Sonic despertó en el hospital días después del accidente. Amy y Knuckles fueron notificados de esto y no dudaron en ir a visitar al erizo.

Mientras caminaban por el pasillo que los llevaría a la habitación de su amigo, la confusión en sus rostros fue evidente cuando, desde afuera, podían escuchar que hablaba con alguien.

Extraño, y a la vez inquietante, ya que cuando ellos entraron, nadie estaba con él.

Fue lo mismo durante los siguientes días en los que el cobalto estuvo internado hasta que le dieron de alta.

La doctora a su cargo le sugirió al par de amigos buscar un psicólogo, pero tan pronto como le mencionaron la idea al azulado, este se negó, alegando que no lo necesitaba y ya habían invertido suficiente dinero en él.

Y sus amigos no le insistieron, optando por observar cómo seguían las cosas.

Sonic dejó de salir con ellos. Cada vez que Amy le proponía salir juntos, siempre era la misma maldita respuesta.

"Lo siento, Ames, tengo una cita con Tails"

Y lo decía siempre con esa sonrisa radiante. Era como si el accidente nunca hubiese ocurrido y eso enojaba y entristecía tanto a Amy como a Knuckles.

Un día, decidieron seguirlo a donde se supone que tenía esa "cita con Tails".

El desconcierto fue aún mayor cuando no vieron a nadie a su lado. Sonic estaba acostado sobre el pasto, admirando el cielo. Él solo.

—¡Mira!— Exclamó, apuntando una nube —Esa tiene forma de un chili-dog. Mmm... Chili-dogs. Ahora tengo ganas de comer uno. ¿Me acompañas?

El azulado volteó a su lado y solo recibió silencio como respuesta. Entonces, asiente, se levanta y comienza a caminar mientras continúa hablando.

Como si alguien estuviese con él.

Fue entonces que entendieron, que a pesar de cargaba una sonrisa a todas partes, Sonic estaba triste todo el tiempo.

Esos ojos esmeralda ya no brillaban más, estaban opacos y vacíos.

La partida de Tails dejó un vacío muy grande en su corazón, que nada ni nadie podría llenar.