
Prólogo
"La soledad es una mierda, en cualquiera de los sentidos". Este fue el primer pensamiento que tuve antes de comenzar el último curso del instituto. No tenía amigos. No tenía amigas. Y un buen polvo al día no se podía considerar un contacto completamente racional con otro ser humano, puesto que la mayoría del acto estaba guiado por el instinto. Entonces, ¿qué me quedaba para ocupar toda la soledad que, implacable, me ahogaba en ella cada día? ¿Que me asfixiaba a cada hora que pasaba? ¿Que no me concedía un respiro ni siquiera en mi propia casa?
Ojalá no hubiera deseado llenar mi agenda de contactos.
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