus lágrimas no eran de oro puro. Habiendo pensado en que había desperciado una oportunidad para estar con la que de verdad amaba, dejándose así un rastro de melancolía viéndole crecer durante estos años. 

Sin pudor ninguno, asqueada por su personalidad y carácter, decidió irse de nuevo a clase para encontrarse la bella imagen de Jungeun con su capucha puesta, escribiendo probablemente un poema amoroso, cuyo pensó que definitivamente se trataba de ella misma.


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