Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✷ Un Paso Adelante || Anna x Tanukichi ✷

            Según Okuma Tanukichi, se  necesitaban tres cosas para escapar de Nishikinomiya Anna:

            a.) una buena condición física
            b.) un buen plan
            c.) mucha pero mucha voluntad.

            Al principio, cuando empezaron las persecuciones, no cumplía con tres los requisitos, pues Tanukichi no tenía, ni de cerca, la mejor condición física. Tampoco tiempo para elaborar un plan ya que Anna solía aparecer de un segundo a otro, como si saliera de la nada. Se escondía en lugares que estaban fuera de la vista de cualquiera —incluyendo al propio Okuma—, mostrándose cuando menos se lo esperaba. 

            ¿Quién podría pensar en algo estando en una situación así?

             Sin embargo, en ocasiones sentía un poco de curiosidad —y hasta le excitaba— pensar en qué pasaría si Anna acababa por atraparlo alguna vez. ¿Qué le haría? ¿Qué tanto había pensado en ello? ¿Le dolería? ¿Cuánto aguantarían? Mejor dicho, cuánto aguantaría él, porque Anna parecía ser insaciable.

            Cosas así eran las que solían pasar por su mente cada vez que pensaba en la posibilidad de ser capturado por la chica que le gustaba.

            Luego recordaba que no podía dejarse atrapar, que él era un pervertido y ella era muy inocente —aunque intentara violarlo todos los días de éste mundo—, sólo actuaba por instinto; y lo más importante, él era un agente de S.O.X que no podía inmiscuirse con alguien que estuviera persiguiendo activamente a su preciada organización criminal. Se repetía todo esto una y otra vez en un vano intento de engañarse a sí mismo.

            Con el tiempo se obligó a evolucionar, las persecuciones de Anna se volvían más constantes e intensas,  pues las ganas de la chica no mermaban. Se hacía más y más obsesa, era un cuento de nunca acabar. Tuvo que usar su cerebro, abrir su mente y extender su imaginación, porque sabía que con ella no aplicaban algunas cosas que, se suponían, eran de lógica. Ella estaba a otro nivel, en otra liga, distaba muchísimo de ser alguien normal.

            Entrenó su cuerpo, centrándose más que todo en su resistencia y agilidad. No tenía caso darle importancia a la fuerza. Le parecía mejor hacerse un experto en escaparse que en pelear, sabía que no tendría oportunidad alguna en ese campo cuando se trataba de su crush.

            Se hizo incontables simulaciones mentales para los pasos que diera en el instituto, se planteó una situación por si era acechado detrás de cada esquina, cada pared, cada cuarto vacío en el que ella pudiera esconderse, cada momento en el que le tocara quedarse solo.

            En su mente se veía a sí mismo en apuros, siendo acorralado y violado por no encontrar una vía de escape en el menor tiempo,  hacia esto una y otra vez, hasta que hallaba una o dos rutas, entonces se calmaba porque sabía ya lo que tenía que hacer en cada uno de los cientos de escenarios que había imaginado.

            Hizo todo eso y más, mucho más.

            En ocasiones se preguntaba qué demonios hacía, por qué verse en esa situación, ¿por qué era que se resistía tanto? Ella era la chica que amaba, aquella que le llamaba la atención desde el preescolar y la misma a la que le tenía unas ganas enormes desde el primer momento en que la vio —de arriba hacia abajo, sin perder detalle alguno de todos los cambios que había experimentado físicamente desde la primera vez que se conocieron—, dando el discurso de bienvenida en su primer día de clases en Tokioka.

            Pero él podría, él lo conseguiría, no se rendiría jamás, se antepondría a cada futuro que pudiera. Anna nunca podría ponerle las manos encima. Lucharía hasta el final.
.
.
.

            El problema con los planes de Tanukichi radicaba en el hecho de que siempre tomaba en cuenta cualquier tipo de situación en las que Anna, muy probablemente, intentara capturarlo ella sola. Sin ayuda, cómo había sido desde el primer momento. Pero nunca pensó que, tal vez, alguien podría ayudarla en sus intentos de captura.

            Tanukichi era consciente de que, aunque se haya fortalecido con el tiempo, nunca sería más fuerte que Anna. Tampoco sería más fuerte que alguien como Goriki, el gorila del consejo estudiantil; a su vez, Goriki no era más fuerte y astuto que Anna, pero si era más fuerte —y por mucho—  que alguien como Okuma Tanukichi.

.
.
.

            Los pasillos del instituto estaban vacíos, la hora de salida había pasado desde hacía rato. Sin embargo, los miembros del consejo estudiantil debían quedarse haciendo el respectivo papeleo y resolviendo esos problemas que unos encargados del consejo estudiantil como ellos debían resolver.

