~Capítulo 2~
Todo el exterior del edificio de mi instituto derrocha ornamentación, un claro signo de dos cosas: que es de la época del barroco, y que es para gente que caga dinero. Solamente las puertas dobles que hacen de entrada principal ya son un claro signo de derroche, puesto que están recubiertas por ribetes dorados que siempre he sospechado que son de oro de verdad. A parte de eso, los pomos sí son evidentemente de algún tipo de material caro y difícil de conseguir, y los cuatro primeros cuadros del pasillo principal valen más que todo el edificio entero. Incluyendo los pomos, los ribetes dorados y, ya puestos, el director. Avanzo con despreocupación por los anchos y largos pasillos impolutos sin cruzarme con nadie en mi camino a la secretaría, donde el mismo hombre calvo y gordo me atenderá con malos modos y me escupirá en la cara mientras me amenaza de todas las formas posibles en referencia a un incidente de hace un año. Yo pondré los ojos en blanco y lo ignoraré, como siempre. Pero cuando llego a la extraña sala tras atravesar la puerta de cristal transparente, en el lugar del calvo antipático hay una Barbie duplicada. O, bueno, dos Barbies gemelas, como prefiráis. Frunzo el ceño y avanzo extrañada hasta el elevado mostrador de mármol, donde una de ellas, vestida con una camisa rosa demasiado escotada y una falda del mismo color, me mira por encima de sus gafas de montura ancha. Enarco ambas cejas en su dirección porque a pesar de ir vestida como una suelta, se la ve nerviosa. Demasiado, diría yo. Tose discretamente y se acicala de manera casi inconsciente. No estoy muy de humor, y cuando veo que se hace remolinos con los dedos en el pelo, evito poner los ojos en blanco con todas mis fuerzas. Ya deben de haberle hablado de mí. Su hermana se limita a observarla con asco, y después a mí con curiosidad.
- Buenos días.
- Hola, linda.
La Barbie número 1 se muerde el labio inferior deliberadamente, y la Barbie- no tan Barbie- número 2 la observa mientras trata de no reirse. La imito.
- Soy Fedra Hamilton, venía a por...
- Tu horario y tu clave para la taquilla, sí, aquí tienes. También te he apuntado el número de Secretaría por si tienes algún tipo de problema con... Algo.
Miro brevemente el número de la esquina derecha superior de mi horario tras cogerlo del mostrador, lo suficiente como para darme cuenta de que no tiene el prefijo propio de un teléfono fijo. Esbozo una pequeña sonrisa antes de mirarla de nuevo.
- Claro, muchas gracias.
- De nada, vuelve cuando quieras, aquí estaré.
Como quien no quiere la cosa, se inclina ligeramente sobre su silla reclinable. Lo suficiente como para ofrecerme una mejor vista de sus pechos operados. Le dirijo una mirada divertida a la Barbie número 2, y ésta se limita a encogerse de hombros con una pequeña sonrisa. Bufo con diversión mezclada con incredulidad y antes de salir de allí le guiño un ojo a la Barbie número 2, haciendo que ésta se sonroje y su hermana la fulmine con la mirada como si quisiera traspasarla con rayos X. Sonriente, reviso distraídamente las clases que tengo ese día y busco mi nueva taquilla mientras recorro los pasillos. Afortunadamente, la encuentro justo instantes antes de que llegue una cantidad generosa de estudiantes. Veo caras desgraciadamente muy conocidas, caras que suelen pasar desapercibidas pero, sobretodo, caras nuevas. Algunas me dirigen miradas de curiosidad, como si fuera alguna clase de especie en peligro de extinción y estuviera en un zoo, mientras que la mayoría me observa dos segundos y de inmediato pasa a evaluar mentalmente al siguiente desconocido. Me estoy preguntando qué es lo que le llama tanto la atención de mí a la gente cuando al fondo del pasillo, sobresaliendo entre las bajitas cabezas de los de primero de la ESO, diviso cuatro caras divertidas, de las cuales una no han pasado ni dos horas desde la última vez que la vi. Me giro sobre mí misma para encarar mi taquilla y me apresuro en ocupar mis manos con algo, lo que resulta ser el candado viejo y oxidado de mi nuevo casillero. Gruño con