~Capítulo 1~
"Hoy comienzan las clases de nuevo" es el primer pensamiento que asalta mi mente cuando sale del mundo onírico. Me estiro cuanto puedo en mi cama, gruñendo como un gato, y la camiseta del pijama se me levanta hasta dejar al descubierto mi sujetador negro liso. Me vuelvo a encoger sobre mí misma, echando las cálidas y arrugadas sábanas al final del colchón, y tras un sonoro suspiro de resignación me pongo en pie, tambaleándome como un gato ebrio. La casa permanece en un silencio casi reverencial, y como dudo que haya alguien más durmiendo en cualquiera de las otras numerosas habitaciones a pesar de ser las cinco y media de la mañana, voy dando traspiés y bostezando hasta mi equipo de música, al cual conecto mi móvil cargado hasta el tope de batería gracias a un cable negro, y pongo una lista de reproducción aleatoria de canciones de rock. "King of the world" de Weezer explota a través de los potentes altavoces, y acalla las voces mudas que me ensordecían con su silencio. En un patético intento por desperezarme comienzo a mover las caderas y los brazos en una especie de baile frenético mientras voy al baño de mi habitación para asearme y posteriormente cuando me meto en mi armario para buscar Narnia. Como no está me tengo que conformar con ponerme unos pantalones cortos con algunos rotos, una camiseta blanca con la frase "Normal people scares me" en negro que apenas me llega al ombligo, una gorra negra con la cara de Chesire puesta al revés sobre mi cabeza y unas Vans negras y blancas que protegen mis pies. El viento azota mi ventana abierta contra la pared de un tono verdoso, sobresaltándome. Extrañada, me acerco a ver por qué se ha abierto cuando un chico de enormes ojos azules, bastante más alto que yo (apróx. 1'85m), de pómulos altos y marcados, nariz ligeramente respingona y pelo negro largo se abre paso a través del acceso al balcón con la naturalidad de quien allana casas ajenas todos los días. Me mira fijamente, alucinado, mientras baraja sus posibilidades de escapar. Cierro mi boca de golpe y consigo evitar gritar del susto. Cuando me consigo relajar, el aire de mi habitación está tan cargado de tensión que podría cortarla con un cuchillo de untar mantequilla.
- ¿Por qué estás mojado?
La pregunta escapa de mi boca antes de poder razonar con ella y al instante me siento bastante estúpida. El charco de agua que hay a los pies del mudo chico crece a cada momento, así que pongo los ojos en blanco ante la abundancia de estupidez en la habitación y corro (o lo intento, ya que me resbalo con el agua y caigo al suelo para después levantarme con toda la dignidad que me queda mientras él suelta una risita mal disimulada y sus ojos azules bailan, divertidos) al cuarto de baño para entregarle una toalla seca de Batman. Tras hacerle un ademán imperioso con las manos, reacciona mirándome con una ceja enarcada.
- ¿Batman?
Señalo la tira de bóxer que sus pantalones caídos dejan a la vista, imitando su movimiento con mi propia ceja.
- ¿Superman?
Sonríe, dejando entrever la punta de su lengua entre los dientes de arriba y los de abajo, mientras niega con la cabeza. Mientras se seca el pelo con la toalla unas gotitas salen despedidas en todas direcciones, dejando minúsculas manchas húmedas adheridas a los lomos de mis numerosos libros.
- ¡Cuidado, estás mojando todo! - exclamo cuando, al agitar su pelo como si fuera un perro mojado, gotas más gruesas salpican toda la habitación, incluidos de nuevo mis pobres libros. Camino a grandes zancadas en su dirección, a lo que él se encoge ligeramente con cara de susto, y le arranco la toalla de las manos con un poco de fuerza de más para secar todo lo que se ha visto afectado por su complejo de perro.
- ¿Tienes complejo de perro, o qué?- la pregunta también se escapa de mis labios sin preguntar, y mi lengua se niega a obedecerme cuando intento pronunciar una disculpa inmediata, aunque falsa. Le doy la espalda deliberadamente sin pararme más de cuatro décimas de segundo en ver su rostro dividido entre la incredulidad y el desconcierto. Reprimo una sonrisa ladeada, no quiero provocar a un allanador que se parece más a un conejillo asustado que a un ladrón en toda regla. Tras unos minutos en silencio, su suspiro llega a mis oídos como una dulce melodía desacompasada.
- ¿Lo... Siento?
Me cruzo de brazos aún con la toalla en la mano y me enfrento al zafiro de su mirada arqueando una ceja.
- ¿Por mojar mis libros, por tener complejo de perro, por burlarte de mis gustos respecto a los superhéroes o por entrar en mi casa sin permiso y por mi balcón?
La canción que sonaba cuando comencé a arreglarme cambia con un suave silencio a otra, titulada "The sound of silence" de Disturbed. La ironía del título nos hace sonreir a ambos, aunque en su caso simplemente amplía la que ya había esbozado al escuchar mi pregunta.
- Por todo, supongo. Menos por lo de tu gusto con los superhéroes, ¿cómo te puede gustar Batman? ¿Precisamente Batman? Por cierto, ¿quién pone los aspersores a las cinco y no-sé-cuantos de la mañana? Así no se puede escapar de la poli.
No sé qué me ha enmudecido tan de golpe: su repentino vómito verbal, su reiterado mal gusto por los superhéroes o la mención tan esporádica de la policía y lo que eso implica hacia mí, pero el caso es que hago la tercera pregunta estúpida de la madrugada.
- ¿No tendrías que estar durmiendo, esperando a que el endemoniado despertador te despertase de tu sueño húmedo con Bárbara Palvin?
Sus carcajadas retumban por la habitación más fuerte incluso que la melodía de la canción rock, y al cabo de un rato me resigno y me uno a su burla implícita. Cuando consigue recobrar el aliento está doblado sobre su largo y musculado cuerpo, resaltando sus bíceps y abdominales por debajo de su camiseta negra de tirantes.
- No he dormido en toda la noche, si es a lo que te refieres.- me guiña un ojo y se dirige de vuelta hacia el balcón. Debe de haber decidido que yo no soy lo suficientemente estúpida como para delatarlo. Cuando está sentado sobre la barandilla, ya en el exterior y listo para saltar hacia la creciente luz matutina, gira su cabeza en mi dirección y pronuncia unas palabras que me hacen sonreír y poner los ojos en blanco al mismo tiempo.
- Por cierto, llámame Gael Fausten. En serio, llámame.
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