            Como siempre, el castaño se antepuso a lo que pudiera ocurrir y ya sabía lo que venía cuando Anna le encomendó la tarea de ir a uno de los depósitos del tercer piso a buscar unos papeles ‘’importantes’’ que, muy posiblemente, eran inexistentes. La presidenta explicó que buscaba esos ‘’papeles’’ desde temprano, alegando que no sabía en dónde podrían estar.

            El chico, que había estudiado los planos del instituto como recurso, sabía de la existencia de una ventana en ese salón que podría servir como ruta de escape. A ella le convenía mandarlo para allá, era el más alejado de todos los depósitos y él lo sabía muy bien gracias a los planos y sus simulaciones. La posibilidad se había hecho realidad, tal como lo había previsto.

            Otra de las cosas que Tanukichi hizo fue dejar las ventanas de los lugares más intrincados sin seguro con antelación. Por ende, no habría problema con su ya pensada ruta de escape. No podía fallar.

            En caso de que la ventana estuviera cerrada, ya sea porque alguien se dio cuenta, o porque el conserje lo notó en su guardia, igual no había problema. Sabía también como abrir cerraduras estando bajo presión de forma rápida, eficiente y sutil, para que no pareciera que las habían forzado.

            Mientras caminaba al salón, mirando en todas direcciones y muy pendiente de cuanto posible escondite —no se salvaban de sus sospechas ni siquiera los estrechos y bien cerrados ductos de ventilación— Anna pudiera llegar a utilizar, Tanukichi suspiró con cansancio.

            Era increíble como se había vuelto tan paranoico, detallista y cuidadoso por culpa de ésta persona que no hacía más que perseguirlo y darle cacería prácticamente todos los días de su vida desde aquel momento en el que, accidentalmente, se besaron en el parque.

             Tras ingresar al salón, y antes de que la puerta detrás de él se cerrara, supo de inmediato en qué parte se encontraba Anna. Era un clásico, estaba oculta justo detrás de la puerta. Se le lanzó encima, gimiendo su nombre y esparciendo su ‘’néctar’’ de amor por todo el lugar.

            Sin detenerse a pensar lo que ya sabía que tenía que hacer, Tanukichi corrió en línea recta hacia la ventana. Estaba abierta, tal como la había dejado.

            Anna no se había molestado en revisar con mayor profundidad el aula. Salió por esta unos segundos antes de ser alcanzado y se deslizó por la tubería que se encontraba justo a un lado. Corrió por el techo del segundo piso. Sí, se había tratado de una emboscada clásica, de esas que Anna solía realizar al principio y que casi no hacía en los últimos tiempos porque no funcionaba.

            Llegó al edificio adyacente, saltó y se metió por otra ventana, cayendo en uno de los salones que ya conocía bien por representar una de las tantas rutas de escape que usara días atrás. No se detuvo y corrió en dirección a las escaleras que lo llevarían al primer piso, siempre sin mirar atrás.

            Eso era algo que había aprendido gracias a la experiencia, no mirar atrás era lo mejor que podía hacer en esos casos. Se ahorraba una buena cantidad de miedo, horror, estrés y la desesperación que lo embargaban al inicio, en las primeras huídas para mantener su castidad.

            No obstante, de haber estado un poco más concentrado ese día, habría notado que Anna ya no lo perseguía desde que entrara a este nuevo saló. La chica se quedó de pie en la terraza y luego se devolvió, con mucha calma, por donde había salido.

.
.
.

            Ignorando la sala del consejo estudiantil, Okuma se fue directo a los casilleros, y, luego de recoger sus cosas rápidamente, cambió el rumbo hacia la salida del instituto.

            Se sentía  más cansado de lo usual; tal vez fuera porque el consejo estudiantil había trabajado más que nunca esa semana. También Ayame había faltado por tener que resolver algunos problemas personales. Tuvo que viajar poder para hablar con la mujer que la había criado en ausencia de su padre, haciendo que SOX se tomara un descanso .

            Sin el apoyo de su mejor amiga, esa semana se había vuelto todo un infierno para él. Era solamente él contra Anna y sus deberes del consejo estudiantil.

            Una vez en la entrada, Tanukichi se dispuso a abrir las puertas que lo conducirían hacia la dulce…

            —Así que aquí estabas, Okuma. —Goriki apareció de repente, cortando sus pensamientos y, acto seguido, lo tomó por un brazo, elevándolo con suma facilidad—. ¿Por qué huías? El trabajo aún no se acaba y nos falta Kajō, deberías estar más concentrado.

            El chico se quedó sin aire por unos segundos, presa de un profundo temor. La última persona con la que podría esperar encontrarse estaba ahí, cortando su escape y sus posibilidades de seguir siendo virgen un día más. ¿Qué mierda…?

            —Goriki-senpai… —murmuró el Tanukichi con la mirada ensombrecida—. ¿Cómo…?

