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Chapter four

Shuhua colgó el teléfono. Con un suspiro pesado, echó un vistazo a la salita. Por todas partes habían rasgos de la personalidad creativa de la señora Yeh, su madre: desde los cojines hechos a mano apilados sobre el sofá color crema, a las paredes llenas de fotografías cuidadosamente enmarcadas, paisajes en su mayoría: las calles sinuosas del centro de Seúl iluminadas con una luz dorada; escenas del Parque Central, con los estanques bordeados de una fina puntilla de hielo blanco. La señora Yeh es una mujer aficionada a capturar momentos con el lente de una cámara.

En la repisa sobre la chimenea había una foto enmarcada de la familia unida. La fotografía fue tomada cuando la familia Yeh aún vivía en su país natal. Hace seis años que la familia extranjera reside en Corea del Sur.

Una ambiciosa oportunidad de trabajo se le había presentado al patriarca de la familia. Era la oportunidad que tanto había estado deseando en su vida profesional; su esfuerzo y dedicación habían sido al fin premiados con ese ascenso.

En la oración que escribe la vida existe la conjunción «pero». A nadie le resulta fácil empacar, y dejar atrás todo lo que le resulta familiar, para enfrentar un entorno nuevo. Para bien o para mal, todos somos víctimas de los cambios. Esa forma de decidir salir o no de la zona de confort de uno mismo, es un auténtico punto de inflexión en la vida de las personas.

El ser humano vive y experimenta cambios a lo largo de su vida. Cada cambio nos genera cierto miedo o activación porque nos obliga a adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno.

Así pues, nos encontramos por un lado a los que siempre quieren más. Los que ven en un cambio todo un reto para encontrar una nueva versión de ellos mismos.

Sin embargo, existe otra proporción de personas a las que esos cambios afectan de forma negativa en su vida. Salir de esa zona de confort les supone tal pánico, que prefieren agarrarse a su rutina como a un clavo ardiendo. Miedo, desconfianza, desconcierto… Las dudas asaltan. Nuestra vida cada día se hace más pequeña y nuestra incertidumbre y miedo más grandes.

«La mejor actitud ante un cambio es enfrentarse a él».

Shuhua ansiaba el cambio. De pequeña, admiraba a esas talentosas actrices que aparecían en los doramas, que decidió ser una. Trabajaba para cumplir su sueño: aprendía coreano y asistía a talleres de actuación.

Esa también fue su oportunidad.

Se dejó caer sobre el sofá. Shuhua cerró los ojos por un momento.

— Estoy cansada de que no me ames, Soojin —murmuró a través de sus bonitos labios —. Sólo quiero que me quieras, aunque sea un poquito...

— ¿Cuál era el favor que le ibas a pedir a Nicha? No me llegaste a decir —interrumpió la señora Yeh con voz cálida.

Shuhua abrió los ojos y dejó los ojos clvados el techo por unos instantes. Después, lanzó una mirada a su mamá que se encontraba de pie en el medio de la habitación.

Antes de responderle, le sonrió.

—Nada con importancia mamá, sólo quería una de sus rosas.

La mujer sólo sonrió con incomodidad.

La madre de Shuhua era una mujer esbelta y serena; los cabellos, tan oscuros como los de ella, pero cortos. En esos momentos estaban retorcidos hacia arriba en un nudo, atravesado con su adorno favorito. Llevaba un suéter color crema y un pantalón ancho negro.

La gente siempre decía a Shuhua que se parecía a su madre, pero ella no lo veía. Lo único que era parecido en ellas era la figura. Ambas eran posedoras de una bellísima figura femenina que hacía a los hombres mirar: delgadas, con el tórax pequeño y las caderas anchas. Shuhua sabía que era hermosa, pero no tanto como lo era su madre.

—Sabes que Nicha es muy celosa con sus rosas —le dijo —. Pero no te preocupes, si quieres unas rosas mañana compraré un ramo.

Shuhua subió las piernas y apoyó la barbilla en las rodillas.

—Gracias, mamá —agradeció con falsa emoción. Otra falsa sonrisa más ese día.

Con un nervioso gesto de muñeca, su mamá se puso un mechón de pelo tras la oreja y fue a reunirse con su hija en el sofá.

—Te gusta un chico, ¿verdad? —dijo su madre, saboreando la expresión de apenas disimulado asombro del rostro de Shuhua. Dedicó un reluciente guiño a su hija —. ¿Me contarás?

«Cuando el sol salga por el oeste y se ponga por el este. Cuando los mares se sequen y las montañas se mezan como hojas al viento. Cuando Yuqi termine con Lucas porque es un payaso. Entonces, me gustará un chico —». pensó Shuhua. Se echó a reír, o al menos ella notó algo como una risa en la cabeza, una risa fuerte y nerviosa.

