Capítulo VII. Cita doble
—Ni de coña. Ni aunque apareciera Orlando Bloom vestido de Will Turner y me lo pidiera.
—¿Pero por qué no? Es para que no sea tan sospechoso.
—Porque, hola... ¡ES MAX! ¡Si me pongo eso me saltará encima!
Hollie se encontraba cerca de arrancarse sus preciosos rizos rubios y quedarse calva. Delante de ella, hurgando en su gran armario, Serena había sacado un atuendo para ella con el fin de llevarlo puesto en la cita doble.
Cita doble.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo y la mueca de asco que había tenido por los pasados cuarenta y cinco minutos no abandonó su rostro. Serena había acabado convenciéndola de acompañarla y hacerle a Lucas y a ella de falsa carabina. Para su mala suerte, su pareja aguanta-velas no era otro que el mejor amigo de Lucas, Max.
Si había algo que Hollie Anders no soportara, era a Maximilian Feraud. Su actitud prepotente en lo que a las mujeres respectaba la sacaba de sus casillas y sus fútiles intentos por llamarle la atención desde hacía una semana empezaban a darle ganas de estamparle una sartén en la cara al más puro estilo Disney. Aceptaba que el chico era guapo y que tenía cierto encanto, pero su enorme ego y sus insoportables bromas le quitaban muchos puntos, en su opinión.
No tenía buena opinión de los hombres, en general. No por su padre, él era un cielo y su madre demasiado estúpida como para darse cuenta de lo que había dejado escapar, pero más simplemente por mera intuición y deducción. La mayoría del porcentaje del sexo masculino eran unos capullos con pocos o ningún escrúpulo, cero modales y un sentido de la orientación prácticamente nulo.
A ojos de cualquiera, Hollie podría haber resultado demasiado drástica en cuanto a sus pensamientos sobre los varones, pero incluso la historia había demostrado que no eran de fiar: Enrique VIII era conocido como el decapitador de esposas —solo por mandar a matar dos de las seis que llegó a tener—, por un lado a Catalina de Aragón y por otra, a Ana Bolena. La pasión que sentía por la historia le había abierto los ojos a Hollie de sobremanera y a raíz de leer biografías de reinas pasadas y cabe añadir, muchos libros de romance, tanto juvenil como para adultos, que pensara que los hombres eran repugnantes era decir lo más suave que se le pasaba por la cabeza.
Volvió a mirar a Serena y se llevó un bocado de tortitas con fresas a la boca antes de cerrar los ojos de puro placer. Amaba las tortitas. Pero no era el momento para disfrutarlas.
—¿Y se puede saber a dónde vas a llevarnos, Sera?
Ya que por lo visto iba a hacer el papel de candelabro junto al insoportable de Max, lo último que quería era comer en algún sitio donde la comida no fuera buena. Entonces se negaría rotundamente a asistir a la cita doble y Serena debería buscarse a alguien más para ir con ella o simplemente quedar a solas con Lucas como, creía ella, debía ser.
—Paolini's me resultaba una opción bastante conveniente, dado que tanto Lucas como Max son de ascendencia italiana —repuso su amiga. Hollie la miró con pasmo notable.
—¿Pero tú como sabes eso?
—Es posible que haya fisgoneado un poco en la mente de Max —admitió Serena tras unos segundos, visiblemente avergonzada.
—Desde luego eres una caja de sorpresas, tía.
Serena solo se limitó a sonreír tímidamente, haciéndose la desentendida, aunque algo le decía a Hollie que muy en el fondo ella también sabía aquello.
Mientras tanto, en casa de los Bellamy, Lucas observaba su móvil desde una de las esquinas de su habitación con el ceño fruncido y el rostro serio. Max lo miró a él y al objeto alternativamente antes de introducirse una patata frita en la boca, observando el panorama que se había desenvuelto hacía más de veinte minutos en la habitación.
—¿Te vas a comer tu hamburguesa?
