~Capítulo 6~
Dejo a un lado la hoja de papel llena de palabras que dejaron de tener sentido a partir de las 3 am y miro el reloj de pulsera que me regaló una tía lejana en mi cumpleaños número 15. Las 5:26. Skinny Love, de Birdy, lleva sonando varios minutos en modo repetición, lo que no contribuye a deshacer este nudo que tengo en la garganta. Canto en voz baja el estribillo, esa parte que dice: "I told you to be patient, i told you to be fine, i told you to be balance, i told you to be kind" y la siguiente frase hace que me pregunte muchas cosas sobre mí misma. "Who will love you?" ¿Quién me querrá? Cuando bajo las escaleras en dirección a la puerta de entrada, tras haber apagado ya la música y con la mochila a la espalda, reflexiono con la vista clavada en el suelo que piso. "Who will fight?" ¿Quién luchará? No me viene a la mente la cara de nadie, y eso sólo provoca que me enfurruñe conmigo misma y me coloque los cascos con 21 pilots a todo volúmen. Después de cerrar la puerta de casa con llave camino a paso rápido hasta la parada de bus donde, junto a unas chicas de mi curso que se ríen nerviosamente cuando me ven llegar, espero diez minutos hasta que llega el vehículo. Saludo con un movimiento de mano al conductor, un hombre joven con pintas de haberse escapado de una fiesta demasiado elegante, como siempre, y diviso al fondo del autobús una cara conocida. Entonces no fue un sueño.- pienso. Me abro paso entre los adolescentes alborotadores de las primeras filas hasta que llego a los seis asientos juntos del final de todo, donde Andy me saluda con una amplia sonrisa de dientes blancos. Me quito los cascos y apago Spotify en mi móvil para poder escucharlo bien si me habla. Él quita sus cosas del asiento de la ventana y me deja pasar, a lo que yo le devuelvo una sonrisa un poco forzada y tomo asiento.
- Vaya, vaya, no imaginaba que teniendo una Harley Davidson fueses a venir en este cutrebús. Por cierto, tienes cara de zombie, ¿has dormido algo, pillina?
Con su última frase elimina toda duda sobre si el día anterior fueron imaginaciones mías o no, y su sonrisa pervertida me hace poner los ojos en blanco.
- Malpensado.- murmullo en dirección a la ventana, esquivando a propósito su pregunta sobre el por qué voy en bus en vez de en moto. Entonces, cuando el vehículo amarillo (sí, el típico autobús escolar amarillo) arranca y miro a nuestro alrededor mientras él ríe, me doy cuenta de que él es el único del autobús de su grupito de cuatro. Frunzo el ceño, extrañada.
- ¿Y tú no vas con tu hermano?
Me mira como si fuera un extraterrestre durante unos largos segundos y luego niega con la cabeza demasiado rápido, como si realmente le produjera pánico el ir en el mismo coche que el otro moreno.
- ¿Qué dices? ¿En el mismo coche? ¿Que Gael? Demonios, cómo se nota que aún no nos conoces demasiado a ninguno. A ver, te explico, zombiecilla. De los cuatro, el que peor conduce, con diferencia, es mi hermano. Es el único defecto que tiene, según él, claro. De echo, conduce tan mal que un día estrelló la camioneta que se compró con sus ahorros contra un buzón de correos de estos móviles y, después, contra un semáforo. Ya te puedes imaginar cómo quedó la pobre.
Sin poder evitarlo me imagino la escena, con un Gael de los nervios intentando no chocar contra nada más, y se me escapan unas risitas. Andrew sonríe ampliamente.
- ¿Y los otros dos?- me atrevo a preguntar, aún a riesgo de sonar entrometida. No siento la suficiente confianza aún como para sentirme cómoda al 100% junto a él, a pesar de sus visibles esfuerzos por hacerme salir de mi caparazón de manera constante. Pone los ojos en blanco.
- Ellos van en el coche de Miko. Los muy capullos no me quisieron llevar, por eso estoy aquí. Aunque bueno, ahora que veo que estás tú aquí no es tan malo como me lo imaginaba. Llevaba media hora de trayecto muriéndome del aburrimiento estando tan solo.
- Me lo puedo imaginar.- bromeo, consciente de su capacidad de hablar por los codos. Me mira con la boca abierta y se lleva la mano derecha al pecho en un gesto de indignación.
- ¡Oye!
- No me digas que no hablas hasta con las piedras.
Abre mucho los ojos y se sonroja, para después rascarse la nuca con la mano y fijar la vista en el suelo lleno de cosas del autobús.
- Sólo fue una vez, ¿vale? Estaba demasiado aburrido y ninguno de los chicos estaba en casa, así que cogí a Rocky y... Bueno...
- ¡Oh por Zeus!
No puedo aguantar más, así que comienzo a reírme sin poder parar, y al cabo de un ratito Andy se une a mis carcajadas, consciente de lo absurdo de la situación.
Entre risas y anécdotas con piedras involucradas llegamos al instituto, donde ya han llegado la mayoría de los alumnos y nos aguardan Gael, Miko y el rubio teñido. Y no, no es precisamente Jace Mil Apellidos. Todos los alumnos bajan en tropel del cutrebús, y nosotros esperamos hasta que se ha vaciado para poder salir sin ser aplastados por nadie. En cuanto pongo un pie en el asfalto del aparcamiento, una brisa helada me revuelve el pelo y me hace temblar de arriba a abajo a pesar de mis pantalones vaqueros largos y mi sudadera ancha de Teen Wolf.
