veintidos
— ¡Ah, más rápido! — jadeó Golden.
El pelirrojo asintió, aumentó la velocidad con la respiración agitada, y faltante.
Le mordió hasta el último centímetro de piel que tenía de las caderas para arriba.
¿Cuánto tiempo había pasado?
Quién sabe.
¿A quién le importa de todos modos?
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