Pero Lucas no le contestó y con gesto rápido, Max cogió la hamburguesa de su amigo y le dio un mordisco. Lucas separó los labios para protestar mientras dirigía su mirada hacia él, pero la lucecita de las notificaciones parpadeando por segunda vez en un tono rojo, hizo que su vista se dirigiera al dispositivo una vez más. A continuación, el móvil empezó a sonar repetidamente con el tintineo de las notificaciones de WhatsApp.
—¿No vas a mirar quién es? —le preguntó Max tras devorar el último bocado de la hamburguesa.
—Es Serena.
—¿Y no vas a contestar?
—... No.
—Valep —Y al decirlo, remarcó una «p» inexistente a final de palabra, metiéndose en la boca otra patata.
El desinterés que mostró pilló desprevenido a Lucas, quien lo miró alzando las cejas. Max siguió comiendo con total tranquilidad.
—¿Ya está? —cuestionó—. ¿No me vas a decir nada más?
—¿Qué quieres que te diga? —contestó el pelinegro en respuesta.
—No sé, me esperaba algo como «¿por qué no le contestas los mensajes?» o «¿por qué la estás ignorando?»
Max se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.
—Dijiste que no te gustaba Serena y aunque no sea partidario de ignorar los mensajes de una chica, no entiendo por qué razón estás tan pendiente de lo que te diga. Y encima sin mirar qué te dice.
—No me fío de ella.
—Eso ya lo sé.
—Y no me gusta —remarcó una vez más el rubio.
—También lo sé.
Max realmente no podía concebir la razón por la cual Lucas estaba actuando de aquella manera con respecto a Serena. Es decir, ella no le gustaba, se lo había dejado claro, pero aún así, como le había dicho, él no podía evitar estar al tanto de las acciones que ella efectuaba para acercarse a él. Quizá Serena solo era una chica —la primera chica—, que se acercaba a Lucas con verdadero interés y su mejor amigo simplemente estaba exagerando las cosas demasiado, a tal punto de no fiarse de sus intenciones para con él.
—Es solo que son demasiadas cosas ya —admitió finalmente Lucas, acercándose lentamente a la mesa del escritorio, donde reposaba el tintineante móvil—. Son demasiadas coincidencias y las palabras de Hollie me dejaron intranquilo. Todo apunta a Serena, pero no entiendo en qué forma.
Max podría haber admitido perfectamente que tras escuchar el nombre de la rubia amiga de Serena, había dejado de prestarle atención a Lucas y francamente, no sentía el menor rastro de vergüenza por ello. Hollie Anderson le resultaba todo un reto, pues era de las pocas chicas que parecía resistirse a sus encantos a voluntad e iniciativa propias.
—Max, ¿me estás escuchando? —irrumpió en sus pensamientos de golpe la voz de Lucas. Él parpadeó despejando de su mente los ojos azules y enfadados de Hollie.
—¿Qué?
—Que si me estás escuchando.
Lucas siguió mirándolo, extrañado por su repentino comportamiento. Max rara vez se quedaba en blanco en medio de una conversación, a no ser que se hablara de un tema que le recordara a su padre o su vida de vuelta en Francia. En esos casos, hablarle a Max equivalía a hablarle a un trozo de cemento que se anclaba en el pasado y que muy pocas veces se soltaba por sí solo. Pero algo en la mirada de su mejor amigo le dijo que los recuerdos de su pasado no lo estaban evadiendo de la realidad ahora.
El rubio suspiró, dejando el tema de lado. Alargó el brazo lo suficiente como para coger su móvil y desbloqueó la pantalla para después mirar las notificaciones, que seguían parpadeando en rojo con insistencia. No está de más mencionar que el rojo era en representación de la larga cabellera de cierta chica y ciertamente, Lucas seguía sin entender por qué se había molestado en personalizar las notificaciones que le enviara Serena de aquella forma.
Lo primero que notó fue que además del mensaje de Serena, tenía una llamada perdida de su madre y un mensaje suyo en el que le decía que no la esperara despierto. Se tomó su tiempo para responderle antes de pasar a mirar el mensaje de Serena, el cual lo dejó ligeramente anonado. No habían emoticonos y las palabras de Serena no se acortaban como muchos solían hacer a través de los mensajes; era clara y concisa. El mensaje decía así:
«¿Te apetecería quedar esta tarde en Paolini's para cenar? Hollie va a venir, así que tú puedes llevar a Max también.»
Claramente era una cita y Lucas no pudo evitar preguntarse por qué Serena de repente parecía tan interesada en él. ¿A caso había empezado a gustarle o alguna cosa por el estilo? Lucas desconfiaba plenamente de las intenciones que tuviera la chica, estaba claro. Su instinto le decía que respondiera el mensaje con un monosílabo negativo y que jamás volviera a hablar con ella, pero por otra parte, tanto corazón como mente estuvieron de acuerdo en que acudiera si quería descubrir qué estaba tramando Serena Heber.
—Serena me acaba de pedir salir —soltó como quien habla de algo totalmente normal. Max lo miró desde su posición, sus ojos abriéndose levemente ante la sorpresa de la noticia.
—Pero no vas a ir, ¿verdad? —aventuró, esperando estar en lo cierto. Pero entonces sus ojos captaron la vacilación de su mejor amigo a afirmar su pregunta y supo, sin necesidad de que Lucas abriera la boca, que planeaba acudir a la cita con unas visibles segundas intenciones—. Enserio, ¿por qué te importa tanto?
—Esa no es la cuestión —inquirió el rubio—. Esta es la oportunidad perfecta para saber qué está tramando Serena. También me ha dicho que Hollie va a ir, así que, por ende, tú también.
—¿Quieres que sea tu carabina? —preguntó esperanzado.
—Si quieres verlo de esa forma...
Lucas no supo cómo, pero Max empezó a registrar el armario de su amigo y sacó una caja roja que casi no podía ni cerrarse bien, pues varios artículos que Lucas no pudo distinguir impedían el cierre completo. El rubio lo miró parpadeando repetidas veces mientras Max vaciaba el contenido de la caja en la alfombra del suelo.
Lo que había allí debía haberle costado a Max unos cien dólares, como mínimo. Destacaban las múltiples caquitas de condones —obviamente de marca—, controles de alcoholemia que vendían en la farmacia de la esquina y varios objetos de diversión sexual, incluso geles. Max sonrió abiertamente antes de rebuscar en el armario un objeto más: un candelabro.
—¿Cómo ha llegado todo eso a mi armario? —cuestionó Lucas sin poder evitarlo, sorprendido—. ¿Y por qué había un candelabro ahí? No, ¿para qué necesitas un candelabro?
—Porque voy a ser un sujeta-velas esta noche para ti y Serena.
—Ese es el peor chiste de toda la historia.
—Te ha encantado y lo sabes —objetó el pelinegro, sonriendo más todavía—. Además, no te metas con Lumiere, pobrecillo. Me costó cincuenta dólares en la tienda de antigüedades.
—¿Esa a la que no se acerca nadie que está en Crimson Hills? ¿El mismo pueblo donde muere gente casi todas las semanas?
—Hay cosas peores en el mundo, Luke. Algún día las descubrirás tú solito, tu solo espera.
—Espero que no llegue ese día —admitió Lucas, temiendo lo que pudiera pasar si iban a ese pueblo.
Crimson Hills se encontraba a doscientos quilómetros al norte de Adhemson, el pueblo en el que vivían ellos. A trescientos al este, encontraban Wood Valley y más alejado todavía, Blackburn Pines. En todos estos habían acontecido cosas extrañas y Lucas empezaba a pensar que en Adhemson también podría ocurrir algo similar a sus vecindades. Si era sincero, prefería que su hogar siguiera siendo normal.
—Venga, tío, tenemos que prepararte para que Serena se quede con la boca abierta cuando te vea —lo empujó Max hacia el armario, mientras Lucas negaba con la cabeza, derrotado.
—No es una cita.
—«Notte de paz pues la notte special, la llamamos bella notte...»
—Estás pirado.
—Calla y vístete.