- Demonios, "se acerca el invierno".- maldigo en voz alta mientras cruzo los brazos bajo mi pecho para tratar de protegerme contra el frío. Mientras andamos en dirección a los otros tres chicos, Andy me pasa un brazo sobre los hombros, tomándose todas las confianzas del mundo.
- Vamos dentro, Fedra Stark de Invernalia.
Le saco la lengua, aún sin ser capaz de dejar de temblar, y llegamos hasta la enorme entrada del edificio, donde nos aguardan los demás con las mismas caras de sueño.
- Joder, hace un frío de cojones y vosotros de cháchara mientras nos congelamos aquí fuera esperándoos, ¡la próxima vez os va a esperar quien yo me sé!- gruñe indignado Ethan una vez llegamos hasta donde nos esperaban, e inmediatamente echa a andar a pasos rápidos en dirección al interior. Todos se ríen ligeramente de su mal humor mañanero y hacen bromas al respecto, y yo me limito a escucharlos y a observar sus distintas reacciones.
- Pues esto no es nada, en diciembre la nieve cubre hasta medio metro de altura y las tormentas provocan que la luz se corte varias veces al día, lo que nos deja sin clases al menos una semana en todo el trimestre independientemente de las vacaciones de Navidad.
Los cuatro, incluído un enfurruñado Ethan, me observan como si estuviera hablando del tesoro de Ali Babá y los cuarenta ladrones.
- ¿Nieva?- los ojos de Andrew brillan con emoción, y sus labios están ligeramente entreabiertos.
- ¿De verdad?- cuestiona Gael con un repentino interés y sin usar un tono demasiado engreído.
- ¿Medio metro?- la incredulidad en la voz de Miko me hace cuestionarme seriamente si realmente he dicho medio o diez.
- ¿Una semana sin clases?- sonrío al escuchar la pregunta emocionada de un Ethan sin el ceño fruncido y luego los observo a todos como si fueran aliens.
- Claro que nieva, ¿de qué clase de cueva subterránea venís vosotros?- inquiero, entre confusa e incrédula, y luego comienzo a caminar de nuevo en dirección a mi taquilla, dejando a los cuatro parados en medio del recibidor digiriendo la noticia.
Suspiro para mí misma y dejo caer la mochila al suelo mientras intento abrir la puerta de mi oxidada taquilla. Hoy parece que el karma me sonríe, ya que cuando marco la combinación correcta suena el 'click' característico pero el pedazo de metal no se mueve. Tiro con todas mis fuerzas pero sigue sin ceder, así que hago uso de mi excentricidad y busco como punto de apoyo para mis pies la taquilla de al lado y la blanca pared. Con las plantas de mis extremidades inferiores bien aseguradas, tiro con toda la fuerza de mi cuerpo y, por fin, la endemoniada puerta se abre, así que dejo escapar un audible grito de júbilo ante mi proeza. Claro está que lo único que recibo son miradas de extrañeza o repulsión por parte de mis refinados compañeros de institución. Incluídos los pequeños, de apenas 12 años. Pongo los ojos en blanco, ignorándolos a todos a pesar de la punzada en el corazón que siento, y observo con la nariz arrugada el interior del compartimento. Dos baldas, un pequeño cajón y una tercera rota me devuelven la mirada, y suspiro de nuevo para mis adentros. He perdido de vista a los cuatro mosqueteros, así que dejo mi mochila sobre la balda inferior y cojo los libros de las dos primeras horas. Matemáticas y Español. Qué suerte la mía.
(...)
- Aunque le lanzases una maldición Cruciatus no le afectaría, porque él ya te habría matado con un Abada Kedavra antes de que pudieses sacar la varita del bolsillo de tu mochila.
- Pero... Pero...
- Pero nada, Andrew, lamento decirte que Galileolei87 te ha ganado limpiamente en tu combate de hechicería de Harry Potter. La próxima vez no te dejo los juegos de mi móvil, ¡acabas de perder contra un mago de 1er año! ¡Hace falta ser muggle! ¡Y me has hecho bajar de nivel!
Hago un puchero en dirección a la pantalla de mi móvil y sigo observando con dolor cómo le descuentan puntos a mi casa, Hufflepuff, tras mi humillante derrota. Bueno, la humillante derrota de Andrew. Me deprimo pensando que no tardarán en llegar los insultos por parte de los demás jugadores de mi casa, y mientras tanto Miko, Ethan y Gael llegan a la cafetería con el resto de estudiantes normales. Creo que los tres nos miran raro mientras toman asiento en la recién proclamada Nuestra Mesa.
- Hey, ¿qué le pasa a la rubita?
Levanto la mirada del móvil sólo para fulminar a Miko y luego sigo leyendo los comentarios hirientes. Lo sé, algo masoquista. Andy a mi izquierda se remueve en su asiento incómodamente antes de contestar. Lo miro, y baja la cabeza.
- Le he hecho perder un combate importante y bajar de nivel.
Me pone ojos de cachorrito mientras el resto nos observan sin entender, y yo finalmente suspiro y le toco la mejilla con el dedo índice como muestra de paz.
- No te preocupes, ya ganaré el siguiente para compensar. Lo único es que ahora los de mi casa me odian.
Gimo con pesar y bloqueo el móvil para no leer más. Andy me abraza con cariño.
- De verdad que lo siento, no volveré a cogerte el móvil sin permiso.
- Gracias.
- ¿Hola? ¿Alguno nos explica de qué combates habláis y por qué no estábais en clase?
- Combates mágicos. De Harry Potter. Y no tuvimos a cuarta hora porque la profesora de Historia está enferma, gracias a Zeus. No soportaría un segundo día con ella.
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