F O U R T Y N I N E
—¿Así que quieres ducharte conmigo, da?
—¡Ni en tus más comunistas sueños, ruso bipolar!
—No grites Alf-red, no eres el primero que se siente intimidado al mirar...—hizo una pausa innecesaria para señalarse a sí mismo, de arriba a abajo— éste monumento.
—Sí claro, esa cosa parece la antorcha de la estatua de la libertad.
—Lo único que voy a liberar, va a ser a una bestia~
—¡No te me acerques con eso sin su envoltura!—grité al momento de notar cómo planeaba salir de la bañera y me alejé corriendo de espaldas.
Mala idea, muy mala y horrible idea.
¿Por qué dios mandó al mundo al alguien como yo?
—Ivan, ¿esa cosa siquiera es legal? Deja de atormentar a los vírgenes y ven a ayudar mon cheri~
Nunca creí que agradecería la presencia de Frogy, nunca.
—Además, a ese ya lo chupó el diablo.
Lo que sea que eso signifique, creo que me salvó. Me paré firme junto a la puerta y vi cómo Iván rió ladino antes de darse la vuelta y cerrar la puerta del baño.
—Si buscas a Arthur, está tratando de cometer homicidio grupal.
—Eh... ¿Eso qué se supone que significa?
—Está en la cocina, Mon Dieu. ¿Todos los mocosos son así ahora...? ¿Qué pasa, quieres que te lleve de la mano y te de una palmadita en la cabeza?
—Ok, Boomer.
Respondí y juro que la cara que puso me va hacer reír lo que resta del año. No quería faltarle el respeto al abuelo, pero él empezó antes a molestarme.
Me alejé rápido para no seguir hablando y llegué a unas escaleras que creí me llevarían a la cocina. Creí que simulando saber a dónde iba funcionaría, pero ¡este lugar es inmenso! Ya di varias vueltas por las habitaciones y no he vuelto a ver a alguien.
Send help.
—¿¡Dudes, dónde están!?
—En tu corazón, Alfredo~
—¡AH, BABOSA ME ASUSTAS!
—¡VE!—gritó Feliciano como si fuera él al que se le iba a salir el corazón.
—Dude, ¿qué clase de laberinto es este? ¿Acaso planeas encerrarnos para vendernos por kilo?
—Nadie compraría carne de americanos, imbécil—y por supuesto, ese no fue el Feliciano amable.
—Lovi~ ¿Antonio ya se fue? Quería que almorzáramos todos juntos...—Feliciano bueno habló un poco decepcionado mientras hacía un puchero.
Yo sentía que estaba frente a un momento épico donde pronto empezarían a pelear y terminarían fundiéndose en un Feliciano supremo.
Oh, algo huele a huevo podrido...
—Como sea, no me molestes hasta que todos se vayan Feliciano, y controla a tu Dóberman antes de que cambie de opinión y lo mande en una caja de regreso a su alcantarilla...—de repente dejó de lado su sarta de amenazas y olfateó el aire poniendo cara de asco—.¿Qué es ese asqueroso olor? Mierda Feliciano, ¡te dije que dejaras de comer esos quesos!
—¡Esta vez no fui yo!
¿Entonces el olor de antes fue él...?
—¡Ten un poco de respeto por mi nariz Feli! —grité y me tapé la nariz con una mano, Feliciano se puso rojo hasta las orejas y se fue corriendo hacia no sé dónde pero lo seguimos.
—¡Es aquí! Les dije que no era yo, ve...—volvió a hacer un puchero pero rápido se compuso y entró a lo que parecía ser la cocina.
Digo parecía, porque todo estaba lleno de humo blanquecino, como si fuera niebla y el olor se intensificó al punto que hizo que me salieran lágrimas de los ojos.
Entre la neblina apestosa, pude distinguir una figura con una espátula en la mano.
—Qué bueno que bajan, ya casi termino. ¿Alguien quiere té? —Arthur nos preguntó naturalmente, como si no percibiera todo el desorden que ahí había.
Los Felicianos pusieron cara extraña y trataron de distinguir lo que hacía Arthur, se miraron con extrañeza y alzaron los hombros al tiempo que decían con perfecta sincronización:
— ¿No hay café?
Eso fue en serio perturbador, pero lo más sorprendente es que no les importó el desastre y se preocuparon más por el café. ¡¿Qué le pasa a esta gente?!
Arthur tronó la lengua con aparente fastidio.
—Ustedes y su bebida de plebeyos...—suspiró y dijo con voz desinteresada—. Está en la cafetera.
Media hora después, todos (menos Frogy, misteriosamente), estábamos agonizando en el baño. Y afortunadamente esta mansión tiene los suficientes o ya habría algunos cuadros impresionantes regados por ahí.
—¿Qué fue lo que les diste Arthur?, ahora sí rompiste el record de intoxicación colectiva mon ami~
—¡Cállate Rana!, tú lo arruinaste ¿cierto? Eres un bastardo...
—Me halagas, pero ese talento innato de envenenar la comida sin siquiera proponérselo, es sólo tuyo.
Yo estaba en el piso escuchando, rodando para aliviar el dolor en mi estómago cuando de repente me arrojaron algo a la cara. Agarré el objeto y lo observé con interés. Era un pasaporte con letras que yo no entendía.
—Voy a regresar a la madre Rusia, da.
AHHHHH, como ya dije, estas partes ya nada más son relleno para el final inminente akdgjfakj.
O sea, el próximo capítulo.
BTW, ¿cómo se están pasando la cuarentena? ¿Ya compraron papel de baño? Jajaja, cuídense mucho.
Yo creo que ya merecíamos algo como esto, pero hablo sin considerar sentimientos así que no me presten mucha atención. ¡Los estaré leyendo y una vez más les agradezco haber seguido pendientes a este intento de fic!
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