Narrador

El pequeño rubio no deja de pensar en lo triste que se veía Sasuke cuando pasó junto a él en el lago. Estar solo es triste, debería acercármele, reflexiona, pero nadie quiere estar conmigo, probablemente solo me rechace o peor aún si él aceptara hablarme, los demás lo tratarían mal también, no quiero que nadie pase por lo mismo que yo. Él esta solo igual que yo, pero a él no lo odian como a mí.

El rubio sigue dándole vuelta estas cosas en su cabeza mientras explora le bosque de los alrededores de la aldea, igual que todos los días luego de la academia, es mejor venir a jugar solo en el bosque que ver a los demás jugar en el parque y sentirme solo y triste. El canto de un ave que no ha escuchado antes llama su atención, busca con la mirada hasta hallarla en lo alto de un árbol y se queda impresionado por su belleza.

El ave posee un plumaje brillante, llamativo con diferentes tonalidades de rojo, naranja, amarillo y entre otros colores menos abundantes en su cuerpo. Naruto que siempre ha admirado todo lo que sea llamativo queda embelesado hasta que el ave alza vuelo y se marcha, la intentar seguirla entre los arboles tropieza y se cae. Gruñe malhumorado y levanta la vista frustrado, pero frente a él hay una hermosa pluma roja que seguramente se le ha caído al ave que acaba de ver.

Emocionado recoge la pluma y regresa ala ladea, al pasar nuevamente frente al lago ve que Sasuke sigue allí aburrido y juntando todo su valor se le acerca.

-¿qué quieres perdedor?- cuestiona molesto el Uchiha

-Yo...- balbucea Naruto nervioso.- Solo quería darte esta pluma que encontré en el bosque.

Sasuke alza una ceja intentando ocultar su sorpresa, el rubio intimidado extiende una mano y al ver que el otro no la recibe, al deja caer y se marcha triste y avergonzado por haberse dejado llevar de sus impulsos. Seguro que ahora Sasuke se burlara más que nunca de él.

Los siguientes días en clase hace todo lo posible por ignorar a Sasuke, no quiere que ese chico s e burle de su estupidez. Seguro que eso es lo que piensa de él. ¿En que estaba pensando para darle un regalo a un chico, más específicamente a Sasuke, un amargado que ignora a todo el mundo? Una semana más tarde, cuando salen al receso un brazo lo detiene y al darse vuelta es Sasuke.

-¿Qué sucede...?- cuestiona nervioso el rubio

-Perdedor, encontré esta pluma el otro día y creo que la debes tener.- dice rápidamente el Uchiha entregándole una pluma azul y se marcha con la misma ligereza de siempre.

El rubio queda sorprendido con la pluma, ¿acaban de hacerle un regalo? El único que le ha regalado algo antes es el Hokage quien cuida de él. Siente un extraño calor recorrer su pecho al pensar que Sasuke le ha dado es a pluma a él, y no a ninguna de sus admiradoras... ¿desde cuándo le importa si Sasuke corresponde o no a sus admiradoras?

Pov Sasuke

Cuando ese tonto apareció diciendo que quería reglarme una pluma me pareció aún más tonto, deseando una explicación no la quise recibir. Vi como la vergüenza y dolor llenaban su rostro antes de dejar caer la pluma y marcharse corriendo.

Estoy seguro que no le he dado motivos para creer que puede tomarse confianzas conmigo. Mientras estoy observando la pluma en el suelo, un extraño impulso hace que la recoja y lleve a mi casa. Debo guardarla bien, pienso y me detengo de golpe dejando caer la pluma. ¿Qué importancia tiene una estúpida pluma para mí? Lo único que me importa es la venganza.

A la mañana siguiente veo una pluma roja en el suelo y con un gruñido la levanto y dejo sobre la mesa, estúpido rubio que me hace pensar en algo que no es mi venganza. Los siguientes días me la paso tratando de ignorar la horrible pluma brillante en mi mesa, para concentrarme en entrenar. Una tarde al terminar el entrenamiento algo cae flotando suavemente frente a mi rostro.

Me toma poco reconocer ese algo como una pluma azul. La tomo con curiosidad, es casi del mismo azul que mi camisa. ¿Debería dársela a Naruto? Tal pensamiento me deja estático varios minutos. Que ese idiota me haya dado una pluma no quiere decir que yo deba darle otra. Llevo la pluma y la pongo junto a la otra en mi mesa.

Dos días más tarde al salir para la academia tomo la pluma en un impulso y la guardo en mi cuaderno. Toda la mañana la paso buscando el momento ideal para darle la pluma a ese tonto. Lo que me genera malestar, no debería tomarme tantas molestias por un perdedor. Finalmente cuando todos salen al receso veo mi oportunidad y lo detengo al pasar por mi lado.

Ver su cara de miedo al ver quien le detiene es algo que me estremece, ya pensaré por qué me molesta que me tenga miedo. Cuando le entrego la pluma se queda inmóvil y me marcho. Debería agradecerme por tomarme la molestia.

Intento concentrarme en entrenar luego de eso, pero cada rato recuerdo su rostro emocionado al darme la pluma, que luego se convirtió en uno nervioso, avergonzado y triste. Entonces veo su cara de miedo cuando lo detengo en clases, su incredulidad cuando le paso la pluma. Con un gruñido desecho esos pensamientos y me pongo a entrenar, mi odio a ese rubio aumenta cada que su estúpido recuerdo impide que me concentre en entrenar.