Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

~Capítulo 4~

La hora de física pasa relativamente rápido gracias a los grandes esfuerzos de Andrew por hacer que me olvide del episodio de la piscina. Mi ropa sigue mojada, y he descubierto que mientras yo rescataba mi mochila de las garras del temible perro rabioso alias Sr. Weeckened, tanto él como su rubio amigo habían cogido una muda de ropa que tenían en sus respectivas taquillas. Chicos listos. También había descubierto cosas como que en realidad Andrew es un año menor que yo, pero es superdotado, y que en el grupo de sus amigos son cuatro:

- Andrew Fausten: el pequeño y mimado. Es hermano de Gael, de ahí sus muchos parecidos, y disfruta con el sufrimiento ajeno y las bromas pesadas. Bueno, en realidad con el sufrimiento ajeno no, sólo con el mío. Friki de la cabeza a los pies, pero con ese encanto juvenil y divertido que, según sus palabras, vuelve locas a las chicas. Creído.
- Ethan Walker: el rubio teñido y, aún encima, gruñón. Tiene dieciocho, recién cumplidos, y es la mamá gallina del grupo. Según Andrew, su mala hostia cuando se enfada de verdad y su instinto sobreprotector debido a que tiene dos hermanas pequeñas les ha salvado a los cuatro de más de un lío peculiarmente peligroso. Palabras de Andrew.
- Miko Cunningham: afroamericano obsesionado con todo aquello que lleve motor; aficionado al ballet y a todo tipo de baile en general y cabra loca del grupo. Según mi amigo pelinegro, su personalidad es tan arrolladora que la mayoría de las veces los primeros encuentros con él acaban en un completo desastre o en una larga y bonita amistad. Sólo ha habido tres casos de amistad frente a cientos de desastres. Exagerado de nacimiento.
- Gael Fausten: el imbécil. Dado que la información la he recibido de su hermano pequeño quien, he de decir, tiene muy mala leche cuando quiere, me arriesgaré a creer tan sólo parcialmente sus palabras, o por lo menos a desear que ni la mitad de la mitad sean ciertas. Galán en potencia, exponencialmente arrogante (cada vez va a más, dice Andrew, a cada año que pasa sus ganas de pegarle una buena hostia aumentan considerablemente) y con un complejo de badboy que no puede con él. Mi amigo pelinegro soltó un montón de barbaridades no aptas ni siquiera para reproducirlas antes de añadir la información de que tal vez también sea buen hermano de vez en cuando. Sólo cuando no está alimentando su ego.

Por esta información en estos momentos me encuentro acomodada en la enorme espalda de Andrew, con la cabeza colgando y mis piernas tratando de patear inútilmente alguna parte de su anatomía delantera. Preferiblemente la parte más sensible.
- ¡Andy, bájame, maldita sea!- grito mientras continúo revolviéndome en su ancho hombro. El muy idiota me ignora como lleva haciendo todo el trayecto desde el aula de Física hasta donde nos encontramos en estos momentos, es decir, la cafetería.- Arg, te odio.
De pronto los gritos y conversaciones típicos de la cafetería se acallan y se escuchan un par de risitas mal disimuladas y alguna que otra exclamación de sorpresa. Cuando miro hacia el suelo y luego hacia arriba todo lo que puedo, cogiendo como punto de apoyo para mis manos la espalda de mi amigo, me doy cuenta de que nosotros somos la causa de su conmoción general. Pongo los ojos en blanco.

Claro que somos nosotros, ¿desde cuándo la rarita del instituto tiene amigos?

