XIV
Si hedor frente las brumas de tus ruidos
corrió mi senectud, ¿qué seré ahora,
que en tus pomos purísima señora
volando viera de color vestidos?
Hieres y violentas tan heridos
al mártir que soy cuando tus ojos dora
de los míos eclipsando su aurora
que, aunque menos bellos, del sol nacidos
sus rayos son el canto de la gente.
Con qué castigo rige la hermosura
privando de mis luces la armonía,
con los gritos rasgando tan doliente
zafiros merecidos de este día,
aún cuando la muerte es menos pura.
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