—Cuenta, cuenta —rogó su madre —. Por favor.

— Se me olvidó que no he terminado la tarea de matemáticas —indicó Shuhua nerviosa, levantándose del sofá.

«Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Cuando nuestra relación está pendiendo de un hilo queremos hacer todo lo posible para que no termine, ni mucho menos empeore. Queremos con todas nuestras fuerzas no solo mejorar sino arreglar la situación que nos agobia, por lo que buscamos por cualquier medio hacer algo al respecto.

Todos conocemos lo que son los amarres de amor, ¿No es así? A continuación, podrás conocer los múltiples amarres para mantener a nuestra pareja a nuestro lado...»

Shuhua sonrió victoriosa.

Husmeando en otros artículos que estaban publicados en el blog que había estado leyendo, se encontró este, que le encajaba como anillo al dedo: «Algunos de los “Amarres de Amor” más usados, que harán que tu pareja este contigo para siempre.»

De todos los amarres que ofrecían bien explicados en instrucciones, eligió el primero.

«Amarres usando una moneda.

Si conoces de estos métodos, pero es tu primera vez intentando uno, entonces puedes probar comenzando por este que es muy sencillo. Para poder llevarlo a cabo, primero debes tener una serie de objetos los cuales son...

De todos, era el más fácil de hacer y de conseguir los objetos que exigía. Una gran parte de los amarres necesitaban flores o velas, y no tenía manera de conseguir eso tan tarde en la noche.

1. Un hilo rojo largo y resistente, en la mayoría de rituales suelen usarse, por lo que es muy importante tener a la mano uno...

Tenía el hilo rojo, a su madre le gustaba mucho la costura; hacía maravillas con las agujas. Shuhua todavía conserva la muñeca que le hizo para su cumpleaños número ocho. La muñeca lucía una cabellera negra y unos labiecitos rojos, le recordaba mucho a Soojin.

2. Un poco de hierba de romero (no importa si está fresca o seca, de ambas maneras servirá)

3.Una moneda de tu nación vigente y legal.

4. Debes tener un sobre, de color y tamaños que sean de tu preferencia, cualquier tipo sirve.

Ninguno de los últimos objetos que se necesitaba tuvo problemas en buscarlos.

Shuhua reservaba un bonito sobre rosado lleno de corazones y purpurina —que ella misma había agregado—, para dedicarle una carta a su amada; pero, su musa como que era de corto vocabulario. Apenas tenía escrito dos oraciones: «Amada, Soojin» y «Mi amada, Soojin».

No le importó desechar la carta —aunque, sintió que nombrarlo carta para solo dos palabras, era demasiado—. Ahora, ese sobre sería empleado en algo más útil.

Una vez que tengas todo lo esencial, ahora debes seguir estos pasos para así llevar a cabo el amarre...

Shuhua los siguió a la perfección. El amarre tenía que salir perfecto.

1. Escribirás el nombre completo de tu gran amor, pretendido o tu ex en la parte interna del sobre.

2. Tomaras el romero y la moneda, para luego frotar el romero con la moneda.

3. Dirás el nombre que has escrito dentro del sobre un total de cuatro veces seguidas mientras tu mirada se enfoca en el Norte, el Sur, el Este y luego el Oeste.

4. Hecho esto cogerás la moneda y la pondrás en el interior del sobre, luego, atarás el hilo con la abertura y la sellaras. Por último, besa el sobre y escóndelo en algún lugar donde no lo encuentre nadie, pero tenga un significado para ti.

5. El romero que usaste para frotar la moneda lo arrojarás a la calle mientras en tu mente ronda el rostro de esa persona especial.

Y así lo hizo.

El sobre lo guardó dentro de su diario secreto. Bueno, de su séptimo u octavo diario secreto. Tal vez lo de seguir escribiendo en un diario secreto era algo infantil, pero Shuhua no lo veía así.

Ella tenía miedo a olvidar todo como le pasó a su abuela. Su abuela murió de Alzheimer.

Cuando todo eso sucedió, Shuhua tenía unos nueve o diez años. Estuvo presente durante toda la enfermedad de su abuela, hasta el día que dejó de respirar. Le aterró tanto la idea de que le sucediera lo mismo que su abuela que decidió escribir un diario con todo lo vivido.

Eso no era algo infantil, era algo serio.

Y el romero, Shuhua estuvo tentada a tirarlo en el jardín de su vecina pero como especificaron en la calle, no lo hizo. Su vecina como siempre, saliendo airosa.

Todo lo que faltaba era que eso hiciera es efecto.

Shuhua tenía fe pero no tenía sueño.

Espero que les haya gustado el capítulo. ¡Nos leemos en el próximo!

Perdón por no actualizar pero es que me había quedado estancada en una parte del capítulo, y no sabía cómo continuarlo. Mil disculpas.

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