9 : Castigo ll
Soltar ese gemido era sin duda la cosa más insensata que había hecho en mi vida.
— ¿Estas excitada? —me preguntó Jungkook con voz ronca.
Había detenido sus movimientos, dejando reposar su mano en mi trasero.
— No —dije con la mayor seriedad que pude.
— No te creo —comenzó a acariciar mi trasero otra vez—. ¿Llevas ropa interior?
— Si —parecía una completa estúpida que solo sabía hablar con monosílabos, pero es que en ese momento por mucho que quisiera las palabras no salían de mi boca.
— No era eso lo que quería oír —la dureza en su voz me hizo estremecer.
Metió rápidamente las manos debajo de mi falda, y en un movimiento que me dejó aturdida y, muy a mi pesar, excitada. Me había arrancado literalmente las bragas, las rajó de un tirón desprendiéndola de mis piernas, dejándome expuesta y a su merced.
No me podía creer que había cumplido con su promesa de arrancármelas si las llevaba puestas, y lo que más me desconcertaba de todo era que me había gustado que lo hiciera.
Se quedó un momento quieto, sin hacer nada.
— ¿Segura que no estás excitada? —volvió a formular esa maldita pregunta que me negaba a responder con sinceridad.
— Segura —contesté con la respiración agitada.
— No me gusta que me mientan —palmeó de nuevo mi trasero—. ¿Sabes lo que les pasa a las chicas mentirosas como tú?
— ¿El qué? —dios mío, estaba segura de que hoy no saldría viva de esta casa.
— Que son castigadas —susurró en mi oído.
Me cogió de la cintura levantándome y tirándome bruscamente a la cama.
Se posicionó encima mía e intento abrir mis piernas, cosa a la que yo me negué.
Me había arrancado mis bragas ¿y pretendía que me abriera de piernas ante él? Definitivamente no.
— Abre las piernas —habló con l seriedad inundando su rostro.
Yo negué enérgicamente sin mirarlo, estaba asustada, no sabía lo lejos que era capaz de llegar Jungkook ¿Y si me violaba? ¿Y si me obligaba a hacerle algún tipo de trabajo sexual? Quería salir de esa habitación corriendo.
— Joy abre las malditas piernas —soltó en un gruñido.
Ay dios mío, me iba a violar, lo veía claramente. Decidí recurrir a la pena a ver si así se le ablandaba un poco el corazón y me dejaba marcharme.
— Soy virgen —hablé cerrando fuertemente mis ojos y rezando por que Jungkook se apiadara de mi.
Lo escuché suspirar.
— Abre los ojos Joy.
Obedecí de inmediato abriendo mis ojos para conectarlos con los suyos, los cuales se veían más oscuros que nunca.
— No te voy a violar, si quisiera hacerlo lo hubiera hecho el primer día que pusiste un pie en mi habitación —dijo sincero, su expresión se había suavizado, y su mirada sobre mi no era tan dura e intimidante como antes—. Y ya sé que eres virgen —esto último lo dijo con una sonrisa—. Solo quiero que abras las piernas.
Pude ver incluso un ápice de ternura en sus palabras, pero después recordaba que era Jungkook el mismo que minutos atrás me había arrancado las bragas y se me pasaba.
— Si no...si no me vas a violar ¿por qué quieres que habrá las piernas? —pregunté temerosa, puede que haya aclarado que no me violaría, pero eso no aseguraba mi total tranquilidad.
— ¿Si te respondo las abres? —preguntó alzando sus cejas.
Yo asentí, esperando no arrepentirme.
— Solo quiero escucharte gemir otra vez —su declaración hizo que me ruborizara de pies a cabeza—. Te he contestado, ahora abre las piernas —dijo mirando las anteriormente nombradas.
Abrí lentamente mis piernas, no sin antes llevar mis manos a mi intimidad, tapándola con la falda.
Jungkook me agarró por la parte de atrás de mis rodillas, atrayéndome hacia él con brusquedad, se colocó entre mis piernas, haciéndole ver más imponente e intimidante.
Yo por mi parte seguía con mis manos aferradas a mi falda tapándome con ella, cosa que ha Jungkook no pareció agradarle del todo, puesto que agarró mis manos e intento quitarlas, fallando en el intento.
— Deja de taparte con las manos —gruñó exasperado.
— No —hablé con autoridad por primera vez en toda la tarde.
— Joy no me obligues a amarrarte.
Mi autoridad se desvaneció en ese mismo instante, pero mis manos no, porque seguí apretando la tela de mi falda.
El pareció notar que me tensé ante sus palabras.
— Ya te he dicho que no te voy a violar, quita las manos o te las quito yo, tú decides.
Definitivamente era mejor que quitara mis manos por voluntad propia a que lo hiciera Jungkook.
Obedecí ante sus mandatos quitando mis manos de mi intimidad, ni siquiera se me veía nada, pero la inseguridad de estar tan expuesta ante él se hacía presente.
Se inclinó sobre mí y comenzó a repartir besos por mi cuello, me tensé ante su acto, era la primera vez que alguien se acercaba mi de esa manera.
— Relájate —susurró Jungkook en mi oído.
Decidí hacerle caso e intente relajarme y disfrutar del placer que me generaba estar así con él, pero me era demasiado complicado.
Jungkook acarició mis piernas suavemente, y comenzó a subirlas hasta llegar a mi trasero, su acto me sorprendió y asustó, pero no me alejé ni un solo centímetro de él.
Comenzó a masajear mi trasero y a mordisquear mi cuello, haciéndome soltar varios gemidos.
De repente palmeo mi trasero desnudo, haciéndome sobresaltar y gemir a la vez.
— ¿De quién es esto? —formuló agarrando mi trasero con un poco de brusquedad.
Yo en ese momento estaba demasiado confundida y excitada como para responder a una pregunta que ni siquiera había entendido.
— ¿Qué? —eso fue lo único que logré decir.
Él sonrió de vuelta, como si le causará risa mi estupidez.
— ¿Qué de quién es ese trasero tan lindo que tienes? —preguntó haciéndome sonrojar.
— ¿Mío? —formulé sin entender.
— Respuesta incorrecta —palmeó nuevamente mi trasero, esta vez haciéndolo con mayor fuerza haciéndome soltar un grito y de seguro dejándome el trasero rojo.
— ¿Sabes ya de quién es? —volvió a susurrar en mi oído mordiéndome el lóbulo de la oreja haciéndome gemir de nuevo.
Negué con mi cabeza incapaz de formular palabra alguna.
— Mío.
Lo miré extrañada ¿Suyo? ¿A qué se refería con eso?
Tomé aire y me atreví a mirarlo a los ojos.
— ¿Qué significa eso? —pregunté confundida.
— Significa que tú trasero me pertenece a mi y que yo soy el único que puedo tocarlo o hacer lo que me plazca con él —frunció su ceño—. ¿Lo has entendido?
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