frustración cuando, al marcar el número correcto, ni siquiera se escucha el 'click' característico que indica que el pestillo se ha desbloqueado. Maldiciendo al inventor de los candados, a mi taquilla, y al mundo en general, desisto en mis intenciones de vaciar un poco mi mochila y camino apresuradamente hasta el aula de anatomía, donde tengo mi primera clase del día. Sé que será solamente día de presentaciones y explicaciones del planning del curso, así que en cuanto entro en la clase me siento en la última silla al lado de la ventana y discretamente me introduzco uno de los cascos por dentro de la sudadera negra de 'Teen Wolf' que traje por si tenía frío y lo saco por la manga de mi brazo izquierdo, de manera que mientras simulo mirar distraídamente por la ventana pueda estar escuchando en realidad la prodigiosa voz de Freddy Mercury. Por esta razón, cuando el profesor y el resto de alumnos entran en el aula yo estoy con los ojos cerrados, imaginándome una escena en la que un joven Freddy pasea por el escenario de una casa mientras pasa la aspiradora vestido de mujer, reivindicando sus derechos de libertad. Sólo cuando un dedo me presiona repetidas veces el brazo soy capaz de volver a la realidad, en la que mi profesor de Biología del año pasado me observa ceñudo a la espera de una respuesta.
- Disculpe, profesor, no le estaba prestando atención, ¿qué decía?
- No, si eso ya lo he observado, señorita Hamilton. Le preguntaba si podría recordarnos, a los alumnos nuevos y a mí, las normas acerca de usar el teléfono móvil en clase.
- Claro, está prohibido usarlo en presencia de alguna autoridad, señor Weeckened.
El profesor, acostumbrado a mis indiscretos intentos de manipulación, se limita a poner los ojos en blanco y extender su mano con la palma abierta en mi dirección desde su puesto al frente de la clase. Suspiro quizás un poco demasiado fuerte y después me levanto arrastrando la silla y dando zancadas lentas y perezosas hacia su escritorio. Una vez que llego a su altura, pongo ojos de cachorrito, pero él niega seriamente con su calva y rechoncha cabeza y me mira con severidad. Hago un puchero y le entrego mi salvación del Infierno con mis auriculares con forma de panda. Enarca una ceja al verlos, pero no añade nada más. Camino de vuelta a mi puesto y es entonces cuando me percato de que el chico que se sentó a mi lado no es ni más ni menos que uno de los tres que acompañaban al allanador de moradas, también conocido como Gael con complejo de Patch Cipriano. Me saluda con una sonrisa torcida, y yo miro al suelo para que no note mis mejillas sonrojadas. La verdad es que cada vez que hablo con un chico, sea cual sea, me sonrojo, y yo quiero darme de bofetadas cada vez que me pasa. Hoy no es una excepción. Me siento con algo de torpeza en la silla y suspiro de nuevo, viendo que tendré que soportar una mañana entera de aburrimiento y que aún encima cuando ésta acabe tendré que volver a hablar con el Sr. Weeckened para que me devuelva mi teléfono. Hundo la cabeza entre mis brazos con pesadez mientras escucho un carcajada divertida a mi lado. Cuando levanto ligeramente la mirada para poder verlo, sus ojos azules como el mar en calma me sonríen.
- Me parece que alguien está en problemas.
- No necesariamente.
- Te vas a morir de aburrimiento, yo creo que ese es un problema muy serio.
Me quedo pensativa unos instantes. Luego, con una sonrisa algo tímida, lo miro de nuevo.
- Creo que he encontrado una solución para eso.
Me devuelve el gesto, provocando que aparezcan unos hoyuelos adorables en sus mejillas, y se ríe en voz baja.
- Así que planeas utilizarme despues de que te haya salvado la vida.
- Básicamente.
- Soy Andrew, señorita Hamilton.
- Freya.- Corregí de inmediato. Tal vez demasiado rápido. Su sonrisa se amplió.
- Freya Hamilton. Suena... Peculiar.
- Andrew en español es un nombre de chica.
Nos quedamos un momento callados, tal vez pensando en mis palabras, y mirándonos a los ojos, antes de estallar inevitablemente en carcajadas silenciosas con la voz del insoportable profesor de fondo.
