Una invitación
Esa basura que te dice "y se volvieron uno" ¿Dónde la habré oído?
Es una miseria vivir esto. Y es que cuando se vuelve un nosotros, eso de depender y que alguien dependa de uno. Es una tontería, como hilo se bambolea en círculos sobre mí y me va enredando ¿pero que es esto? ¿soy yo quién se enreda en esta relación? ¿Qué es lo que me ata si no le tengo cerca?
Y me acuerdo de como entumecida en el asiento del coche. La radio soltaba un "y como duele lo que una vez soñé" pero no duele, existe, excita pero no duele. Doler como cuándo te caes de una escalera, como cuándo te raspa un fierro o un cuchillo, no no duele. Porque si doliera sabría que es correcto llamarlo "adiós".
Holanda es un sueño, un sueño de oro y humo, turbio durante el día, dorado por la noche. Es como cuando quieres levantarte de la cama y piensas que tu cuerpo se va a levantar por ti. Y a veces lo hace y otras te quedas allí, con la humedad de las sábanas en tu espalda, dejando un olor a cabello en la almohada. Así es Holanda.
Un sueño empalagoso que húmedo me va acompañando.
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