Ignoro la vocecita de mi cabeza que suena peculiarmente parecida a la de mi tía Gabriela (aunque con un toque maligno) y me dejo caer de nuevo como un peso muerto.
- Tu hombro debe de estar maldiciéndote en estos momentos.- le comento, aburrida ya de sacudirme como un gusano con un ataque epiléptico. Su risa me provoca cosquillas en la barriga debido a que todo su cuerpo tiembla como si fuera un flan. Me agarro fuerte a su cintura para evitar caerme.
- Más bien llevo un saco de patatas que no ha dejado de maldecirme desde que la cogí en volandas en la clase de Física. Que, por cierto, es un saco demasiado ligero como para que llegue a molestarme.
Bufo con incredulidad y decido aplicarle la ley del hielo: no volver a hablar con él. Incho los mofletes y me cruzo de brazos como puedo, y cuando creía que tal vez me iba a librar de conocer al resto de sus amigos, mi mula de carga me suelta de golpe sobre el suelo, provocando que aterrice de culo. Lo fulmino con la mirada mientras me levanto entre quejidos e improperios pero no digo nada.
- Vaya, ¿te has quedado sin insultos para mí, pequeña padawan?
Su sonrisita burlona se borra de golpe cuando le dirijo mi peor mirada. Sonrío de lado, satisfecha.
- Vaya, vaya, la fierecilla tiene carácter. Me gusta.
Me giro en dirección a la voz grave y rasposa y me encuentro con un chico de, aproximadamente, 1'80, de tez oscura como la noche y los ojos heterocrómicos más bonitos que he visto en mi vida. Me observa con las cejas arqueadas y su rostro de facciones suaves amoldado en una sonrisa confusa. La verdad es que todo en ese hombre resulta confuso. Su estilo, que podría pasar por emo o rockero, dependiendo del ángulo desde el que lo mires, también tiene un toque hipster debido a sus gafas negras de pasta y su gorro gris. Cuando me doy cuenta de que lo estoy repasando a cuerpo completo descaradamente, me sonrojo y fijo la mirada en algún punto de las sucias baldosas grises del suelo. A pesar de la pulcritud y el exagerado derroche de dinero en la ornamentación del edificio entero, por suerte o por desgracia la cafetería es la única excepción.
- ¿Te comió la lengua el gato?- pregunta el chico, que debe ser Miko Cunningham, con un tono mordaz y de burla que no me gusta nada. Levanto la mirada, todavía sonrojada pero esta vez por la rabia, y lo fulmino con la mirada borrando así su sonrisa y sus carcajadas ligeramente malvadas a mandíbula batiente. Me observa con renovado interés y con una notable curiosidad, a pesar de que se nota aún acongojado por mi mirada, que continúa siendo de furia. Nunca me ha gustado meterme en conflictos, principalmente porque no les veo el sentido o la finalidad, pero siempre he hecho acallar los susurros a mi paso con miradas fulminantes que en rara ocasión utilizo. Herencia de mi padre, supongo. Aunque muy útil para no dejarse amedrentar.
Cuando Miko decide, por fin, dejar de evaluarme mentalmente, finalmente asiente ligeramente en mi dirección y una sonrisa algo titubeante asoma por sus labios carnosos. Vaya, qué chico más bipolar, de un león enjaulado dispuesto a atacarte, a un conejillo asustado que te ofrece la patita en señal de paz. Enarco una ceja con incredulidad cuando extiende su mano en mi dirección, aguantando la risa por la similitud entre la realidad y mis pensamientos.

Genial, ahora Miko es un conejo. Gran similitud.

Dudo unos segundos entre si estrecharle la mano educadamente o mandarlo a la mierda, distraída por la vocecita de mi cabeza que apodaré Gaby, pero finalmente estiro la mía después de secar el sudor en mis pantalones y opto por la primera opción. Su sonrisa se vuelve más simpática y confiada.
- Miko Cunningham, mejor amigo de este zoquete que te ha secuestrado.
- Fedra Hamilton, creo que nueva conocida de este idiota con complejo de secuestrador.
Aún no consigo sonreírle, y cuando veo su cara de sorpresa absoluta y, posteriormente, de incredulidad, creo que entiendo por qué no terminaba de confiar en él.
- ¿Fedra Hamilton?- pregunta, aún shockeado. Doy un paso pequeño hacia atrás por si tengo que salir corriendo de nuevo como por la mañana, y su mirada de 'Oh Dios mío, ¿cómo puede ser?' pasa a ser sólo de 'Oh Dios mío'. Siento la mano de Andrew/Andy en mi espalda, tratando de evitar que huya o tratando de tranquilizarme. Me inclino más por lo primero.
- Intuyo que ya has escuchado los rumores.
- Todos y cada uno de ellos.- me confirma, asintiendo con la cabeza y sonriendo como bobo. Frunzo el ceño, y entre nosotros se asienta un silencio incómodo. No entiendo por qué Andrew todavía no se ha metido tratando de arreglar este desastre de primer encuentro. De pronto, y como si fuéramos amigos de toda la vida, Miko me agarra del brazo con la mano que no sostiene su bandeja con comida y entrelaza su extremidad con la mía, comenzando a dirigirme hacia la mesa que normalmente ocupo yo y que está vacía, como siempre.
- ¿De verdad hiciste eso que cuentan hace tres años?
Trago saliva, todavía confusa por sus cambios bruscos de actitud, y aguardo en silencio a que especifique un poco más, pero no lo hace, si no que me observa atentamente con expectación. Me aclaro la garganta.
- No me acuerdo de lo que hice ni ayer, ¿me especificas un poco a qué te refieres o...?
Siento que estoy siendo un poco borde, pero no puedo evitarlo, no me gusta hablar de los chismes que cuentan sobre mí en el instituto y a este hombre parece que es lo único que le interesa de mí. Esboza una sonrisa pícara en el momento en el que tomamos asiento, él frente a mí.
Andrew, con una sonrisa de felicidad pero todavía en un silencio sepulcral, se sienta a mi izquierda con una bandeja de comida que no sé cuándo ha cogido. Maldita sea, soy una despistada.