- Touché. ¿Qué clase tienes después, señorita sabelotodo?
Me encojo de hombros, dándole a saber que ignoro esa información, y él pone los ojos en blanco antes de coger mi horario de mi mochila.
- ¡Hey, eso es mío, acosador!- susurro inevitablemente con el ceño fruncido, tratando de arrebatárselo. Se lleva una mano al pecho y me mira fingiendo estar dolido, su rostro dulce y ligeramente infantil desbordando tristeza. Su otra mano, con mi horario, va a parar detrás de su cabeza de pelo negro intenso para evitar que llegue a tocarlo siquiera. Lo fulmino con la mirada.
- ¿Acosador? Sólo quiero saber qué clase tiene después mi nueva primera amiga.
Algo en sus palabras toca mi fibra sensible, por lo que desisto en mi empeño por recuperar mi hoja y me cruzo de brazos. Luego bufo con incomodidad.
- Si nos acabamos de conocer.
Vuelve a esbozar su sonrisa Colgate*.
- Y de ahí que haya dicho nueva primera amiga.
No sé si darle un golpe o si dármelo a mi para expresar mi confusión/exasperación, así que voto por la segunda opción y me hago un facepalm*. Andrew se limita a sonreír para sí mismo mientras escruta intensamente mis clases.
- Tengo una buena noticia y otra mala.- dice al cabo de unos minutos en silencio.
Dejo de mirar las nubes por la ventana y me giro en su dirección. Ahora tiene dos hojas, la suya y la mía, y desde mi lado de la mesa sólo puedo leer la mitad de cada hoja. Me inclino hacia su lado para ver mejor, pero él coge ambos papeles y les da la vuelta mientras me mira y niega a la vez con su cabeza y su dedo índice.
- Nonono, nada de eso, señorita. Aquí yo tengo el poder y la información.
- Ni que fueras Yoda*... -mascullo para mí misma a la vez que me cruzo de brazos de nuevo. Una chispa destellea en sus ojos.
- Si las noticias quieres, decirme algo sobre ti primero debes.
Su intento patético por imitar la voz de uno de mis personajes de ficción favorito me haco reir en voz alta, lo que llama la atención de nuestro profesor, quien en estos instantes me observa con enfado.
- Señorita Hamilton, ¿desea recuperar su móvil a final de semana, en lugar de al final del día?
La vena de su cuello comienza a hincharse peligrosamente, asi que decido que lo mas prudente es dejarme de bromas por hoy. Al menos en su clase.
- No, señor.
- Eso me parecía a mi. Como iba diciendo...
Mi cerebro desconecta de la voz monótona y ronca del Sr. Weeckened y de inmediato me giro hacia un divertido Andrew que me observa entre sus lágrimas de aguantar la risa.
- Idiota. Por tu culpa voy a ganarme un castigo nada mas empezar el curso. ¡Este año quería esperar por lo menos al segundo día!- susurro con enfado fingido. La verdad es que nunca había tenido a nadie con quien compartir bromas en clase, así que la experiencia en sí era nueva y excitante para mí. Generalmente me pasaba las clases divirtiéndome a costa de hacer desesperar a los profesores. En ocasiones también a algunos alumnos que creían que podían insultarme o meterse conmigo.
El pelinegro me miró divertido.
- ¿Y ese dato sobre ti que me debes?
- Amo Star Wars*. ¿Y esas noticias que me debes?
- La buena es que tenemos todas las clases juntos. La mala es que tendré que aguantarte en todas ellas.
Lo próximo que ven sus ojos es mi carpeta aproximándose rápidamente a ellos. Lo que ven los míos es la mano de mi profesor señalando el pasillo.
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(*) Colgate: marca de dentífrico española, famosa por sus anuncios en televisión con actores de dientes muy blancos y brillantes y sonrisas amplias.
(*) Facepalm: golpe en la cara con la mano, generalmente con la palma abierta, en un signo de exasperación y/o vergüenza ajena o incomodidad.
(*) Yoda: personaje verde y pequeño que representa a uno de los mejores maestros Jedi de la película mundialmente conocida Star Wars o Guerra de las Galaxias.
(*) Star Wars: película de ciencia ficción mundialmente famosa.
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