Paolini's era un restaurante de comida italiana al que Serena jamás había ido, pero que sabía por sus padres que era uno de los mejores que había en todo Adhemson. La decoración variaba entre un estilo clásico y uno más moderno y a simple vista, la fachada recordaba vagamente a un panteón olímpico, con dos grandes columnas de concreto blanco que se alzaban a ambos lados de la puerta. Paolini Della Santa había sido el propietario desde su inauguración en 1890 y posteriormente, el negocio había pasado de generación en generación hasta la fecha, siendo Paolini III el propietario actual. Si algo caracterizaba al restaurante, era el elaborar comidas tradicionales de forma innovadora, ya fuera añadiendo nuevos ingredientes o cambiando el emplatado tradicional.
Los cuatro adolescentes se encontraron en la entrada y mientras Max se comía a Hollie con ojos voraces, Serena indicó que había hecho una reserva aquella misma mañana y que probablemente ya pudieran entrar. Así pues, entre una incómoda salutación, procedieron a entrar dentro del establecimiento.
Les atendió una camarera que los condujo hasta su mesa, ligeramente apartada de las demás y Max no vaciló en sacar de la mochila que llevaba el candelabro que había comprado en Crimson Hills, depositándolo en el centro de la mesa y pidiendo un par de cerillas a la camarera —que lo miró como si hubiera salido de un psiquiátrico—, para encender las tres velas que portaba el objeto. Una vez la iluminación estuvo lista, se sentaron de esta manera: Hollie, Max, Lucas y Serena. De esta forma, Hollie y Serena quedaron al lado de sus respectivas citas y ahora, había llegado el momento de actuar.
Serena le dirigió una mirada ligeramente coqueta a Lucas y el chico parpadeó mientras la incomodidad lo invadía.
—¿Cuáles son tus aficiones? —fue lo que le preguntó ella.
«Pintarte a ti, por lo visto» —pensó Lucas, recordando que en latín había vuelto a dibujar a la pelirroja, si bien solo había resultado en un boceto mal hecho de sus ojos coloreados con rotulador fosforescente amarillo y naranja.
—Me gusta mucho pintar —respondió simplemente.
—¡Me encanta la pintura! —exclamó con demasiado entusiasmo ella.
—¿De verdad? —Lucas pareció verdaderamente sorprendido.
—¡Claro! Boticcelli es uno de mis pintores favoritos.
—Yo prefiero a Velázquez, sus técnicas con el claroscuro y los contrastes de perspectivas que se aprecian en sus cuadros son realmente asombrosos.
—A mí me gustan más las temáticas que utiliza Boticcelli, las mitologías, las criaturas fantásticas, los cuerpos siguiendo el cánon de belleza de la época.
Se enfrascaron en su propia conversación sin quererlo y Hollie miró a su mejor amiga con una mueca de estupefacción y horror que solo se acrementó cuando sintió una mano deslizándose por su brazo en dirección a su cuello. De un manotazo, se giró de golpe para ver a Max sobándose la extremidad herida con cara de cachorro mojado.
—Au...
—No me toques, autralopithecus.
—Eso es un golpe bajo —terció el pelinegro, para después apoyarse en uno de sus brazos y sonreírle a Hollie de forma galante—. Agresiva, me gusta. Por cierto, ese vestido te queda muy bien, pero...
—Ni en tus mejores sueños, Feraud.
—Justamente eso, ni en mis mejores sueños lo llevarías puesto —le guiñó el ojo derecho y Hollie tuvo el pensamiento de coger un tenedor y clavárselo. O de darle con una sartén. Tenía que meditarlo todavía.
Una camarera se acercó a ellos rápidamente después de las palabras de Max, llevando el rostro tapado por las cartas. Las depositó en la mesa y aguardó a que cada uno decidiera qué iba a cenar antes de preguntarles. La voz le resultó vagamente conocida a Max, pero no supo por qué razón. Tras haber pedido la cena, procedieron a seguir con sus respectivas conversaciones, aunque a la vez que Max intentaba entablar conversación con la rubia, ella giraba el rostro y se dedicaba a mirar su móvil.
Entre Lucas y Serena, por otra parte, la conversación sobre pintores había acabado hacía unos minutos y, mientras esperaban la comida, Lucas decidió que era su turno para preguntar.
—¿Qué hay de tus padres?
El matrimonio Heber era un completo misterio para Lucas. Jamás los había visto más de dos días seguidos por el pueblo y cabe mencionar que tampoco sabía exactamente quienes eran.
—Nunca están en casa el tiempo suficiente —respondió Serena, imitando en su voz un deje de tristeza—. A veces, cuando tienen tiempo para escapar del trabajo, vienen y me llevan a sitios paradisíacos en unas pequeñas vacaciones, pero después vuelven a marcharse y vuelvo a quedarme sola en casa.
—Pero eres menor —frunció el ceño el rubio—. Se supone que debes tener un tutor legal viviendo contigo hasta que cumplas la mayoría de edad.
Serena negó.
—Mis padres escribieron un permiso especial en los juzgados, conforme podía quedarme en casa sola sin la necesidad de tener un tutor. Además, los vecinos ya me mantienen vigilada de vez en cuando.
«Algunos más de lo que me gustaría» —pensó ella.
Había gente en su vecindario que no acaba de causarle buena impresión. Muchas noches no había podido dormir a causa de sentir la presencia de alguien que rondaba su casa y a través de los pensamientos de Hollie y Max, sabía que a ellos también les pasaba. A Hollie a causa de ella y por parte de Max, aunque solo era una suposición, a causa de Lucas. A aquella conclusión había llegado apenas unos minutos antes, cuando todavía se encontraban fuera a la espera de que llegaran.
La noche anterior, según los pensamientos de Max, había visto a una sombra escabullirse por el jardín de su casa y sus mascotas habían estado intranquilas por el resto de la noche de igual manera. Claro está que el pelinegro no le había comentado nada de esto a Lucas, pues sabía cuán paranoico podía ser a veces el rubio y no quería preocuparlo si al final resultaba ser una simple tontería.
Serena posó sus ojos en Lucas y los entrecerró levemente mientras intentaba concentrarse. Lucas, por otra parte, empezó a sentir como el ya tan conocido dolor lo invadía lentamente y se levantó de golpe de la silla mientras se disculpaba y se iba al baño. La pelirroja parpadeó, aturdida por el repentino comportamiento del chico y procedió a mirar a Max y a Hollie de manera interrogante.
—Disculpad, chicas —expresó Max, haciendo una exagerada reverencia—. Voy a ver qué le ocurre a la princesa.
Hollie lo alentó a que se fuera con un aspaviento de manos y Serena únicamente se limitó a sonreir. Una vez fuera de su vista, la rubia se giró hacia su amiga.
—¿Qué ha pasado?
—He intentado meterme en su cabeza —terció Serena. Hollie abrió los ojos, alarmada.
—¿Estás loca? —exclamó en un murmullo, mirando alrededor para asegurarse que nadie en las demás mesas las estaba vigilando—. ¿Y si Lucas empieza a atar cabos? Si lo que dices es cierto y no puedes leerle la mente, él podrá notarlo, ¿no? Si acaba deduciendo, a raíz de más cosas, que eres un ángel caído estás perdida, Sera.
Serena torció el gesto ante las palabras de Hollie. El término mortal que se empleaba para determinar a los de su especie no acaba de gustarle del todo. Ella los conocía por otro nombre que para la gente común de la Tierra hubiera resultado impronunciable; no era griego, latín o mesopotámico. Se trataba de una lengua más antigua que se remontaba al principio de los tiempos y si bien los humanos habían encontrado un término por el cual podía deducirse una traducción del Aesrgryond, el término «ángel» había sido una invención de uno de los doce apóstoles y del propio Jesucristo.
Pero a pesar de todo, Hollie tenía razón y lo sabía. Si Lucas acababa descubriendo lo que era, estaba perdida. Ya podía despedirse de cumplir su misión en el reino mortal y de lo poco que quedaban de sus capacidades y sus alas. Como un acto reflejo, acarició la espalda del vestido que llevaba y por ende, notó las hendiduras en la piel de su cuerpo mortal. Hollie jamás había visto aquellas marcas, pues solo los de su especie podían apreciarlas bien; a ojos mortales, eran invisibles.
Sin embargo, debía descubrir qué era Lucas, pues, aunque al principio no había tenido planeado el acercarse a él, la imposibilidad de leerle la mente al rubio había hecho que se diera cuenta de que, realmente, no era humano.
Lucas y Max volvieron poco después de que Serena acallara sus propios pensamientos. La mesa se sumió en el silencio hasta que la camarera que los había atendido volvió con la cena. Mientras comían, lo único que pudo escucharse fueron los vanos intentos de Max por hacer hablar a Hollie con él. Entre Serena y Lucas no se volvió a pronunciar palabra alguna y ninguno de los dos, demasiado ensimismados en sus pensamientos como para preocuparse por entablar conversación, hicieron el esfuerzo por volver a hablar entre ellos.
Cuando la cena hubo terminado y fue la hora de los psotres, la misma camarera, a la que Max había empezado a analizar, les dio las cartas y sus ojos se deslizaron a los de Max lo suficiente como para que el pelinegro frunciera el ceño extrañado y se levantara para acercarse a ella.
—¿Vanessa? —cuestionó, tras reconocer por fin a la camarera—. ¿Qué haces aquí?
La chica, al saberse descubierta, procedió a cambiar su rostro sorprendido por uno más neutro y con la voz más calmada y serena que pudo esbozar, contestó a las preguntas de Max.
—Trabajo aquí.
A Max aquella locución no le bastó. Conocía a Vanessa lo suficiente como para saber que ella no trabajaba, pues sus padres podían permitirse con quereces que su hija pudiera disfrutar de la buena vida sin necesidad de ganar un sueldo por su cuenta. Vanessa era una niña mimada y Max lo sabía demasiado bien.
—Eso es mentira. Eres menor, así que es imposible que trabajes aquí. —Por primera vez en su vida, Hollie observó totalmente callada como la voz de Max dejaba de lado su habitual tono cómico y coqueto y se tornaba serio. Si había algo que Maximilian Feraud no soportara, eran las mentiras—. Si no quieres que llame a tus padres y les diga que estás aquí, que muy probablemente te has hecho pasar por una trabajadora de este restaurante.
Vanessa le dirigió una mirada dolida antes de darse la vuelta y marcharse. Max volvió a sentarse y suspiró profundamente antes de masajearse las sienes. Serena sintió la frustración que sentía en aquellos momentos el chico y el pensamiento constante que rondaba su mente: ¿por qué Vanessa estaba allí? Pero algo que Max no sabía era que Serena había sentido algo en Vanessa, algo que la puso alerta momentáneamente.
—No me encuentro muy bien —dijo Max al cabo de unos minutos. Todos estuvieron de acuerdo en que lo mejor era marcharse ya y después de que Serena pagara la cuenta con una tarjeta de crédito que, según ella, le habían dado sus padres.
Una vez fuera, Hollie se acercó a Max y posó una mano en su hombro. El chico, sorprendido, la miró y vio la sonrisa compasiva que le dedicaba la chica a duras penas.
—Que te recuperes, Max.
Serena y Lucas se despidieron a duras penas y cuando cada uno se fue por su lado y la calle de Paolini's se quedó desierta, Vanessa salió de su restaurante y miró la calle por la que se habían marchado Lucas y Max. Sus ojos, por una milésima de segundo, cambiaron a un dorado anaranjado.
¡Hola!
El capítulo de este jueves, como la semana pasada, se ha adelantado por obvias razones, pues la universidad me está consumiendo a tal punto de que por las tardes solo quiero dormir.
¿Qué os ha parecido? Ahora sabemos lo que es Serena, ocho capítulos han hecho falta para ello pero ahora ya lo sabemos... Además, ¿quién o qué estará rondando las casas de Max y Hollie? Serena, por fin, ha llegado a la conclusión de que Lucas no es humano, ¿qué creéis que sea? ¿Qué ha sido ese cambio de color en los ojos de Vanessa? ¿Qué hacía ella en el restaurante? ¿Qué teorías tenéis?
¡Votad y comentad!
¡Besos! ;*
—Keyra Shadow.
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