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Capítulo XII. El Gato y el Ratón ⊱P.I




                                            —¡¿Alguien puede explicarme qué mierdas acaba de pasar?!

     El grito de Max resonó por todo el coche y Lucas tuvo que hacer un gran uso de su fuerza de voluntad para no cogerle la cabeza y girarla en dirección a la carretera. ¿Quería matarlos a todos o qué? Para su suerte, Hollie le propinó semejante puñetazo en el brazo que Max no tuvo más remedio que centrarse en la carretera, soltando un quejido de perro malherido.

    —Por mucho que quiera saber tanto cómo tú qué era esa cosa, Maxi -habló Lucas-, ahora no es un buen momento, ¿no crees?

     —Lucas tiene razón —concordó Hollie, mirando a través del retrovisor cada pocos segundos—. ¿Serena?

     La pelirroja se había mantenido en silencio desde que había entrado al coche. Lucas estaba sorprendido por ello, pues no creía que ella fuera del tipo de personas de quedarse callada en aquellas circunstancias —aunque el término persona para Serena podía ser descartado definitivamente—; al girarse para mirarla de reojo, un nudo se instaló en su garganta.

     Serena estaba sudando. No como lo haría alguien después de haber vivido una experiencia tan extraña a causa del miedo. Sudaba con el rostro compungido en un silencioso gemido. Un gemido de dolor.

     Hollie pareció darse cuenta por fin de que algo no iba bien, y alzándose desde el asiento del copiloto para mirar qué ocurría, vio el estado de su mejor amiga.

     —Serena, ¿qué te ocurre? —preguntó, intentando alejar el nerviosismo de su voz, en un vano intento por mantener la calma.

     Serena masculló algo entre dientes antes de doblarse de dolor y llevar sus antebrazos hasta su pecho, apretándolos contra sí con fuerza.

     —¿Qué? —Lucas se inclinó hacia ella, intentando escuchar más de cerca.

     Se sorprendió consigo mismo por el gesto. ¿Dónde quedaba su enemistad con Serena? Quizá, y solo quizá, las palabras de la abuela Corally habían hecho un verdadero eco en el interior de su mente. Serena se había lanzado sin dudarlo contra aquella cortina de humo, dándoles tiempo al resto para escapar. Lo menos que podía hacer después de eso era darle el beneficio de la duda e intentar hacer bien las cosas. Por mucho que le costara conseguirlo.

     —Sangre de Demonio... —consiguió escuchar a duras penas.

     —¿Qué ha dicho? —inquirió Hollie, inclinándose todavía más por encima de su asiento. Lucas parpadeó, completamente confundido.

     —Sangre de Demonio —respondió. Hollie soltó una exclamación ahogada antes de darle otro puñetazo a Max.

     —¡Acelera, joder! Mierda, esto es malo. —La preocupación que Hollie desbordaba no hacia sino aumentar la confusión de ambos chicos.

     —¡Eh! No hace falta que me pegues, loca —expresó Max, frunciendo el ceño y haciendo un gran esfuerzo por mantener la mirada en la carretera.

     —No lo entendéis —habló la rubia de nuevo—, si no llegamos a un lugar seguro pronto, lo peor que podría pasar es que Serena muriera.

     —¿Morir? —La voz de Lucas sonó ligeramente estrangulada—. ¿Cómo que va a morirse?

     —No lo entendéis —volvió a repetir Hollie.

     —Mira, repitiendo eso no nos aclaras nada, ángel —dijo Max, perdiendo el tono bromista en su tono de forma definitiva—. O te explicas o no sabremos por qué coño Serena puede morirse.

     —No es un lugar seguro...

     Los ojos de Lucas volaron hacia su derecha en cuestión de segundos. Serena había abierto sus ojos ligeramente y, a pesar de estar entrecerrados, pudo distinguir el brillo dorado con la escasa luz móvil de las farolas de la calle. Su respiración se había vuelto errática y todavía mantenía los brazos apretados contra su pecho. El sudor perlaba su frente y sus labios estaban cortados a causa de la transpiración y sus bocanadas apresuradas. Sus cabellos rojos, normalmente cual amanecer ardiente, parecían haber perdido algo de su brillo y, ahora, se asemejaban más a las ascuas que quedan de una hoguera casi extinta.

