Capítulo 5.- Tan cerca pero tan lejos.
* Punto de vista de James *
Cerré los ojos, apoyándome en la puerta de la habitación de Cali que había cerrado hace un momento.
''Estoy enamorada de ti James. ''
Meneé la cabeza para ahuyentar los recuerdos de lo que acababa de ocurrir.
- Esta borracha. - Me dije para mí mismo. - Nada de lo que dice es en serio James.
Pude escuchar como la suave y dulce voz de Angie resonaba en mi cabeza: ''Bésame. '' Era lo único que decía.
Una y otra vez.
Rocé mis labios con el pulgar, saboreando la zona donde los finos labios de esa chica se pusieron encima de los míos por unos instantes.
Sabía vodka.
Tenía ganas de entrar ahí, besarla y pasar la noche con ella. Y no precisamente durmiendo.
¿Pero por qué?
Mi época de tirarme a todo lo que se movía pasó hace mucho, ahora tenía hijos y una excelente mujer.
Aunque no debía de ser tan excelente si me sentía atraído por una niña de 17 años.
No me la podía sacar de la cabeza, y aún menos ahora que se me había ''declarado''.
Meneé mi cabeza de nuevo y me fui de ahí; si me quedaba no iba a ocurrir nada bueno.
Abrí la puerta de mi habitación y Francesca alzó la mirada del libro que estaba leyendo para mirarme con ternura mientras me sonreía-
- ¿Qué pasaba cariño? Estaba escuchando mucho ruido.
- Olvídalo... - susurré.
Quizá si había una manera de quitarme a Angie de la cabeza, ni que fuera por un rato.
Cogí el libro de Francesca y lo tire al suelo, me puse encima de ella mientras con una mano alzaba su cara para besarla y con la otra me desabrochaba el cinturón.
- James. - dijo mientras recuperaba el aliento de ese beso, sorprendida por el acto de ''violencia'' que había tenido con ella.
Nos besamos de nuevo, nuestras lenguas se encontraban en un baile sensual donde la mía dominaba.
Iba a ser una noche intensa.
***
* Punto de vista de Angie *
Me desperté tapando los rayos de Sol con una de mis manos, sentía un fuerte dolor que inundaba la cabeza, aquello se estaba volviendo en una costumbre y no me gustaba.
Mi boca estaba seca y mi estómago revuelto, sentía que podía vomitar en cualquier momento.
Me levanté y me miré al espejo, me veía más pálida de lo normal y eso me gustaba. Tenía ojeras bastante marcadas, y eso también me agradaba.
Abrí el armario de Cali, no tenía su permiso pero supongo que no le iba a importar.
Me puse una blusa negra que me iba un poco corta y si iba con imprudencia enseñaba el ombligo, unos tejanos apretados azul oscuro, unos tenis negros y una gargantilla bastante darks de color negro que encontré por ahí. Recogí mi melena negra en un moño despeinado, dejando dos mechones libres a los costados de mi rostro y fui escaleras abajo, a ver si encontraba a Cali.
Seguía durmiendo como si de un tronco se tratara, tumbada boca abajo en el sofá de cuero negro, tapada con una manta que supongo le puso uno de sus padres.
Fui hacía la cocina donde me encontré a James tomando un café mientas revisaba su teléfono móvil.
- Buenos días James. - dije sentándome en una de las sillas, enfrente de él.
Él alzó la mirada y me miro de manera fría, luego siguió mirando la pantalla de su móvil y dando cortos sorbos a su café.
¿Qué mierda pasó ayer para que ahora me mirara de esa forma?
Apoyé mi frente contra la mesa de vidrio y solté un suspiro, estaba frío y en esas situaciones se sentía muy bien.
- Toma esto. - dijo en un tono cortante mientras en su mano sujetaba una pequeña pastilla de color blanco. - Te irá bien para la resaca.
- Gracias...
Cogí la píldora y me levanté de la silla para servirme un vaso de agua con el que me tomé la pastilla.
- James... - Susurré de pie a su lado.
Él seguía sin dirigirme la mirada.
- Lamento si ayer hice o dije algo que te molestó, yo... no me acuerdo de nada...
Mi voz sonaba quebradiza.
- Me molestó que bebierais en casa.
- Lo sé, y lo siento. Pero... por favor no te enfades conmigo. - dije mientras me sentaba de nuevo.
Él desvió la mirada de su celular y me miró a los ojos, su mirada había cambiado, sus ojos azules desprendían más ternura esta vez.
- ¿Y en qué te afectaría que yo me enfadase contigo? - dijo mientras sonreía de medio lado.
- No me gusta que se enfaden conmigo. Y menos si se trata de ti.
- No me gusta que la gente recurra a la bebida para decirme algo Angie. - dijo con dureza.
- ¿Qué?
Mi rostro cambió a una de interrogante total, ¿A qué mierda se refería?
- ¿Tienes que contarme algo?
- ¿Algo de qué?
- Algo sobre ti y sobre mí.
'' A parte de que el otro día soñé que me follabas donde ahora está durmiendo tu hija y que ahora me gustaría sentarme encima de ti y empezar a mimarte para ver cuánto tarda tu amigo en saludarme, no, nada. ''
- No que yo sepa...
- ¿Estas segura? - me estaba mirando a los ojos.
Lo dijo en su tono de voz normal sin embargo esa pregunta la escuché de una forma condenadamente sensual que provocó que me mordiera el labio inconscientemente.
Me adentré más a la mesa, para tener su rostro más de cerca, para que esa mirada de depredador feroz pudiera mirarme a escasos centímetros.
Y el hizo lo mismo.
Sentía su aliento chocar contra mi cara y como mi rubor aumentaba por momentos, nuestros ojos fijos en la mirada del otro, alternándose en nuestros labios.
Ambos sonreímos cuando ya llevábamos un rato en esa posición. Ambos con dudas de si seguíamos con esto o no.
Me daba miedo que cualquier otro integrante de la familia Hetfield entrara por sorpresa y nos encontrara en esa posición pero era tan absolutamente perfecto de cerca.
Noté cómo él empezó a acercarse más y yo lo imité, mis ojos fueron cerrándose hasta que solo veía oscuridad y note como mis labios se encontraban con los suyos.
Primero fue un beso breve, tímido. Ambos abrimos los ojos para encontrarnos con la mirada del otro para luego volver a cerrarlos. Esta vez nos adentramos en un beso más profundo, notaba como su lengua quería entrar en mi boca y yo le cedí el paso para darle una ligera mordida en la punta.
Mi mano se encontró con la suya, entrelazándose como símbolo de la unión que se estaba llevando a cabo en ese momento.
Nos separamos durante un corto momento para recuperar el aliento de ese fogoso beso. Notaba mis mejillas arder y la dulce mirada de James clavada en mí.
- ¿Ves cómo sí tenías algo que contarme? - dijo acariciando con una de sus grandes y fuertes manos mi mejilla antes de volver a inundarnos en un beso. Nuestras respiraciones cada vez eran más agitadas y sabía que si seguíamos así ninguno de los dos tendría suficiente autocontrol
Aunque tampoco quería ni que él lo tuviera ni tenerlo yo.
Porque a partir de ese momento el pasó a ser mío y yo pasé a ser suya. Y nadie iba a poder cambiar eso.
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