            —¿Uh? ¿Qué murmuras, Okuma? —Goriki sostenía al chico como si llevara un saco de harina para fideos, uno que no pesaba mucho—. Si hablas tan bajo no podré escucharte.

            Tanukichi miraba, presa de un pánico silencioso, como la salida, esa misma que había tocado con sus propias manos hacía tan solo unos segundos,  se alejaba más y más a medida que Goriki se dirigía a las escaleras que llevaban al primer piso, lugar donde se encontraba la sala del consejo estudiantil.

            —¿Cómo me encontró, senpai? —La pregunta salió con más calma de la que aparentaba y Goriki llegó a notar, con curiosidad, un profundo aire de desesperanza emanando del chico.

            —La presidenta me dijo que podrías estar aquí.

            —¿Cuándo?

            —Jummm, veamos —se llevó una mano a la barbilla con aire pensativo—, unos segundos después de que salieras a buscar los documentos en el depósito.

            Y entonces todo tuvo sentido. Casi pudo escuchar el ruido de las piezas cayendo, una a una, en su lugar.

            ‹‹Anna-senpai supuso que, en su nuevo intento para atraparme, no tendría éxito y no se esforzó tanto por seguirme. Debí haberlo notado cuando la perdí en el segundo piso. Siempre supo que fallaría, por eso envió a Goriki-senpai con antelación, para que pudiera atraparme en el acto››, sonrió con pena. ‹‹Vaya que fui descuidado ésta vez››.

            Así como él había pensado en cientos de situaciones, trazado rutas, planes de escape y demás, así mismo Anna había crecido también. Qué astuta se había vuelto esa preciosa chica, porque sabía que él no contaría con el hecho de Goriki pudiera ser una amenaza para él.

            —Parece que Anna-senpai siempre estará un paso adelante —suspiró—.  Y no sólo en fuerza.

            —¿Qué pasa Okuma? —Faltaban unos escasos cinco pasos para llegar a la oficina.

            —Pero… —Tanukichi sonrió, confundiendo al grandulón—. Esto aún no acaba, Goriki-senpai.

            Empezó a girarse y a moverse con frenesí, sorprendiendo a Goriki que, aunque fuera más grande y fuerte, no esperaba esa reacción de parte del castaño. De esa forma, Tanukichi logró deshacerse del agarre y correr a toda pastilla.

            Pero aún no podía relajarse, Anna podría estar esperándolos en la oficina del consejo estudiantil o escondida en algún otro lugar, quién sabe. Además, Goriki lo seguía muy de cerca.

            ‹‹¿Cómo es que algo tan grande puede moverse a esa velocidad?›› pensó el chico, agotado y molesto por todo lo que estaba ocurriendo, pero sin perder la calma. Era indispensable mantener el cerebro frío en todo momento. Aunque no fuera nada bueno lo que se veía venir.

            ‹‹Saldré de aquí, claro que sí. Una vez que esté afuera, ellos no podrán hacer nada. Luego veré como me disculpo con Goriki-senpai por dejar tiradas mis responsabilidades con el consejo estudiantil››. Con eso en mente, saltó las escaleras y no le importó que sus tobillos sufrieran un poco al aterrizar en la planta baja. ‹‹Una vez que salga, una vez que salga, yo…›› y entonces fue cuando tropezó.

            En la fracción de segundo que le tomó caer y azotarse contra el frío y duro suelo, Okuma Tanukichi notó dos cosas:

            Que no se había tropezado por un error de cálculo o por pecar de torpe en aquella situación desesperada; como esas personas de las películas slash que, siempre que el asesino aparecía en escena para iniciar una persecución, se precipitaban al suelo porque una rama/mueble o cualquier objeto, convenientemente tirado en el camino, aparecía de la nada para suerte del asesino y desgracia de ellos.

            Que quien había provocado su caída no fueron Goriki ni Anna, sino la última persona que necesitaba en ese momento y que siquiera se habría podido imaginar que apareciera en una situación así.

            Saotome Otome lo miraba con una sonrisa colmada de malicia desde su escondite.

            —Lo siento, pero tendré mi inspiración para crear mi obra maestra, y ustedes serán los protagonistas —dijo ella desde su posición. Una fina línea de saliva se deslizó por la comisura de sus labios al imaginarse todo lo que vendría. Se limpió con la manga de su uniforme tras recuperar un poco la compostura—. Que te vaya bien, Okuma. —La pequeña le guiñó un ojo antes de desaparecer por el mismo pasillo por el cual emergiera hacía unos segundos, cuando metió su pie al castaño para que cayera y así detener su escape.

            Luego de eso, todo ocurrió en cuestión de segundos y, antes de darse cuenta, ya estaba frente a la oficina del consejo en brazos del ‘’gorila’’ que, ésta vez, sí que lo tenía bien sujeto para evitar otro inconveniente como el anterior.