     Lucas jamás había visto así a Serena y, por mucho que la chica despertara en él cierto rechazo, no podía negar que en un principio se había sentido atraído por ella, que había empezado a gustarle antes de descubrir que no era humana. No podía evitar sentir lástima por ella, por su situación y su apariencia; tampoco podía evitar sentirse un tanto preocupado.

     —Hollie, si vamos a un lugar seguro, ¿nos lo contarás? —preguntó de repente, apartando los ojos de Serena con gran esfuerzo.

     Ella asintió de manera frenética. Lucas pudo escuchar entonces su respiración acelerada y percibir el leve temblor de su cuerpo: Hollie estaba al borde de las lágrimas, verdaderamente asustada. Lo que fuera que le estaba haciendo aquella supuesta "sangre de Demonio" a Serena, era algo serio.

     —...Holls... —susurró Serena débilmente, conteniendo los temblores que habían empezado a invadir su cuerpo al tensarse.

     Lucas se mordió el labio, dubitativo, antes de hacer algo que nunca creyó capaz de hacer.

     Se deslizó más cerca de Serena a tal punto que la piel de las piernas de ella, descubierta, tocara la tela de sus pantalones pirata, sintiendo el frío que desprendía a través del contacto. Su brazo derecho se estiró por encima de la cabeza pelirroja y se enroscó entorno a los temblorosos hombros antes de inclinarse hacia ella. Hizo que la cabeza de Serena se apoyara en su pecho, justo debajo de su clavícula. La apretó contra sí, intentando transmitirle todo el calor que era capaz.

     Serena soltó un suspiro tembloroso, pero no protestó.

     —Max, llévanos a mi casa —pidió, intentando ignorar el calor en sus mejillas.

     —Espera —interrumpió Hollie—, ¿hay alguien en tu casa además de ti?

    —Mi madre —respondió Lucas, volviendo a fruncir el ceño—. ¿Por qué?

     —Esa bola de humo, ese Demonio, nos está siguiendo claramente. Si vamos a tu casa, corremos el riesgo de poner a tu madre en peligro. Necesitamos un lugar desierto, que no tenga a nadie más que nosotros dentro. Y creo que ya sé a dónde podemos ir.

     —Señala el camino entonces —contestó Max simplemente.

     —¿Sabes dónde queda la Calle Dalimont? —inquirió la rubia de nuevo.

     —¿No es esa la calle de los pijos? —Lucas frunció el ceño y agregó—: ¿por qué vamos allí?

     —Porque nos vamos a casa de Serena. Es el lugar más seguro ahora mismo.

     —¿Qué pasa con sus padres?

     —Se encuentran de viaje. Lo más probable es que estén en Brooklyn o incluso París. Son dramaturgos, así que no están mucho en casa. Serena vive prácticamente sola.

     —Eso es muy triste —terció Max. Hollie se limitó a asentir y a indicarle el camino que debía seguir.

     En los asientos traseros, Lucas sintió que Serena se removía sobre su pecho. Desplazó su mirada hacia ella y un extraño sentimiento tiró de su estómago y le subió por la tráquea. Compasión, le dijo una vocecilla en lo más profundo de su mente. Sentía compasión, por las convulsiones de su cuerpo, por el frío sudor que cubría su frente, por sus dientes repiqueteantes. Porque por primera vez, era él quien la observaba intentando descifrar las paredes de sus pensamientos, intentaba saber qué era ella y en qué podía afectarle la sangre de un supuesto Demonio. Por primera vez, Serena se veía débil y falta de vitalidad; eso no hizo más que retorcer con más ahínco el pecho de Lucas.

     Media hora más tarde, las luces de la gran casa de Serena les dieron la bienvenida, abriéndoles el paso a través de la oscuridad. Se adentraron dentro lo más rápido que pudieron, mientras Lucas cargaba ahora a una medio inconsciente Serena, apretándola contra su pecho mientras sus piernas avanzaban. Hollie iba en cabeza, con las manos de la casa en sus manos temblorosas y, a pesar de sus protestas y silenciosas quejas, Max iba detrás de él, observando sobre su hombro con profundo miedo.