Antes de que Miko pueda hablar, emocionado, Ethan aparece en mi campo de visión ya que viene corriendo en nuestra dirección con una sonrisa gigante. Sin percatarse del resto de mis compañeros de mesa, o sin darles ningún tipo de importancia, se dirige sólo a mí cuando habla.
- Antes de nada, lo siento por lo de antes, de verdad.- suelta a regañadientes.- Pero, ¿es verdad que empapelaste el coche de uno de los profesores con post-its y que pintaste el aula de Biología de rojo sangre con pintura fluorescente?
Me hundo un poco en mi asiento, tratando de desviar su atención a otro punto de la sala, pero eso, evidentemente, no sucede.
- Si...- susurro muy bajito mientras miro la mesa de color caoba como si fuera lo más interesante del mundo. Cuando Miko se levanta ruidosamente de su asiento, entiendo por qué mi amigo pelinegro se quedó callado mientras, al parecer, el heterocrómico me hacía una entrevista de acceso a su lista de amigos. Cuando Ethan, tras mirarme como si fuera su ídolo, lo ve, inmediatamente borra su sonrisa y esboza una mueca de pánico.
- Oh jodida mierda, ¿te estaba haciendo su prueba?- inquiere, suplicando con la mirada que lo niegue. Lentamente, y notando que, irremediablemente, ya somos el centro de atención de toda la puta cafetería, asiento. El rubio palidece y sale corriendo de la estancia temiendo por su vida. Miko se sienta con una sonrisa satisfecha, y les grita a todos los chismosos que vuelvan a lo suyo. Inmediatamente todos obedecen, y yo le sonrío por fin al chico que se encuentra frente a mí.
- Me caes bien.- le confieso, como si eso fuera la cosa más difícil de conseguir de todo el universo. Todos reímos, incluído Andrew, y el ambiente parece relajarse.
- Tú a mí también.
Frunzo la nariz ligeramente cuando sonrío con ganas, sonrisa que se borra al ver acercarse a Gael en nuestra dirección.

Claro que viene en nuestra dirección, estás sentada con sus amigos, idiota.

Cállate, Gaby.

Deja de hablar contigo misma y céntrate en lo que te están diciendo.

Descolocada, me doy cuenta de que Andrew me observa como si estuviera esperando la respuesta a una pregunta. Frunzo el ceño.
- ¿Me lo repites?
Pone los ojos en blanco pero me concede mi deseo.
- Te preguntaba si conoces a esa chica pelirroja de allí, no te quita la mirada de encima.
No hace falta que me de la vuelta para saber de quién habla, por lo que me limito a hacer una pequeña mueca camino entre la molestia y la incomodidad.
- Digamos que tiene una pequeña obsesión conmigo.
- ¿Te la tiraste?- me pregunta, de nuevo incrédulo, Miko.
- No entiendo ese tono de sorpresa.
Me cruzo de brazos, ligeramente molesta, y justo en ese instante Gael llega hasta donde estamos y toma asiento a la izquierda del heterocrómico, dejando un hueco vacío entre nosotros.
- ¿Quién se tiró a quién?- pregunta, ligeramente distraído, mientras le da un mordisco a un sandwich de lo que parece ser pollo y lechuga. Me hundo más en mi asiento. Gracias a los cielos, veo los ojos desorbitados de mis nuevos conocidos y siento los labios carnosos de alguien conocido en mi cuello antes de que nadie diga nada. Gael me observa sin terminar de creer lo que ve y con el sándwich a medio camino entre su boca y el plato. Cierro los ojos cuando Tina me besa el lóbulo de la oreja antes de susurrar en mi oído.
- ¿Te vienes conmigo?
No tengo que pensarlo mucho para descubrir a dónde y para qué quiere que vaya con ella, pero no soy capaz de resistirme a pesar de que ya sé cómo terminará esto de nuevo.
- Claro. Disculpad, chicos.
Antes de que puedan cerrar sus bocas y articular palabra, Tina me coge del brazo y prácticamente me arrastra a toda prisa en dirección a los baños.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro