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✷ El Reto || Anna x Tanukichi ✷

            Podría decirse que el reto impuesto por Ayame era fácil.

            Pero Tanukichi, que conocía a su objetivo, supo desde el principio que no sería para nada sencillo. Era lo que podría llamarse un verdadero reto.

            Era simple, al menos, en apariencia. Debía darle un beso a Anna Nishikinomiya y, para comprobar que lo había hecho, Tanukichi estaba en la obligación de enviarle una foto a Ayame. Sonaba sencillo, sonaba ideal, era lo que podría llamarse una ‘’prueba interesante’’, pero no para Tanukichi.

            Ayame, quien sabía muy bien que eso no sería pan comido, le dijo que tenía un plazo de cinco días para hacerlo. Al menos, en esa parte, la pelinegra tuvo misericordia con el chico.

            Entre pensar lo que haría, y la ansiedad de saber que era una de las cosas más arriesgadas en toda su vida, el chico tuvo que tomar las medidas más drásticas posibles.

            Le pidió de favor a Fuwa que le preparara un somnífero con la capacidad de actuar con una hora de diferencia para que Anna no se viera afectada al momento. De esa forma no se dormiría al instante de consumirlo, sino una hora después de haber entrado en su sistema. El efecto del mismo, le diría Hyouka más adelante, duraría unos treinta minutos.

            Tanukichi memorizó la rutina de la Anna en esos pocos días. Cuando tuvo la información lista, y supo lo que tenía que hacer, decidió actuar. Se armó del somnífero de la peliverde y, una tarde, durante un descuido de la cabello de plateado, le quitó el termo y vertió el somnífero en la bebida.

            Sabía que la cantidad era tan ridículamente alta como para provocarle una sobredosis a una persona normal, matándola en el acto. Y por eso lo había hecho, porque Anna Nishikinomiya distaba mucho de ser una persona normal.

            Llegado el momento, Anna, luego de haber tomado sus lecciones de educación física y de beber todo el contenido de su termo, decidió ir a la enfermería. Les dijo a sus compañeros que se sentía mal y que iría a que le hicieran un diagnóstico.

            Unos cuarenta y cinco minutos más tarde, Anna, con pasos irregulares, y el rostro perlado de sudor, se dirigió a la enfermería.

            Tanukichi, que la seguía sin perderla de vista, en ningún momento se preguntó por qué Makenai-sensei, la enfermera, había faltado justamente ese día; ni tampoco por el hecho de que Anna, por ser algo más que una estudiante en aquel recinto, debía saberlo tan bien como él. Sin embargo, la chica decidió ir a la enfermería de todas formas. No vio nada raro en ello, estaba muy concentrado en acabar con aquello y seguir con su vida.

            Dando traspiés, la chica ingresó y el chico, que revisaba el reloj de su PM con insistencia, contando cada segundo, esperó unos minutos hasta que, completada la hora que le hacía falta, entró.
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            El lugar era espacioso y pulcro, además de que un suave olor a alcohol y agua oxigenada flotaba en el aire. Pudo ver un poster del cuerpo humano adherido a una de las paredes y un esqueleto de tamaño normal erguido en su soporte y relegado a una de las esquinas de la habitación. Había también una camilla al fondo. Al lado de ésta, sentada en una silla de metal y parcialmente recostada en la camilla, estaba Anna. Tenía los ojos cerrados y una apacible expresión en el rostro. Estaba dormida.

            Sin dudar, se acercó a ella y, ayudado con la novedosa —y cómoda—, cámara que portaba su PM, se fotografió a si mismo dándole un beso a la chica en la mejilla. Esa era una de las ventajas de que las palabras de Ayame fueran tan ambiguas, porque ella no especificó si Anna tenía que estar dormida o despierta para darle el beso y tampoco si tenía que dárselo en algún lugar específico.

            Su plan tras enviar la foto sería irse mientras pudiera, pues el efecto del somnífero, según lo dicho por Hyouka, no duraría mucho tiempo. Le quedaban alrededor de veinte minutos. Cuando se dio la vuelta, dispuesto a marcharse, fue que sintió el tirón en su brazo.

            Anna lo tenía sujeto por la muñeca.

            Al girarse pudo ver que la chica estaba despierta, que tenía los ojos nublados por la gran cantidad de corazones rosas que se amontonaban en ellos y sonreía desquiciadamente.

            —¿A dónde crees que vas, Okuman-kun?~ —dijo con la voz más aguda de lo usual y Tanukichi pudo ver como un hilo de saliva resbalaba desde la comisura de sus labios hasta la barbilla.

            —Anna-senpai… —dijo el chico haciendo un gran esfuerzo, pues sentía que el miedo le había cerrado la garganta—. ¿Co-cómo es que…?

            —¿Sigo despierta? —Completó ella sin perder aquella aterradora sonrisa—. Siempre te estuve observando, Okuma-kun. ¿Acaso no te lo dije una vez? Siempre estoy pendiente de todo lo que haces, te sigo a todas partes y he memorizado cada uno de tus movimientos~

            Tanukichi sintió como si todo le diera vueltas. Trataba de digerir lo indigerible.

            —Sé que perdiste esa apuesta con Ayame —continuó ella, sin soltarlo, mientras se levantaba de su lugar—. Y sé que ella te retó a que me besaras~ —le guiñó un ojo con aterradora coquetería—. Qué malo fuiste, Okuma-kun. Si querías un beso, solo tenías que pedírmelo~

            Se colocó enfrente del chico y lo empujó hacia la camilla. Tanukichi estaba tan shockeado que no ofreció resistencia alguna y cayó sentado encima de esa última. Confiada en que él no haría ya movimiento alguno, Anna le dio la espalda para irse hasta la puerta.

            —También estoy al tanto de ese somnífero que le encomendaste a Hyouka-kun —se detuvo delante de la puerta de la enfermería y le pasó el seguro a la misma. Satisfecha, se dio la vuelta y apoyó la espalda contra esta, posando su azulina mirada en el aturdido, y asustado, chico que estaba sentado en la pulcra camilla del fondo.

            Tanukichi intentó decir algo, pero no pudo. Incluso tartamudear, o hacer algún otro sonido, le habría relajado un poco, pero, al notar que le era imposible lo uno y lo otro, contribuyó a que su ritmo cardíaco incrementara con rapidez.

            —No estés tan asustado, Okuma-kun~ —prosiguió—. Se suponía que debía despertar en unos… —se detuvo para revisar algo en su PM—… unos quince minutos, más o menos. Pero parece que falló, jejeje. Hyouka-kun nunca te dio un somnífero. —Se encogió de hombros—. Me hizo caso cuando la amenacé para que no lo hiciera. —Su sonrisa se ensanchó aún más—. Ama mucho a su laboratorio y sus extraños experimentos. Haría todo lo que le ordenara para mantenerlos a salvo. Pero bueno, eso ya es agua pasada.

            Con paso lento, pero seguro, Anna acortaba la distancia entre ellos al tiempo que soltaba algunos de los botones del saco gris que constituía su camisa de uniforme.

            —Qué bueno que pude resistir mis celos cuando te vi pasando tanto tiempo con Ayame, Okuma-ku~ —Anna se detuvo a un paso del chico para mirarlo fijamente, como si delante de ella tuviera el bocadillo más delicioso—. Sino nada de esto habría sido posible~

            Y sin decir nada más, Anna hizo desaparecer toda la poca distancia que había entre ellos.

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