     Para cuando ingresaron dentro de la monstruosa casa, un viento silbante y frío, casi helado, se extendió por toda la calle y consiguió filtrarse a través de las rendijas de puertas y ventanas, hacia el interior de la casa. Hollie echó los ocho pares de cerrojos que había en la puerta y guio a Max y Lucas hasta el salón antes de desaparecer por el pasillo.

     Lucas acomodó a la pelirroja sobre uno de los sofás, entre los mullidos cojines y se permitió observarla mientras lo hacía. Una extraña calma había invadido su rostro, pero no era una tranquilizadora. Era el tipo de calma capaz de despertar mil alarmas en la mente de alguien. El tipo de calma que susurraba con voz amenazante que permanecieras alerta, que no cerraras los ojos y te permitieras descansar; que lo peor todavía estaba por llegar.

     —He supervisado las cámaras de seguridad y activado los cerrojos automáticos. Estamos oficialmente encerrados y confinados hasta que se haga de día —informó Hollie, volviendo a entrar en el salón.

     —¿Hasta que se haga de día? —cuestionó Max, incrédulo—. Por si no lo recuerdas, mañana hay instituto.

     —Raro de ti el preocuparte por eso —terció Lucas, hablando por primera vez en media hora. Después miró a Hollie—. Mañana empezaban las decoraciones del gimnasio para la graduación, ¿verdad?

     Hollie asintió—. Sí, es por eso que no creo que alguien se preocupe si faltan cuatro personas. Nuestra promoción es de sesenta y cinco personas, tendrán manos de sobra, incluso si falta más gente.

     —Espera —interrumpió Max—, yo preocupado por si se hacían las recuperaciones de los exámenes, ¿y resulta que se iba a decorar el gimnasio? ¿Es que nadie pensaba decirme que no había clase, exámenes o lo que fuera? Qué mundo tan cruel.

     —Cruel es que te estés compadeciendo de ti mismo con Serena en este estado —habló Lucas, y Hollie asintió de acuerdo.

     —Perdón —se disculpó Max, sin saber qué más decir.

     —¿Hay algo que se pueda hacer? —dijo el rubio. Hollie frunció los labios e inclinó ligeramente la cabeza, considerando varias ideas.

     —Nunca había pasado algo como esto —admitió—. Al menos no conmigo delante. No sé cómo actúa ella en estas situaciones, o si siquiera las ha vivido alguna vez. No... no sé qué hacer.

     Entonces, la corriente helada volvió a soplar y todos se quedaron en silencio, escuchando. Fuera, los árboles se agitaron furiosamente y el viento aulló con más fuerza. Serena se removió entre los cojines y dejó escapar un grito de repente. El sonido fue inhumano, como si la estuvieran matando de dentro hacia fuera.

     Los tres corrieron hacia ella y la mantuvieron lo más quieta que pudieron, mientras Serena seguía gritando, desgarrándose las cuerdas vocales y apretando los ojos con fuerza. Lucas la contempló sintiendo sus nervios crisparse y apretó los labios en una fina línea mientras aquella compasión dentro de él explotaba en una gran preocupación.

     Quería introducirse en su cabeza, así como ella había querido hacer con él. Quería decirle que estaría bien, que dejara de gritar. Quería preguntarle qué podían hacer para aliviar su notorio dolor. Quería rogarle que se quedara callada, que podía atraer al Demonio si continuaba gritando. Cerró los ojos sujetando con más fuerza los brazos de Serena. Intentó concentrarse en sus oídos, en bloquear los gritos y silenciarlo todo a su alrededor.

     Quería...

     Y entonces, una chispa, un atisbo de luz. Y una palabra que hizo eco en su mente desde un lugar remoto y lejano.

     «Sangría.»

     La respiración se le cortó y se quedó atascada en sus pulmones. Era incapaz de inhalar o exhalar aire. Se había quedado sumamente quieto y el agarre en Serena se aflojó sin poder evitarlo. Max y Hollie lo miraron cuando se apartó de golpe y se pasó las manos por el pelo, por la cara, restregándose los labios y los ojos.

     —Me... —No, no podía ser verdad. No podía ser posible.

     No era posible que la voz de Serena hubiera llegado a él, que él la hubiera buscado.

     Pero nuevamente, aquellas últimas semanas habían sido de todo menos normales. Alguien lo quería muerto, un enano de jardín lo había atacado, una chica no era humana, otra probablemente escondía algún tipo de secreto relacionado, la abuela de su mejor amigo mantenía conexiones con espíritus —o cosas por el estilo—, y ahora un Demonio o supuesto Demonio, los perseguía.

     ¿Pero por qué razón se empeñaba en buscar la normalidad? No había nada normal en nada de lo que había ocurrido, salvo tal vez Max, quien parecía ser lo suficientemente humano, por el momento. E incluso Hollie. Ni siquiera él se salvaba de la ola de anormalidad que golpeaba su vida aquellos días.

     No después de haberse deslizado entre las sombras para buscar la voz de Serena.

     —Te ¿qué? —Empujó Max, buscando que acabara de hablar.

     —Me ha hablado —dijo en voz baja, todavía sin poder creerlo. Su ceño se frunció—. Sangría, eso ha dicho.

     —¿Vamos a emborracharnos? —continuó el moreno—. No me opongo, pero no parece buen momento para beber, ¿o sí? ¿Alguno sabe cómo preparar una sangría? Después de esto quizá necesite una jarra entera.

     —No, estúpido. —Hollie lo calló y miró a Lucas fijamente antes de que sus propias manos se movieran hasta su cabeza, dando pequeños golpes—. ¡Pues claro! ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

     —No sé tú, pero yo empiezo a creer que está loca —señaló Max, inclinándose hacia Lucas para hablar, sin despegar su mirada de Hollie—. Es que mírala, se está matando las neuronas con tanto golpe.

     Hollie le dirigió una mirada mortífera antes de perderse por el pasillo por segunda vez.

     —¿Tienes que ser tan estúpido? —le preguntó Lucas a su mejor amigo.

     —Oye, ¿y el insulto a cuento de qué?

     —A cuento de que cuando Hollie está cerca te vuelves más imbécil de lo que ya eres. Si esa es tu forma de intentar hacer que le gustes, vas mal.

     —Fue a hablar el chico al que le gustaba la chica de la que desconfía y que hace cinco minutos tenía en brazos con la cara hecha un manojo de nervios.

     Lucas quiso replicar, de verdad que lo intentó, con todas sus fuerzas. Pero las palabras simplemente habían muerto en lo más profundo de su mente. Max tenía algo de razón, a pesar de que no tuviera claro en qué.

     Hollie volvió a irrumpir en la sala, esta vez con un botiquín de primeros auxilios y una pajita de plástico. Los chicos se quedaron callados, y solo Max fue capaz de expresar lo que pasaba por sus mentes.

     —¿Qué cojones haces con una pajita de plástico?

     —No tengo un catéter, así que voy a improvisar uno —explicó Hollie.

     —Me he quedado en las mismas. ¿Qué es un catéter y por qué sabes lo que es y cómo se utiliza?

     —Lucas, ayúdame —dijo ella, empezando a sacar gasas del botiquín. Con ella, sin que se dieran cuenta, también había llevado un cuenco enorme de cristal—. Sé lo que es un catéter porque mi tía abuela era enfermera y participó en la Segunda Guerra Mundial. A veces tenía que atender a heridos muy graves y necesitaba un catéter, un tubo largo y estrecho que se mete en venas o el tejido de la piel. Sirve para drenar líquidos o inyecciones.

     —Sabes mucho sobre ello —observó Lucas, mientras cortaba trozos gruesos de gasa con unas tijeras y hacía una pequeña montañita con los cortes.

     Hollie se encogió de hombros.

     —Saber de medicina es bien, sobre todo cuando puedes utilizar lo que sabes o te han enseñado en situaciones como esta.

     —Claro, porque esto es una escena que puede ocurrir un día de cada día —bufó Max.

     —Mi mejor amiga se está muriendo —musitó la rubia entre dientes—, ¿y sigues teniendo el descaro de decir tontería tras tontería? Eres un inmaduro de mierda.

     —Perdona por ser normal e intentar desquitar mis nervios con bromas.

     —No me hables.

     Lucas soltó un suspiro y se concentró lo más que pudo en contar hasta diez, intentando enfocar su concentración en Serena. Le cogió una de sus manos y sus dedos trazaron el camino hasta su muñeca, donde se cerraron y su pulgar se presionó en las venas de la cara interna. El pulso era débil, pero podía sentirlo.

     Al contemplar sus dedos, vio que estaban llenos de sangre, sangre sin coagular. Las heridas estaban tan frescas como cuando habían sido efectuadas, hacía casi cuarenta y cinco minutos atrás. La preocupación no hizo sino aumentar en él. Si la sangre no estaba coagulando, solo podía significar que las heridas eran tan antinaturales como la criatura que las había hecho, y que, sin duda, el tiempo se les estaba acabando.

     Los antebrazos de Serena estaban hinchados y tornándose de un horrendo color malva. Las venas que se veían, palpitantes, estaban negras y eran perfectamente visibles, en especial con la piel hecha tiras de los brazos de la pelirroja.

     —Hollie —llamó con urgencia—. Deprisa.

     La rubia dejó de discutir con Max para dejar el bol de cristal en el suelo, justo debajo del brazo derecho de su mejor amiga. A continuación, tomó un trozo de gasa y lo empapó de alcohol desinfectante antes de pasarlo por la punta de un cuchillo de cocina afilado y delgado. Soltó una respiración temblorosa antes de acercar el arma blanca hasta la piel translúcida del brazo y pinchar encima de una de las venas negras.

     La sangre empezó a brotar, y actuando deprisa, Hollie introdujo la pajita con sumo cuidado en el interior de la vena negra. En pocos segundos, la sangre fluyó a través de la pajita, chorreando en un flujo constante y rápido hacia el bol en el suelo. Pero la sangre que cayó con un chapoteo viscoso no fue roja. Los tres conscientes contuvieron la respiración unos segundos, observando el charco que lentamente, se formaba.

     Era sangre negra.

     —Ahí tenéis la sangre del Demonio —musitó Hollie, encontrando su voz envuelta en apenas un susurro.

     Fuera, el viento rugió.

     De golpe, la oscuridad estalló.

     Y sin dejarles tiempo a reaccionar, los engulló.





¡Hola!

Sí, soy así de mala, y sabéis que me encanta demasaido serlo. Lo dejo aquí y lo divido en dos porque de lo contrario iba a ser un capítulo largo, más que el anterior, incluso, y quería dejaros con algo de intriga por lo que se viene en la segunda parte. Admito, además, que la penúltima frase ha estado completamente influenciada por la tetralogía de A Court of Thorns and Roses (que recomiendo muchísimo en todos los sentidos), mi lectura predilecta y adictiva actual.

En fin, ¿qué os ha parecido? Quizá no habéis estado en tensión, pero os prometo que lo gordo viene después de este cap. Entre las tonterías que decía Max, las preocupaciones de Lucas y el mal humor de Hollie, hemos visto como se desenvuelven estos tres juntos y sus interacciones. No nos olvidemos de la pobre Serena, que ha resultado estar llena de icor (como diría un Cazador de Sombras).

Aprovechando esta mención esparódica, quiero hacer un poquito de spam por primera vez en mi vida e invitaros a pasaros, si queréis, por mi fanfic de Cazadores de Sombras: Los Orígenes, disponible en mi perfil. Se llama Clockwork Rose y cuenta con dos capítulos enteritos de prueba (pues según la acogida que tenga, la continuaré o no), y por lo que he visto, la cosa pinta y marcha bien.

Bueno, no os entretengo más. ¿Qué creéis que pasará en la segunda parte del capítulo? ¿Logrará Serena despertarse? ¿Matará Hollie a Max de una vez? ¿Admitirá Lucas que Serena puede gustarle un 5% más que en los caps anteriores? ¿Dejará Max algún día de ser el bufón de la historia? Por desgracia, solo tenemos conjeturas y una respuesta negativa segura para la última pregunta.

¡Votad y comentad!

¡Besos! ;*

Keyra Shadow.

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