            —Muchas gracias, Goriki-san —dijo la presidenta con una pequeña sonrisa que no duró mucho. Se veía tan normal y seria como siempre, así era como tenía que verse frente a todo el mundo, exceptuando a Okuma Tanukichi—. No te preocupes, yo me ocuparé de que no vuelva a escapar, ¿podrías llevarte sus cosas? Tal parece que quería dejarnos aquí con todo el trabajo que nos toca hacer.

            —Yo me encargo, presidenta. —El grandulón tomó la maleta del castaño.

            Por su lado, Okuma, ya en brazos de Anna, que lo sostenía con firme y silenciosa fuerza, le lanzaba miradas de auxilio que el más alto no podía interpretar porque nunca antes nadie le había lanzado una mirada de auxilio y tampoco le habían explicado cómo se veían o qué hacer en ese tipo de situaciones. Si no sabía nada de eso, ¿cómo podría identificar lo que el castaño trataba de decirle? Además, tampoco es como le importara mucho, Tanukichi le gustaba, pero ese no era el momento para algo así, primero lo primero: el trabajo del consejo estudiantil.

            —Oh, y algo más Goriki-san —lo llamó Anna deteniendo al grandulón que iba en dirección a los casilleros—. ¿Podrías seguir buscando el documento que te pedí ayer?

            —¿El de la biblioteca? —Goriki frunció el ceño—. Pero si le dije ayer que lo busqué en todas partes, hasta tuve que revisar el archivero de la bibliotecaria para confirmarlo…

            —Eso lo entiendo, Goriki-san. Pero… —la expresión de Anna le dio a entender que lloraría en cualquier momento—. Es muy importante, Goriki-san y de verdad me gustaría agotar todos los esfuerzos. Sé que me dijiste que no están allá, pero no quisiera perder la esperanza, por favor, Goriki-san. —Una lágrima, tan brillante y transparente como el néctar de amor que pugnaba por salir de su entrepierna debido a la cercanía del castaño, salió de su ojo derecho y rodó hasta desaparecer a la mitad de su pálida mejilla.

            Goriki trató de calmar a la peliplata, sintiéndose ansioso y culpable de haber provocado su llanto y Tanukichi se palmeó la frente sonoramente porque él sabía muy bien que esas lágrimas eran de cocodrilo.

            —¡Está bien, está bien! —Goriki suspiró con pesadez, recordando que buscar esos documentos era todo un fastidio—. Los buscaré de nuevo, presidenta. Pondré todo mi esfuerzo en ello, se lo prometo.

            Los sollozos de Anna se detuvieron al instante y Goriki se cuestionó si algo de la tristeza de la presidenta era realmente cierto. Bueno, tal vez nunca lo sabría.

            —Muchas gracias, Goriki-san. —dijo Anna, calmada y con el rostro tan brillante como siempre. Era como si nunca hubiera llorado—. Ya sabes, tómate tu tiempo~ —canturreó con curiosa malicia.

            ‹‹El camino de aquí a la biblioteca se recorre en unos quince minutos al ritmo de Goriki-senpai››, pensó el chico, viendo como el mencionado se alejaba cada vez más y más, hasta perderse por las escaleras. ‹‹Y encontrar ese inexistente papel le tomará el resto de la tarde››. Una negra nube de tormenta apareció encima de él.

            Estaba perdido.

            Anna, tras asegurarse de que el grandulón no regresaría, entró  a la oficina junto con el castaño y cerró la puerta con seguro detrás de ellos. Acto seguido, y sin ningún tipo de cuidado, lo lanzó al suelo. La espalda de Tanukichi no sufrió mucho gracias a que la alfombra que cubría todo amortiguó el golpe.

            Anna, sin perder un segundo, se le lanzó encima, posicionándose encima de él.

            Sin ocultar su desquiciada sonrisa, apoyó sus pálidas manos sobre su pecho y se acercó a lamer y chupar el cuello del castaño, destruyendo, poco a poco, su uniforme.

            Tanukichi, resignado, cansado y dejándose hacer, lanzó un rápido vistazo alrededor, notando algo interesante que lo hizo jadear de sorpresa. Detrás de una de las enormes cortinas borgoña que cubrían el amplio ventanal, se hallaba escondida Saotome Otome. Frenética y sudorosa, sonreía con malicia y dibujaba sin detenerse un segundo. A pesar de su agitación, la pequeña artista hacía todo lo posible por guardar silencio y no ser descubierta.

            Tanukichi intentó gritar, pero no pudo debido a que, justo en ese momento, Anna lo había silenciado con su boca al darle un largo, húmedo y profundo beso que lo dejó sin aliento.

            Sí, definitivamente, estaba perdido.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro